Capítulo 5

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Hoeni me pidió que me sumergiera más, y así lo hice, junto a ella. Debajo del agua, aquellas criaturas cristalinas se veían aún más hermosas que antes. Más radiantes, más reales. Las Vetlars, con sus muchos tentáculos, se veían realmente espléndidos moviéndose en su medio. El agua.

Allá abajo, tenía que aguantar la respiración. Allá abajo no podía ver bien cada detalle del cielo nocturno de Mirum. Allá abajo solo eran las especies recorriendo su inmenso habitad. Porque sí que era inmenso. Desde donde estaba, podía mirar hacia la izquierda, o hacia la derecha, pero para donde quiera que mirara todo parecía ser infinito.

Los latidos de mi corazón se aceleraron cuando sentí que ya no podía aguantar la respiración un segundo más, y ya con esa señal, comencé a patalear y a impulsarme hacia arriba. Por suerte, no nos habíamos sumergido muy profundo, y no tardé nada en sacar mi cabeza a la superficie. Hoeni subió inmediatamente después de mí. La respiración de ambas era agitada.

—Subamos—me dice.

Asentí. Hoeni se elevó, y segundos después, me vi atraída por su fuerza, y salimos del agua, empapadas. Ya había dejado de llover, y todo estaba sumido en un silencio abrumador.

—¿Y ahora qué?

—Vamos a dormir—respondió la Dríada.

—¿Dormir?

Hoeni asintió.

—Sígueme.

Aún en el aire, Hoeni comenzó a moverse, y yo, atraída por su fuerza, la seguí. Durante el camino, no vi más que las estrellas y su cabello verde caer sobre su espalda. Anduvimos en flotando por un largo tiempo hasta que debajo de mis pies pude ver que ya no había más agua. Había tierra firme. Una tierra seca, iluminada por las Dacmias que se movían en el cielo. Miré a Hoeni y ella simplemente asintió, indicándome que era el lugar.

Bajamos, y me senté en el suelo. Ella se sentó a mi lado.

—Y... ¿Qué es dormir? —pregunté.

—Acuéstate—dijo ella, tirándose sobre la tierra. La imité—. Cierra los ojos—Eso hice.

—¿Y ahora qué?

—Silencio.

No dije más nada. Segundos después, sentí una pesadez invadir mi cuerpo. Sentía que mis ojos pesaban...

—¿Cómo sabes tanto? —pregunté con una voz tan débil que fue, probablemente, casi inaudible. Pero ella lo escuchó.

—Yo no sé nada. Es Kala, quien lo sabe todo. Yo solo la escucho...

Creo que Hoeni dijo algo más, y si lo hizo, no lo escuché, porque todo perdí el conocimiento. Porque toda yo, se durmió.

Cuando abrí los ojos, después de no sé cuánto tiempo, me sentía completamente nueva. Me sentía como si algo pesado se hubiese caído de mi espalda. Cuando abrí los ojos, y miré hacia el cielo, este ya no estaba oscuro, ya no había estrellas ni Dacmias. El cielo de Mirum era de un color azul claro, y el Hydand brillaba en lo más alto de este. El Hydand, ese enorme espiral hecho de polvo de estrellas. Tan bello, y espléndido.

Hoeni, yacía a mí lado. Aún estaba dormida, y su cabello verde caía sobre su rostro, su piel morena se veía más oscura ahí donde su cabello la cubría. Su cuerpo curvilíneo era iluminado por la luz del astro que nos alumbraba aquella vez.

MIRUM: El Origen de las DríadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora