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En simplemente unas horas se le fueron dados tres trabajos y fijadas cuatro pruebas para las próximas semanas.

Volvía a casa luego de la jornada escolar con un millón de pensamientos en su cabeza; ya estaba estresada. Seguramente dejaría pasar algunos días para poder organizarse, por ahora intentaría terminar las series pendientes y salir con sus amigos. Dejar las cosas para última hora era su especialidad, sin duda.

Pasó la mirada por el suelo y sonrió al ver cómo su deforme sombra movía las piernas; ridículo. Se asustó al sentir una presencia a su lado, notando una silueta más alta bajo los rayos del Sol. Giró su cabeza y abrió sus ojos con sorpresa.

— Oh, ¡Yuna! — Exclamó.— ¿Qué haces aquí?

— Te dije que te acompañaría a casa. — Apuntó hacia el frente con su dedo índice. —  Ni siquiera me esperaste, corrí pensando que ya estarías en casa, caminas como caracol. — Exageró.

— Perdón, lo olvidé. — rascó su nuca. —  Estaba organizando mi día en mi pequeño cerebro, pero no resultó muy productivo. — rio.

Yuna observó a su alrededor con disimulo, estaban completamente solas. Sin pensarlo dos veces, Yuna la empujó con violencia hacia el callejón más cercano. El impacto hizo que Hannah perdiera el equilibrio y cayera sobre el húmedo y sucio suelo. El sonido de su cuerpo golpeando el pavimento resonó.

—¡Yuna! ¡¿Qué demonios crees que estás haciendo?! —gritó Hannah, su voz temblorosa mientras se llevaba la mano al trasero, sintiendo el golpe. Su cuerpo todavía vibraba con la sorpresa y el dolor. Levantó la vista, buscando una explicación en los ojos de su amiga, pero lo que vio la hizo estremecer.

Yuna, con la respiración entrecortada, la miraba con una expresión retorcida. No había rastro de la chica que conocía. Sus labios se torcieron en una sonrisa que no encajaba con la situación, cargada de algo oscuro, algo amenazante.

—Ya tienes gente protegiéndote, ¿no? —murmuró Yuna, su voz baja, casi un siseo, cargada de resentimiento. —¿Quiénes son esos que se están metiendo en nuestros asuntos? —sus palabras se entrecortaban, como si algo la estuviera consumiendo por dentro. —Llevo meses... meses resistiéndome a lo que eres. A tu maldita sangre... —la respiración de Yuna se volvió más irregular, su pecho subiendo y bajando con un ritmo inquietante.

Hannah retrocedió en el suelo, tratando de entender lo que estaba pasando. Su mente no lograba procesar las palabras que salían de los labios de su amiga. —¿De qué hablas? —preguntó, el miedo ya comenzando a filtrarse en su voz, mientras intentaba levantarse. —Yuna... ¿Qué está pasando? —Su voz era un susurro ahora, cargada de confusión y un creciente terror. Sentía que algo estaba terriblemente mal, como si una sombra oscura hubiera tomado el control de Yuna.

—Eres irresistible —continuó Yuna, acercándose lenta, pero decididamente—. No puedo más... tengo que llevarte... pronto. —Sus ojos estaban fijos en ella, llenos de un deseo que no pertenecía a una amiga.

—Yuna, tranquila... por favor —intentó Hannah, su corazón latiendo desbocado en su pecho—. Si me explicas... yo puedo entender. Podemos arreglarlo, lo que sea que esté pasando... —Hannah intentaba sonar razonable, calmada, pero el miedo la estaba envolviendo cada vez más rápido, como un manto helado. Sabía que algo extraño estaba sucediendo, pero no podía comprender qué.

La mirada de Yuna se endureció. —No quiero tu perdón. —Se acercó más, con una rapidez escalofriante, y tomó a Hannah por los hombros, sus dedos clavándose en su piel sin ningún cuidado, como si estuviera hecha de papel. —Lo siento, Hannie —dijo con una sonrisa maliciosa, sus ojos achinándose de una forma casi inhumana.

AB Negativo » Lee Know Donde viven las historias. Descúbrelo ahora