"No eres tan inútil"

60 3 0
                                    

En un campo de dorados trigales, una sudorosa moza recoge el grano recién cortado. Sucios sus ropajes y percudidas las manos y el cuello, muchos la confundirían con un chinchón en la tierra. El afán no le permite ver más que los goterones salados que se deslizan por su nariz y mueren en su raído delantal. Un repentino golpe en la cabeza le desajusta las ideas haciéndola voltear confundida. Es Enzo, su hermano, que mueve la boca sin parar.

—¡Ágata! Levántate de ahí, la mamma te busca —Le dice, acompañado de unas señas absurdas que ella comprende inmediatamente.

Ya en la humilde vivienda familiar, oscura y pequeña como el interior de un honor,  Ágata es presentada delante de dos mujeres: una, vieja con cara de rata, y la otra un poco más joven, también con cara de rata pero de las que comen queso todos los días. Ambas se frotan la nariz ofendidas por el olor a hollín que desprenden las rusticas paredes.

—¿Está segura que no oye? —pregunta la rata vieja.
—Nada, ni cuando le cayó un relámpago al lado pudo oír algo.
—Responde orgullosa la madre de Ágata.
—Llévela mañana temprano, que se bañe y se ponga ropa limpia.

La muchacha no escuchaba nada, pero entendía todo. Los coscorrones de Enzo le habían enseñado a leer los labios.

Las mujeres se van complacidas como si hubiesen encontrado una joya mientras su madre y su hermano la ven con satisfacción por primera vez en 15 años .

—No eres tan inútil hermanita, quien lo diría  —le dice Enzo sonriendo, revolviéndole el cabello.

El Silencio De Ágata Donde viven las historias. Descúbrelo ahora