7- trampa de besos

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Volvemos al salón de juegos para ver si Jouna y Fleur regresaron allí, me abro paso entre la gente, pasando por las máquinas de videojuegos y llego a la mesa de billar

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Volvemos al salón de juegos para ver si Jouna y Fleur regresaron allí, me abro paso entre la gente, pasando por las máquinas de videojuegos y llego a la mesa de billar. Advierto que mis amigos no están y Fleur no contesta a mis llamadas.

-Parece que se fueron- le digo al pelirrojo Murphy con un suspiro de frustración

- ¿Tienes cómo volver a casa?-pregunta.

-No puedo creer que Fleur me haya dejado tirada- repongo, poniéndome de puntillas para mirar entre la gente aunque sé que es en vano.

Oliver me sigue unos pasos más dando sorbos a una botella de agua que compró para bajar las nauseas. Se había ofrecido a comprarme una pero no me gusta que la gente gaste en mí.

No hay rastros de mis amigos por ningún lado y Oliver luce tranquilo, eso me pone más inquieta ¿Dónde carajos se metió Fleur? Espero que no esté en una noche apasionante con Smith porque voy a matarla. Hice de Cupido para que aprovecharan el tiempo en el parque, no para que me abandonara.

Rebusco en mi pequeña mochila y saco el móvil, no hay llamadas de ninguno de los dos ni mensajes y no tengo dinero para un taxi. Vaya coincidencia de película.

-Si quieres puedo llevarte.

Me lo pienso un momento, no estoy tan loca como para hacer autostop o irme con un extraño, tampoco es como si tuviese que huir de Oliver. Él era mi ¿compañero? Bueno, que no lo conozco de hace dos días como para armar tanto jaleo.

- Está bien- acepto cansina.

Veinte minutos después recorrimos el aparcamiento en busca de la moto del padre de Oliver. Todavía me tiemblan las piernas por la experiencia de la montaña rusa, pero no es suficiente para que la rabia no hierva nuevamente al pensar en que mis mejores amigos me dejaron tirada.

Finalmente Oliver avanza hacia una moto negra que descansa sobre la pata de apoyo. Él se monta y con un gesto señala el asiento de atrás.

-No me gustan las motos, pero mamá precisaba el auto- excplica.

- ¿Es broma? Es bonita y la única cosa que sé conducir-dije. Me había montado solo un par de veces pero era una sensación agradable- aunque también me gustan más los autos.

Él se coloca su casco y me alcanza otro que supuse era de Henry, de repente ponérmelo me da un poco de repelús, recordándome a su actitud tan grosera.

Lo tomo, subo a la moto y percibo cuán incómodo es el asiento estrecho debajo de mí. Sin duda perdí la costumbre. Me coloco el casco y salimos de la plaza de aparcamiento.

El movimiento repentino hace que me agarre de su camisa con fuerza para mantener el equilibro. Él busca mis manos y cuando las encuentra las posa en su cintura.

- ¡No manejo muy bien!- lo noto cada vez que pisa el freno con brusquedad y nuestros cuerpos se van hacia adelante.

En la carretera, Oliver acelera y dejo de sentir la incomodidad de que mis muslos se ciñan a los de él. Enserio maneja mal, pero la sensación del viento y la ligereza es agradable.

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