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Tomaba la cabeza entre sus manos, mientras que en su mesa era tirada otra de las temibles pruebas de historia; ¡cómo odiaba esa materia! Y para qué hablar del profesor Min, el cual sólo se dedicaba a sentar su trasero en la silla y dictar un par de palabras. El promedio de Yeong Hannah no era de los mejores, pero claramente este ramo le estaba haciendo la vida imposible.

Recibió la prueba, dando una tímida sonrisa a su maestro, la cual fue descaradamente rechazada. Rodó los ojos, decidiéndose a empezar el examen. Dio un par de vueltas por las hojas de esta y rellenó sus datos. Leyó la primera pregunta, y desde ese momento supo que no había comprendido absolutamente nada de lo que había estudiado el día anterior.

(...)

El timbre sonó, indicando el receso. Hannah salía del salón con una mueca triunfante, demostrando a sus amigos lo bien que lo había hecho; lamentablemente todos conocían su estúpida técnica.

— Te fue muy bien, ¿no es así, Yeong? — inquirió sarcásticamente Hyunjin, cruzado de brazos.

— Claro que sí. — respondió, alzando la cabeza. — ¡Voy a reprobar! — Hizo un pequeño puchero abultando sus labios.

— Hannah, estás exagerando. — Habló ahora su amiga, Yuna. — ¿desde cuándo tú tan preocupada por un examen?

— ¡Mamá va a matarme! Le prometí que esta vez mejoraría mis notas, estamos a mitad de semestre y mis calificaciones son un asco, ¡para qué hablar de historia! Además, estamos en último año, no quiero desperdiciar el tiempo repitiéndolo. ¡Quiero llorar! — Apoyó la cabeza en el hombro de su amigo, estaba decepcionada de sí misma. Sus compañeros rieron con algo de ternura.

— Nos hubieras pedido ayuda. — Habló el chico observando a su derecha. Yuna asentía. — Claramente no somos los mejores, pero seguro que entendemos más que tú. — dijo con una sonrisa graciosa; la chica retomó la postura para propinarle un golpe al pecho de Hyunjin, algo ofendida.

Caminaron hacia el patio de la escuela para tomar algo de aire y relajarse luego de ese complicado examen que se les imponía mensualmente. Para Hannah era totalmente difícil no rendirse a estas alturas. Ponía atención en clases, pero su coeficiente intelectual no estaba al nivel de los demás, eso le preocupaba un montón; más a su madre. Pensaba a cada momento en ella, en lo que le ha ayudado llevándola a clases extra, gastando dinero, confiando en...

— ¡Hey, peliazul! — exclamó Yuna refiriéndose al llamativo cabello de Hannah, agregando un leve golpe en su codo e interrumpiendo sus pensamientos. — Te estamos hablando.

— Ah, lo siento. — sonrió, agachando la cabeza.

— ¡Ya! Deja de preocuparte tanto. ¡Hoy mismo vamos a estudiar en casa! — Propuso a la chica con seriedad, pasando el brazo sobre los hombros de Hannah.

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