*La mañana siguiente*

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Después de los Flashbacks de anoche,
Saphira se escondió debajo de las sábanas, avergonzada.

Después de los Flashbacks de anoche,Saphira se escondió debajo de las sábanas, avergonzada

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No porque se hubiera arrepentido de lo que había hecho, sino porque le había gustado.
La rubia se sintió como una pervertida por acostarse con su propio tío.

Aunque sabía que era un acto prohibido.
Ella no puede evitar mojarse con cada toque, y caricia, del emperador sobre su cuerpo.

Sin duda, era la primera vez que se sentía tan deseada.
Sin embargo, esto no disminuyó su preocupación.
Todavía tenía miedo de cómo otros la verían si supieran todo.
O cómo reaccionarían Athanasia y
Jennette si descubrieran la verdad.

Pero nada comparado con el temor de cómo el emperador la trataría.
Aunque Claude fue el primero con quien se acostó.

Ella no fue la primera en la cama del emperador, y mucho menos la que él había amado.
Lo que puso a la rubia aùn más nerviosa por cómo la miraría de ahora en adelante.

Al escuchar el sonido de la ducha que venía de al lado, Saphira se dio cuenta de que Claude todavía estaba en la habitación.
La rubia estaba tan perdida en sus pensamientos que no se había dado cuenta hasta entonces.

Sin el coraje de enfrentarlo personalmente, ella decide huir antes de que él termine su baño.
Con eso en mente, Saphira se cubrió con la manta y comenzó a buscar su ropa.

Pero todo lo que encontró fue pedazos desgarrado, los mismos que Claude había destrozado mientras la desnudaba durante la noche.
Sintió sus mejillas arder cuando recordó esa escena erótica. 

(¿Que hago?
No puedo huir envuelto en la manta).

Ella piensa en pánico mientras mira a su alrededor, buscando una salida.

Por suerte, la rubia encontró una camisa blanca tirada en el sofá.
La camisa pertenece a Claude, la misma que usó durante el baile de la fundación.

Aunque era una camisa masculina, en el cuerpo de Saphira era como un vestido, que sería perfecto para escapar de allí.

Sin perder más tiempo, la rubia se dirigió hacia la puerta.
Y cuidadosamente comenzó a girar la perilla, esperando que Félix no estuviera de guardia afuera.

Quedaba poco para abrir la puerta y obtener su anhelada libertad.
Si no fuera por la apariencia de una mano que cubría tus ojos, te impedía ver ...

Si no fuera por la apariencia de una mano que cubría tus ojos, te impedía ver

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La hija perdida de Anastácio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora