La tarde transcurrió como siempre. Larga y pesada. Mis padres aparecieron no muy tarde, con una expresión extraña proyectada en su rostro. Intenté averiguar qué significaba aquel gesto. Pero no pude. No parecía de dolor, tampoco de alegría. ¿Agridulce? Bueno, se podría denominar así.
Como todas las noches, me puse a decidir qué ponerme. Abrí el armario.
Decepción absoluta. Mi ropa era una mierda. Sudaderas, mayas y camisetas anchas. Ninguna camiseta ajustada, ninguna falda, ningún jersey fabuloso. Ni si quiera unos tristes pantalones de colores. ¿Qué me podía poner, si todo era igual?
Inspeccioné cada prenda con la esperanza de encontrar algo mono, pero mi búsqueda no dio resultados.
Entonces recordé, tenía unos pantalones de flores blancas que conjuntaba con un jersey claro. ¿Dónde estaba?
_¡Mamááááá!
Mi madre llegó deprisa.
- ¿Qué pasa?
- Tenemos que ir de compras. ¿Has visto la de basura que hay en mi armario!
- ¡Pero si tienes un montón de ropa!
- Sí, pero es toda igual, joder.
- A cuántas les gustaría tener toda la ropa que tienes tú, Lea.
- A nadie- Respondí cortante. Ella me lanzó una mirada de odio, se dio la vuelta y salió de la habitación.
¿Y ahora qué hacía? ¿Por que me daba cuenta de mi problema modístico justo en este momento, si nunca antes me había fijado? No tenía sentido. Nada tenía sentido.
No me quedaba otra, más que elegir algo de mi monótomo armario. Escogí unos vaqueros medianamente ajustados y un top de flores. No era gran cosa, pero algo era algo.
Y con esa preocupación me fui a la cama.
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Historia de amor, o algo parecido
Novela JuvenilRealmente las historias de amor no eran mi punto fuerte. Los odiaba a todos y a cada uno de ellos. Jamás había tenido una relación. Me dedicaba a sobrellevar mi desastre de vida y mi loca familia, llevando algo bien los estudios y engañándome un poc...