"Trisdal"

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¿Un alien? 

Fue lo primero que se le ocurrió al verla. Era tremenda perfección. Se bajó del coche con cautela y la miró desde la puerta. 

-Hola -pudo decir a pesar del nudo en la garganta-. ¿Puedes entenderme? 

Su delicado rostro se ladeó a un lado y parpadeó. Justin se echó hacia atrás al ver como parpadeaba. Le recordó a un reptil. 

-Sí -dijo suavemente. 

Justin no pudo evitar gemir. Si las sirenas existieran, sin duda tendrían la voz de ella. Avanzó hacia ella y pudo ver que tenía la estatura de una chica adulta normal. 

-Me llamo Justin, ¿Tú cómo te llamas? 

Se sentía estúpido tratándola como una niña pequeña pero no se le ocurría otra manera de hablarle. 

-Trisdal -dijo suavemente. 
-Tris, ¿Te importa que te llame Tris? 

Ella se encogió de hombros al notar que no entendía. 

-¿Qué haces aquí? -preguntó Justin. 

Ella se giró suavemente con delicadeza y miró al cielo estrellado. 

-Veníamos desde Daraes. Y estaba... En frente y caímos. Buscábamos a un ciudadano nuestro y salió mal. 
-¿Y qué eres? -preguntó Justin sin pensárselo dos veces. 
-Soy parte de los Nungales. Que supongo en este idioma serán los grandes príncipes. 
-Ven... Te... Te llevaré conmigo, no puedes quedarte sola aquí. 

Ella caminó suavemente y miró el auto se Justin con curiosidad. Se subió al capó y se quedó sentada ahí. 

-No -dijo Justin-. Ahí no, ven. 

Tenía miedo desde ese momento, y se atrevió a tocarla. Sus dedos se congelaron al instante. Se separó bruscamente y miró sus dedos que empezaban a tornarse morado azulado. 

-Ven -dijo ella. 

Justin con miedo de acercó. Ella le expendió la palma y marcando ciertos signos raros notaba como ante sus ojos su mano volvía a recuperar el color. Algo que lo impactó fue ver que sus dedos eran delgados y había... ¡Seis dedos! Ni siquiera se distinguían. 

-Baja -dijo Justin-. Es por aquí que tienes que entrar.

Ella le obedeció y entró por donde se lo dijeron. Se sentó y dio un respingo cuando se

cerró la puerta. Justin rodeó el coche y se subió por el otro lado. La verdad es que desde que estuvo en lo más alto hasta caer en la mismísima desgracia, nada lo impresionaba. Así que se tomó con calma la situación. 

-Ahora... Tendré que ponerte ropa para que no me multen por llevar a alguien desnudo. 
-¿Ropa? -preguntó tan suavemente ladeando la cabeza. 
-Sí -tocó la americana del traje-. Esto es ropa. 

Ella asintió y extendiendo las manos empezó a tirar del traje de Justin. 

-Eh, eh, ¿Qué haces? 
-Ponerme ropa -aunque sabía muy bien su idioma, ante palabras nuevas notaba que le costaba decirlas.
-No -dijo con paciencia-. Esta es mi ropa -ella asintió intentando seguirlo-. Aquí -abrió la guantera haciendo que el teléfono se cayera y pudo sacar una sudadera gris y unos pantalones de deporte que usaba para salir a correr. 

Ella tomó el pantalón y se lo echó por el cuello. 

-No, no -dijo suavemente, le dieron ganas de reír-. Así. 

Apoyando su cuerpo a lo largo del coche le pasó por las piernas el pantalón y rozó con su piel fría y era sumamente lisa. Cuando se lo puso, tomó la sudadera y se la pasó por la camiseta. 

-Ponte esto -le colocó la capucha. 
-Esto es incómodo -dijo hasta con tristeza. 
-Lo sé -dijo suspirando-. Tenemos que irnos, tengo que llegar a un sitio. 
-¿A dónde vamos? 

Aunque lo jodiera, tenía que decirlo. 

-A decidir mi futuro -dijo metiendo primera. 
-Oh -sonrió, Justin pensó que era la sonrisa más bonita que había visto desde hace años-. No estés nervioso. Yo no tengo edad para pasar la prueba pero... 
-¿Prueba, de qué prueba hablas? 
-¿No la hacéis aquí en El Planeta Tierra? -Justin negó con la cabeza-. En Urano se hace, y es una prueba en la que te dirán tu futuro marido, tu futuro trabajo y tu vocación. 
-Vaya... ¿Urano? 
-Sí, soy de ahí -sonrió-. Una pequeña ciudad circular llamada Daraes.
-¿En serio? -preguntó, exceptico. 
-¡Claro! -tenía la motivación de una niña pequeña-. Por eso somos así. De piel fría. 

Justin presionó el volante intentando sentir un poco de dolor para ver que no era un sueño. Cuando miró que llegaba al restaurante en donde sería la cena se puso muy nervioso. Ella miró curiosa el local y luego lo miró a él.

-Tris -dijo Justin aparcando-. Tengo que dejarte aquí... 

Notó su expresión de tristeza, sin duda tenía afán de investigar. 

-Escucha Tris, es sólo que... Esto es importante para mi y si te ven... -rectificó sus palabras-. Tienes que pasar desapercibida ante cualquier concepto. 
-¿Por qué? 
-No tienes ni idea de lo capaces que son de hacerte daño si saben que estás viva. 

Sin embargo, ella frunció el ceño ladeando la cabeza. Se acercó a Justin y lo miró de cerca.

-¿Por qué estás tan triste? 

Él abrió mucho los ojos creyendo que no había oído eso. Siempre trataba de fingirlo, pero aveces no podía y a punto se entrar en la reunión, estaba sin duda peor.

-Yo no estoy triste. 
-Sí lo estás -respondió ella con tristeza-. ¿Y qué le pasa a tus ojos? 
-Nada -quiso sonar seco pero lo único que consiguió fue que se le quebrara la voz. 
-Justin -dijo suavemente-. Ven. 

Ella acercó sus frías manos a su rostro. Y lo acarició tan suavemente que se estremeció. Cerró los ojos y cuando ella apartó las manos de su rostro, pudo ver su reflejo. 

Justin Bieber, de ojos mieles, cabello brillante y sonrisa perfecta y rostro de aspecto saludable, había vuelto. 

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