Capítulo 7

4 0 0
                                    

Seguimos caminando durante días, pero sin destino.

Podría ser que por el momento tuviéramos suerte, pero siempre lo que uno tiene acaba desapareciendo ...

Un hombre de un raro aspecto vino, un viejo negro, como yo.

- Charlotte?

- Perdone, creo que se equivoca.

- No, estoy segurísimo de que eres tú. No ves la marca en el cuello?

- Creo que debería volver a casa ...

- No, Charlotte! No te vayas pequeña!

- ¿Quién se piensa que soy usted?

- La pequeña Charlotte de la familia Steven!

- ¿Cómo sabe que soy de esta familia?

- Sé que eres la pequeña Charlotte!

- Que no hombre!

El hombre se cogió el pecho y puso cara de horror y, se desplomó allí en el suelo.

- Mejor que nos vayamos-dijo Nin.

- ¡No! No lo podemos dejar allá! Nin! - Dije.

- No tenemos tiempo, con la escenita los de MESTURO están más cerca que antes!

Me arrambó contra su pecho y me cogió de la cintura.

- Necesitamos tiempo para nosotros.

Me dió un beso y, yo me escapé de sus brazos y empecé a correr.

Él me siguió pero, de repente, choqué contra algo, mejor dicho, alguien.

Miré hacia arriba.

Allí estaban esos ojos que hacían caer cualquier chica en el suelo.

Sus ojos verdes me miraban con severidad y respeto.

- ¿Qué haces tú aquí ...?

- Venirte a buscar.

- Nin ....! - No pude gritar más que me tapó la boca con su mano.

- No te oirá, lo tenemos nosotros.

Intenté decir algo, pero sólo salieron ruidos extraños.

Ya nos habían encontrado ....

Tenía que haber hecho caso a Nin ...

Empezamos a avanzar con su coche.

Las gotas de lluvia resbalaban por los cristales.

- ¿Qué se supone que me va a pasar?

- Ya lo verás, preciosa.

Finalmente llegamos a la secta, donde había pasado tantos malos momentos.

Pero la entrada no vi dónde estaba, porque me taparon los ojos con una cinta negra.

Me llevó por largos pasillos donde se oía otra gente gritando o llorando, como un túnel del terror pero sin ver nada.

Esta vez sin embargo, me llevó a una habitación muy extraña ...

Me tiró en la cama y se sacó la camisa blanca que llevaba puesta.

- ¿Qué haces ...?

- Lo que toda chica desea.

- Menos yo.

No me dio tiempo a decir nada que me puso una inyección y detrás otra.

Sólo recuerdo hasta la segunda, porque a partir de ese momento, el resto del día estaba dormida.

Alas de AlaskaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora