Auxilio

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El cielo está de color gris. Tanto, que no permite que el cielo estrellado ni la luna se muestren. Las nubes inmensas lo cubren en su totalidad. La lluvia cae en enormes gotas de agua, que suenan fuerte contra el pavimento. Los rayos hacen que se ilumine el cielo y después, el trueno no tarda en llegar.

Mientras tanto, yo me permito deshacerme en una parada de autobús solitaria, una que solía funcionar, pero ahora no pasa por aquí ni el autobús más viejo. Las lágrimas caen sin detenerse, imitando a la lluvia. Algunos sollozos se me escapan y comienzo a cansarme de ser una chica llorona. Me enseñaron que debía ser fuerte, que no debía dejarme doblegar por nada ni por nadie. Intentaron forjarme en hierro, para que así pueda ser capaz de soportar cualquier golpe que la vida me diera, pero creo que no lo lograron. Tengo algunas abolladuras que no sé si algún día sea capaz de sanar.

Lo siento, papá...

Quizá, allá, del otro lado, donde las personas van a descansar luego de su estadía en este mundo, mi papá me mira con decepción ya que no he podido cuidar a mi mamá como se supone que debería.

Hoy por la tarde, una persona con aires de superioridad, de esas que se creen mucho mejores que tu por el simple hecho de estar detrás de un escritorio dándote una enorme cantidad que debes pagar y amenazándote con que si no pagas lo que debes, perderás todo, me notificó que debía pagar toda la deuda de la pequeña casa o de lo contrario, no tardarían en echarnos a mi mamá y a mí del lugar. Sin que pudiera evitarlo, me derrumbé frente a un extraño, quien, sin que la humillación fuera suficiente, soltó un comentario lleno de burla y desprecio.

Durante el resto de mi jornada laboral, me moví imitando a un robot. Sabía lo que tenía que hacer y mi cuerpo lo hacía por inercia, ya que mi mente ha estado en otro lado, pensando en qué es lo que haré, cómo le diré a mi mamá que es casi un hecho que tendremos que irnos de nuestro lugar.

Y ahora, aquí estoy, sacando todo eso que guardé para mí, mientras que la noche cada vez avanza más y los peligros que vienen con ella no tardan en llegar.

Rebusco mi celular entre los bolsillos de mi chaqueta. Al sacarlo, veo que el aparato solo enciende para anunciar que la batería se ha terminado. Decido entonces, que ya ha sido suficiente. Limpio mis lágrimas con las mangas de la chaqueta, guardo el único objeto de valor que tengo en mi bolso y comienzo a caminar en dirección a la ruta que sigue mi autobús.

Mentalmente, hago plegarias para ser capaz de llegar sana y salva a casa. No puedo presumir que la ciudad en donde vivo es de las más seguras de Londres, porque ciertamente estaría mintiendo.

De vez en cuando me encuentro con algunos grupos de chicos que consideran que la vida nocturna es divertida y que también la aprovechan para hacer esas cosas que, durante la noche, nadie ve o escucha. O, quizá, en la noche es más fácil fingir que nada sucede afuera de las cuatro paredes que consideramos hogar.

Mis pasos comienzan a ser más rápidos y urgentes cuando escucho algún ruido extraño o al escuchar unas risas. Mis nervios están a flor de piel, pero intento no mostrarme asustada, solo ansiosa por llegar a mi destino.

La lluvia no ha cesado y he conseguido empapar mi ropa, sin embargo, ahora eso realmente no importa. No cuando comienzas a escuchar unos pasos que parecen el eco de los tuyos, pero sabes que es imposible que ese efecto de sonido exista ahora.

El pánico se arraiga en mis venas, extendiéndose por todo mi cuerpo. Mi corazón aumenta su velocidad, debido a la adrenalina que me causa todo esto. El terror empeora al sentir que me toman del brazo y sin saber cómo, logro deshacerme del agarre y emprendo una huida.

—¡Vuelve aquí, puta! —grita una voz masculina a mis espaldas, pero no me detengo.

Corro lo más rápido que mis piernas me lo permiten.

Broken Hearts |HS|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora