once

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Pasado el primer día yo debía buscarte a la salida. Te envolvía entre mis brazos, tomaba tu manito y así salíamos de la escuela,  como dos hermanos unidos.

—¿quien es ese niño?

Preguntó un día un compañero.

—mi hermano pequeño —respondí, inocentemente.

Fue entonces que vi su sonrisa traviesa y el brillo juguetón en sus ojos.

—¡ERES LA HERMANA DEL RARITO!

Todo el salón oyó su grito.

Para el niño de mis ojos© (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora