s i e t e

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— Sí. — Respondió Minho luego de una pausa que pareciera durar una eternidad. Sus ojos, normalmente implacables, revelaron un destello de complejidad emocional al pronunciar esa palabra. — Al fin y al cabo, somos humanos en muchos aspectos. Pero más que algo bonito, enamorarse sería un arma de doble filo.

Su voz, aunque era firme, llevaba una sombra de dolor y resignación. Continuó, sus palabras eran elegidas cuidadosamente.

— Estamos expuestos a un peligro constante. La gente nos teme, y no los culpo. No se trata solo de sentimientos, esto es una cuestión de supervivencia... y de autocontrol. Si no puedes dominar tu hambre, podrías terminar hiriendo a la persona que más amas. — Sus ojos se desviaron, como si intentara escapar de un recuerdo enterrado, pero persistente. — Lo he visto. La primera vez fue con Bang Chan. Estaba... destrozado. La había... devorado. Era su novia, y él no pudo controlarse. Fue... fue algo espantoso. La imagen de él, desmoronándose, ahogado en la culpa, nunca ha dejado de perseguirme.

Hannah quedó paralizada, sus ojos abiertos de par en par mientras tapaba su boca con las manos, incapaz de procesar la magnitud de lo que acababa de escuchar. Al ver la vulnerabilidad en los ojos de Minho y el tormento en su expresión, sintió un escalofrío recorrer su espalda. Las palabras del castaño resonaron en ella también como una advertencia.

— Por eso... también me sentí terrible el día en que casi te hice daño. — Sus palabras se quebraron un poco, como si aún lo atormentara la sombra de ese momento. — Tenía miedo, mucho miedo.

(...)

Gracias a Minho, Hannah ahora tenía una variedad de alimentos para disfrutar durante la semana. Por fin, podía dejar atrás los días de fideos instantáneos tres veces al día y pensar en algo más. La idea de tener opciones la hacía sonreír en silencio mientras caminaban de regreso a su hogar.

Al llegar a su modesta morada, en medio de la oscuridad absoluta de la noche, se sorprendieron al ver al albino en compañía de un chico que Hannah nunca no había visto antes. El joven tenía un aire muy tierno; su cabello rubio estaba ligeramente despeinado y sus pecas se destacaban en su rostro, dándole un aspecto juvenil y encantador.

— ¿Por qué estás usando esa gorra tan fea? — preguntó Chan, arrugando el ceño con una mueca divertida en cuanto la vio entrar.

— Hola, ¿Cómo fue la escuela? ¿Tienes hambre? Sí, sí, gracias. — Hannah respondió con un toque de ironía, dejando su mochila y la gorra en el suelo cerca de la entrada. Su mirada se desvió hacia el rubio, su curiosidad palpable. — ¿Y él? — preguntó, señalando discretamente al desconocido.

— Un amigo. — Minho respondió con una frialdad inusual a estas alturas, mientras se dirigía a guardar las cosas recién compradas. — Félix.

— Hola. — Félix alzó una mano en un saludo algo torpe, esbozando una sonrisa nerviosa. Su piel pálida resaltaba en el cálido resplandor de la habitación, pero algo en su expresión cambió de repente. Sus ojos se abrieron, y un atisbo de incomodidad mezclado con algo parecido al anhelo cruzó su rostro. — Dios... el aroma es... abrumador. — murmuró, llevándose una mano a la boca y la nariz, claramente luchando por mantener la compostura.

Hannah frunció el ceño, sus ojos alternando entre Félix y Minho, buscando alguna señal de qué estaba sucediendo. — ¿Está... todo bien? — preguntó con cautela, sin estar segura de si lo que veía era nerviosismo o algo más profundo.

— Creo que no se resiste a tus encantadores glóbulos rojos, pelo arándano. — Minho soltó la burla desde la cocina, con un tono cargado de diversión. Sin embargo, sus ojos traicionaban una sombra de preocupación, un ligero destello que solo Hannah pudo notar.

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⏰ Última actualización: 15 hours ago ⏰

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