El chico de cabellos rosados soltó un suspiro pesado, pensando en más de una ocasión en lo mucho que agradecía que la campana por fin haya sonado, indicando el primer descanso para los alumnos. Realmente no lo entendía para nada, y no sabía por qué sus padres lo habían inscrito en una escuela tan rara —aunque no sabía si sólo eran los de su salón, o era toda la escuela—: ¡todos eran bastante peculiares! Había una chica que se creía (y sí lo era) la más bella, también estaba una chica enamoradiza, otra que comía mucho, un bravucón pero solamente era un idiota... y en fin, todos eran extraños. Él era el único que se consideraba normal, por lo que no tenía ni la más mínima intención de hacerse amigo de alguno de ellos. No, si no eran normales.
El de piel blanquecina suspiró con cansancio, dejando que un bufido saliera detrás de sí. Frotó con una de sus manos sus mejillas, para luego sentarse en un pequeño claro del enorme patio, siendo refugiado por la sombra de un gran árbol. Sin más, se dispuso a devorar la gelatina de café que había comprado unos momentos antes, en la tienda que estaba a una calle antes de la escuela.
El primer bocado al paraíso fue dado, masticando el delicioso dulce y dejando que el café se amueblara en su paladar. En esos momentos, Kusuo ya se había perdido, dejando que sus mejillas se tornaran ligeramente carmesí, sus dientes masticaban, y su mano ingresaba poco a poco al delicioso dulce, incluso ya había cerrado sus ojos para una experiencia más completa.
El paraíso estaba justo ahí, frente a sus narices: siendo un simple dulce delicioso y sagrado. Claro, como no todo lo bueno duraba para siempre, su bella contemplación en el sentido del gusto y el aroma impregnando, se vio interrumpido, derrumbando todo de golpe, al abrir sus ojos y toparse con los orbes carmines de un chico.
El joven de estatura considerablemente más baja que la de él, de cabellos de un color azul claro, ojos rasgados y con el uniforme de la académica un poco diferente y adornado con vendas rojizas que claramente no venían en la vestimenta escolar, lo arruinó sólo con su presencia.
—¿Realmente es tan buena? —preguntó el desconocido, dejando que sus pupilas observaran con curiosidad el rostro de alegría discreto del joven que se encontraba sentado. Luego, observó el postre: una simple gelatina de café.
Saiki no dejó de masticar, observando a otro lado y dejando que se sintiera ligeramente nervioso e intranquilo: odiaba cuando alguien lo miraba comer de esa forma. ¿Por qué ese niño estaba ahí?, parecía todo un loco, de ésos que se se creían especiales, que querían destacar.
El chico esperó pacientemente a que la contestación llegara, pero Saiki simplemente lo ignoró, limitando su primer encuentro con observarlo a los ojos y no decir nada. El chico se tiró frente a él, queriendo hablar con él.
Kusuo leyó sus intenciones, y no fue extraño que arqueara sus cejas con disimulo.
—¿Quién eres? —Esa pregunta que quería ser una simple y amable forma de conocerse, dejó en blanco al de hebras celestes. ¿En serio no lo recordaba?
—¡Soy uno de tus compañeros de clase! ¡Me siento a tu lado, ¿qué no me recuerdas?! —chilló con dramatismo, dejando en blanco a Kusuo.
El chico serio sólo pensaba en dos cosas: había descubierto que ese joven era uno de sus compañeros, y la más importante... que era todo un gritón irritante.
—Oh —soltó el mayor, sin decir más. El desconocido se cabreó.
—¿«Oh» qué? —Volvió a insistir, tratando de que fuera recordado por algún milagro o algo. Sin embargo, la cara aburrida y sin mentiras de Saiki lo hicieron detenerse de golpe y tomar sus distancias con él.
Kusuo tenía ojos sin vida, aburridos y cansados. De eso se percató el joven.
«¡Qué poético!», pensó el joven, sonriendo torpemente al creer que Kusuo era alguien que sólo era tímido y toda un alma solitaria. Debía de acercarse más a él, porque nadie merecía estar solo.
Kusuo se alteró de sobremanera, cuando el chico sonrió con arrogancia y observó a los ojos del contrario. El mayor sólo pudo desear que eso ya acabara.
—Tienes ojos como los míos, sé que eres especial —susurró, tratando de sonar genial y relajado. Sólo se llevó un gesto extraño de Saiki, con su boca ligeramente abierta y las cejas arqueadas en señal de extrañeza.
—¿Estás coqueteando conmigo?
—¡No estoy coqueteando contigo! Déjame terminar —pidió casi a gritos, lo bastante irritado del otro por la seriedad del mismo. Aun así, no se fue a ningún lado: era su oportunidad de reclutar a un «soldado». Sonrió con arrogancia de nuevo, poniéndose de pie; al momento de hacerlo, el menor posó su mano frente a su cara, abriendo sus dedos para que sus ojos se pudieran presenciar a través de éstos. Kusuo pensó que ese chico era un tonto—. ¡Mi nombre humano es Kaido Shun, pero mi verdadero nombre es Alas Sombrías! Por el momento estoy buscando reclutas para mi ejército, y detener a la Unión Oscura. —De improviso y nuevamente, se sentó al lado de Kusuo, y lo señaló sin reparos. El joven ni siquiera se inmutó—. Tú eres perfecto para ser mi soldado, porque sé que eres especial. ¿Qué dices?
El más alto lo pensó por unos momentos, sabiendo de sobra ya la respuesta. Sin mucho que decir o que pensar, miró a su gelatina de café, y no tardó en enterrar la cuchara en la belleza inmaculada del postre. Luego, alzó su vista, haciendo notar que Shun parecía desesperado por amigos... en lugar de reclutas. Y también notó en sus ojos, que si él se negaba, empezaría a insistir. Qué molestia.
—Sí, sí, derrotemos a la Unión Oscura —soltó de improviso, con un sarcasmo bien marcado, volviendo a bajar la vista y hundiendo sus preocupaciones en el Cielo que tenía en sus manos. Kusuo escuchó el ligero grito ahogado de emoción de Kaido, haciendo que el serio chico alzara de nuevo su vista para verlo: sus pupilas estaban brillando de la emoción, y la alegría no cabía en su cara.
¿Él... no entendía el sarcasmo?
—Síndrome del Octavo Grado —murmuró Saiki, al percatarse de que eso era lo que inundaba a Kaido.
El menor escuchó eso, abriendo sus ojos como platos. En lugar de que el joven se ofendiera por eso, como lo había pensado Saiki al momento de soltarlo, a Kaido simplemente se le iluminaron sus pupilas.
—¡Sí! —Fue lo único que dijo.
Eso volvió a sacar un suspiro al de cabellos rosas.
—No sabes lo que significa, ¿verdad?
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Síndrome Del Octavo Grado [Saiki x Kaido] | Completa
Fanfictie▶Kaido Shun no es un chico normal, él es alguien especial: a su corta edad ya es perseguido por una asociación maligna y tiene un poder sellado en sus brazos. Él realmente no es humano, es de los más poderosos del universo y con poderes sobrenatural...