PROLOGO

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El aire era escaso, se lograba palpar la ceniza en el suelo y el olor a quemado junto a pequeños quejidos a lo lejos. Todo se reducía a una pequeña capa de calor sobrepasar sus cuerpos anteponiéndose al oxígeno. el fuego, hogareño, brillante y abrazador recorría su sistema de manera instantánea culminando en un gruñido seco y lleno de dolor, enojo e impotencia. Cada quejido, cada mínima muestra de querer hablar lo ahogaba y el humo hurtaba en sus pulmones.

Él lo olía, podía con solo una mínima de esfuerzo le llegaba el dulce aroma que jamás pensó en volver a sentir; un caramelo, a metros y eso le inquietaba, haciendo su corazón palpitar.

Las voces pululando, los héroes corriendo de un lado a otro buscando mantener a raya a las personas, y salvando a los sobrevivientes. El impacto de un estruendoso golpe resonó agitando la tierra, haciéndola rugir.

Alerta, enfocado, se repetía. Buscar una manera de salvar a las personas de aquel desastre, ponerlas en un lugar seguro, enfocarse en las exclamaciones por su ayuda, pero él, hipnotizado buscaba del porvenir de aquel dulce aroma que le resultaba tan familiar y que movía cada célula de su cuerpo.

Otra explosión se hizo presente regresándolo por una mínima de segundo a la realidad, miro el panorama, los edificios se encontraban destruidos y las personas eran auxiliadas por los héroes y, aun así, sus pies lo movieron hasta llegar a su objetivo.

La sangre escurría de la cabellera rubia alborotada. El chico se veía igual que la última vez que lo vio, eliminando la sangre y añadiendo edad, pero era él. Observo que en sus brazos el menor sostenía a un bebe quien sollozaba delicado, sin fuerza, mientras este intentaba con una mano sacar a una mujer (quien fuese la madre del niño) debajo de escombros.

El pavimento rugió bajo sus pies al sentir su peso, y vio la mirada del cenizo dirigirse hacia el en modo de defensa, listo para atacar. De la amenaza al asombro en un segundo. Los labios del rubio se separaron intentando decir algo, formas, aunque fuese una palabra coherente, pero el vibrar de la tierra lo hizo callar. Ya habría tiempo para un reencuentro.

El peliverde corrió (como podía en esa situación) a auxiliar a la pobre mujer logrando sacarla de los escombros. Agonizante, apenas y respiraba. Deprisa, se dijo.

El peliverde tiro del cenizo hacia si en un intento por cubrirlo junto con la mujer del impacto. Una explosión cercana retumbo en el lugar. Algo había explotado en el edifico. Gruño en molestia e incomodidad, aquella no era un buen reencuentro.

Retiro el escombro que intentaba caerse encima de ellos verificando el estado de los civiles. El cenizo tenia de una manera protectora al bebe en sus brazos tapándolo del polvo y el calor de las llamas, y la mujer necesitaba un hospital a toda máquina. El necesitaba sacarlos de ahí antes que las cosas empeoraran, aun habían más civiles.

Dios, como ser omnipotente y despiadado lo escucho esta vez, sus plegarias fueron escuchadas.

La cabellera azulada apareció de repente a su lado llamando su nombre, después de salir de las llamas el chico nuevo le informo de las cosas tomando a la mujer directo a una ambulancia. Tan veloz como siempre.

No espero por más, elevo al chico restante quien tenía al bebe en manos aun y salió disparado hacia un lugar seguro, lo más seguro que fuese en ese momento. El menor refunfuño entre sus brazos, pero esa acción de alguna forma le produjo un revoltijo en el estómago. El peliverde olía el caramelo amargo, asumiendo que el olor provenía del chico en sus brazos y viendo como este hacia una mueca, de alguna forma supo que el cenizo se estaba esforzando por no gritarle sartada de cosas, solo enfocándose en la estabilidad del bebe. No espero más y los dejo en una ambulancia lejos del peligro quienes al verlo llegar procedieron a ayudarles.

El sonido y el crujir de la tierra no paraban, otra vez habían regresado las explosiones y el anochecer se hacía presente. El peliverde esta consciente de que tenía que regresar a su deber, pero una parte de él refutaba por quedarse con el rubio. Una mirada a los carmines fue suficiente. Ya habrá tiempo para un reencuentro decente y uno que otro grito, por ahora su deber era el de proteger a los civiles y terminar de una vez por todas con el caos.

Pasada las horas el sentía sus brazos entumidos y sus piernas hormiguear, dándole una sensación un poco agradable, entonces se preguntaba si esa sensación de ser agradable pasaría a dolorosa. Una vez que el chico piso el asfalto del hospital lo sintió. El olor inundando sus fosas llego a el llamándolo, buscando por consuelo. La tristeza, el dolor, la angustia, el miedo, el trauma. El dulce caramelo apestaba a carbón inundado en el picor del humo. Sus piernas empezaron a correr hacia el aroma; él lo conocía, pero nunca lo había sentido por completo el llegar a experimentar esa esencia siendo insoportable. Esquivo a doctores y enfermeras recibiendo miradas disgustadas por su acción, pero poco le importo, su deber ya había finalizado y solo quedaba una revisión con el médico para tratar sus propias heridas, pero todo eso paso a segundo plano al llegar al jardín donde provenía el olor.

Era solitario el ver como las enfermeras se retiraban y los pacientes regresaban a sus cuartos dejando el lugar en completo silencio, lejos del alboroto del hospital.

Dejándose llevar por su nariz atravesó el rosal de azules siendo iluminadas por la luna, resplandeciente de vida. Lo vio, ahí recostado en un árbol, abrazando sus piernas mientras su mirada se encontraba en la luna. Ojos rojos carmín que brillaban con fiereza en otros tiempos, ahora parecían opacos y desolados.

Algo en el chico le susurro por consuelo en cuanto lo vio, un consuelo que él no le negaría. No hablo, solo camino hacia el soltando su propio aroma de una manera tranquilizadora, hasta llegar a envolverlo con sus brazos, su du propio calor intentando protegerlo de aquello que lo aquejaba en esos momentos.

El rubio inconscientemente se acurruco en él, devolviendo el abrazo, bufo al reconocer lo que está haciendo he intento separarse del mayor sin éxito.

El cenizo movió sus labios en busca de decir algo, de reclamarle al peliverde que lo dejase, pero en su desolada mente y sus recuerdos, solo susurro lastimero y agotado.

- "Se han ido" – ronco y cansado.

El peliverde no sabía a lo que se refería, descolocado quería preguntar, pero el olor cambio reflejando una amargura, sintió pequeñas gotas mojar su hombro hasta volverse en un llanto incontrolable y desgarrador. No pregunto, solo decidió pegarlo más a él, buscando protegerlo y mantenerlo a salvo del mundo exterior, no lo entendía, no entendía por qué se sentía tan protector con el chico. Solo escucho y dejo que el rubio se acunara en sus brazos hasta quedarse dormido, después se enteraría de lo sucedido y del sentir del menor, por ahora solo sería su apoyo.

Un apoyo que se saldría de control.

"EL TIEMPO REGRESA" [DEKUKATSU OMEGAVERSE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora