Cuatro

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Toda la noche estuvieron de fiesta, celebrando el cumpleaños del jóven Rey de Dragones, Katsuki Bakugo. Todo fue agradable. Estar con sus amigos y con las personas que lo querían, que lo apoyaban y protegían. Pero no pudo pasar mucho tiempo con su esposo. Eso si que era molesto para el.
Todos bebieron mucho, comieron mucho y rieron mucho. Realmente fue agradable para el rubio. No le gustaban mucho las fiestas, pero pues esta era especial.
Todoroki, Inasa e Iida tuvieron que volver a su reino. Los demás se fueron cada uno a su respectiva casa.

— Joder... Que noche.

Katsuki se sienta en la cama, apoyando sus brazos en la misma. Estaba un poco borracho, con el alcohol corriendo con sus venas. Su esposo peliverde se acerca a el, acariciando su rostro.

— Lo siento, no llegué a hablar personalmente contigo. Pero por fin puedo decirte Feliz cumpleaños, Kacchan.

Besa los labios de su esposo con cariño. El rubio tomó con sus manos la cintura de su peliverde, para luego abrazarla. Al fin podían estar a solas. Fue una tortura esperar todo el maldito día para que llegue este momento.

— Ahora te daré tu regalo... Puedes abrirlo.

Se separa del beso quedando a unos pocos centímetros de su rostro. Tomó las manos del cenizo, para ponerlas sobre los botones de su camisa. El mismo comprendió a la perfección cual era su regalo y le encantaba. El mejor regalo de la puta historia.

— Mmm. ¿El regalo es comestible?

— Por completo.

El rubio relamió sus labios, mostrando sus colmillos filosos con una sonrisa malévola. Sus manos comenzaron a desabotonar con lentitud la camisa blanca que su pareja solía llevar. La misma estaba hecha con los más finos materiales. Después de todo era el maldito esposo del Rey Bakugo. Tenía todos los lujos y a veces le incomodaba. Después de todo 15 años vivió en medio del frío y la desnudez, comiendo pan duro con agua o leche.

— Voy a devorar cada rincón de mi regalo.

Susurró en la piel de su cuello. El peliverde mordió su labio por la placentera vibración que sintió en esa zona tan sensible de su cuerpo. Ambos gracias al alcohol se sentían excitados, así que no tenían que hacer mucho para que sus miembros estén por explotar dentro de sus pantalones.
Katsuki besó, mordió y marcó el cuello de su esposo. Amaba marcarlo, amaba clavar sus dientes en esa deliciosa y blanca piel.
Al estar tan encerrado por tantos años, la piel de Izuku era muy blanca y eso le fascinaba a Katsuki. Amaba cada centímetro de Izuku y disfrutaba mucho tener sexo con el. Lo amaba con toda su alma, pero también lo deseaba siempre. Era como un fuego permanente que nunca se extinguía.

Estaba completamente enamorado de Izuku.

Katsuki acercó sus labios a sus pezones, para succionarlos y juguetear un poco con ellos. Izuku se retorcía en sus brazos, acercando su mano a su miembro para acariciarla por sobre la tela. Un gruño se ganó del rubio.
Poco a poco la ropa fue quedando dispersa por los suelos. Izuku estaba sentado sobre el regazo del rubio, moviendo suavemente sus caderas sobre su miembro. Sentía como ese pedazo de carne acariciaba su sensible entrada, la cual estaba hambrienta por sentirlo dentro. Quería que lo cogiera con todas sus fuerzas y Katsuki quería cogerlo con todas sus fuerzas.
Las manos del último delineaban su espalda, su cintura y sus caderas; partes del cuerpo del menor que lo volvían loco, que lo excitaban con sólo verlo. Pero su parte favorita era su bonito trasero, que siempre lo envolvía bien cada vez que metía su pene en el.

All   Mine ⎟⎟ ᴷᵃᵗˢᵘᴰᵉᵏᵘDonde viven las historias. Descúbrelo ahora