Capítulo 8

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Cuando abrí los ojos pude ver el cielo oscuro de Mirum, y las estrellas, y el Dunx, y las Dacmias. Pero algo era diferente aquella vez, algo se sentía diferente. De repente, estar en Mirum fue una sensación completamente diferente a la de antes.

—¿Qué demonios fue lo que...? ¿Demonios? ¿Qué...? —De repente, el recuerdo de lo que había sucedido antes de caer inconsciente llegó a mi mente—. ¡Hoeni! —Me levanté de suelo, tambaleante. Busqué a la dríada con la mirada, pero no la vi—. ¿Hoeni? —Sentí una opresión dentro de mi pecho—. ¡Hoeni! —grité—Comencé a gritar su nombre y correr, preocupada. No lo veía por ningún lado.

¿Qué había pasado? ¿Dónde rayos estaba Hoeni?

—¡Hoeni! —De repente el rostro de Hoeni apareció en mi mente. Ella tenía de nuevo esos ojos negros y aquella aterradora mirada perdida. Pero su rostro desapareció el instante.

Miré, desesperada hacia todos lados hasta que la vi.

La vi en el cielo, con sus ojos negros, humo y rayos. La vi caer.

Corrí hacia ella.

Cuando llegué a donde había caído, me arrodillé a su lado, y contemplé su rostro, su piel morena, sus párpados y sus labios que, después de unos minutos de estar viéndola, esbozaron una pequeña sonrisa que me contagió a mí y, entonces, ella abrió sus ojos, y grité.

Sus ojos no eran verdes como antes, ni tenían brillo ni vida. Sus ojos seguían negros y, con la sonrisa que tenía, su rostro se convirtió en algo completamente siniestro.

Cuando abrí los ojos, mi corazón latía mucho más rápido que cuando tenía al Hoeni cerca. Cuando abrí los ojos, vi el cielo nocturno y el Dunx reinando en lo más alto de este, y las Dacmias, y las estrellas, y los ojos verdes de Hoeni, su brillo, y su vida. Ella estaba arrodillada a mi lado.

—Tranquila—dijo ella—. Todo va a estar bien. Solo fue una pesadilla—explicó.

Tragué una gran bocanada de aire con la intención de que el ritmo al que marchaba mi corazón se apaciguara. Estaba asustada, y mis fosas nasales aspiraban el olor de mi propio miedo.

—¿Una pesadilla? —pregunté. Mi sonó apagada.

—Sí, una pesadilla.

Quería preguntar qué era eso, pero tenía que hacerle una pregunta mucho más importante. Tenía que preguntarle qué había hecho y qué rayos había pasado.

—Hoeni.

—¿Sí? —dijo ella con una sonrisa.

—¿Qué fue lo que hiciste? ¿Qué fue lo que creaste? —pregunté, asustada. El simple hecho de recordar lo que había sucedido, me aterraba.

Vi los ojos de Hoeni humedecerse después de escuchar mi pregunta.

—Yo...—Suspiró—. Yo creé... creé...

—¿Qué? ¿Qué creaste? —interrogué.

—El mal.

—¿El mal?

—Sí.

Acomodé mi cuerpo para poder sentarme sobre el suelo y poder mirar a Hoeni directamente a los ojos. Aquello no era lindo, y lo sabía. Aquello significaba algo aterrador, como lo que había vivido antes. Doloroso, horroroso.

—Eso no suena bonito, Hoeni. Lo que sucedió no fue bonito. No fue muy Mirum... fue horrible—dije, y mis ojos también se humedecieron.

—Lo sé, Noelin. Pero ahora la maldad hace parte de Mirum, y también las pesadillas—explicó con la voz quebrada—. Yo quería crear eso, pero Kala me lo pidió. Le pregunté muchas veces si era necesario, y ella me decía que sí. No entiendo para qué... Fue horrible, lo sé. También fue para mí.

MIRUM: El Origen de las DríadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora