Capítulo 11.

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En nuestra gran carrera por salir del autobús, Josh se chocó contra una viejecilla. ¡Menuda risa! La mujer, cabreadísima, le pegó un tortazo en toda la cara. No respondió a las grandes disculpas del chico, se dio la vuelta y se fue.
Josh se mordía el labio. Yo iba a su lado, pero casi en el suelo del ataque de risa que me dio. No podía parar.
Aún seguía riéndome cuando el camarero nos sirvió un café a cada uno.
- Bueno, ¿ya, no? - Dijo, fingiendo enfado.
Seguí riéndome.
-un poco más, espera.
Seguí un poco más, y paré.
- ¿Ya has terminado?- fingió seriedad.
- Sí, señorito sofisticado
Los dos nos miramos y sonreímos. Nos quedamos mirándonos unos segundos. Fue bonito. Entonces me di cuenta de que nos estábamos mirando, y se volvió terriblemente incómodo. Aparté la vista. Él no lo hizo.
Jugueteé con mi vaso de cartón de Starbucks, me toquiteé e pelo. Josh me observaba.
Joder, era muy incómodo. Nadie hablaba. Silencio, maldita sea, silencio incómodo.
Debería sacar un tema de conversación. Quería preguntarle sobre la chica de su perfil. Pero no; iba a parecer una obsesionada. Mejor callarme.
Los dos nos terminamos el café. Josh pagó y salimos de la cafetería. Hacía un frío helador, y yo no tenía abrigo. Había sido tan estúpida de no coger abrigo.
- ¿Quieres que te acompañe a casa andando? Hace una noche preciosa
- ¿Una noche preciosa? Hace un frío que te cagas, y todo está lleno de niebla.
- Eso es lo bonito, Lea.- Me miró de una manera extraña.- ¿Dónde vives?
Le dije mi dirección. Estaba algo lejos del centro, pero me animó a ir a pie.
No andamos mucho hasta que me dio un escalofrío.
- ¿Tienes frío?
Asentí. Josh se quitó el chaquetón y me lo puso sobre los hombros. Noté como un olor masculino se apoderaba de mi. Me encantaba ese olor.
Al quitarse el chaquetón dejó ver una camiseta de manga corta, algo ajustada.
Me fijé en sus brazos.
En sus musculosos brazos.
Creo que él se dio cuenta, así que intenté disimular mirando hacia otra parte.
- ¿Estás loco? Te vas a helar. - le quitó importancia con la mano y me dedicó otra de sus fabulosas sonrisas.
Pasamos el resto del camino sin hablar. No fue tan terriblemente incómodo.

Mi casa. Habíamos llegado. Ahora tendríamos que despedirnos. ¿Cómo? Un abrazo sería extraño, un simple adiós, soso. Un beso sería impensable.
- Ya está, Josh. Es mi casa.
- Ah.- puso una mueca, que en seguida transformó en una sonrisa algo falsa.
- Hasta la próxima- Me despedí. Sí que fue incómodo.
Me di la vuelta. Sabía que él me estaba observando.
Dudaba que se iría hasta que entrase. Llegué al porche de mi casa y me di la vuelta para ver si seguía ahí. Efectivamente.
- Lea, espera.- Le miré- Mi abrigo.
- Ay, sí. Casi se me olvida.
Volví corriendo a donde él estaba. Me quité el chaquetón y se lo di, temblando de frío.
Pero no me moví. Me quedé quieta, no sé por qué.
Él tampoco se movió. Esperó unos segundos. Después, se acercó a mi y se agachó para estar a mi altura.
Me miraba fijamente a los ojos.
Oh, Dios mío. ¿Me iba a besar? No, ¿verdad? No lo haría.
No lo hizo. Simplemente, se dio la vuelta y se fue. Se fue por donde había venido.

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