¿Buscó a Taehyung? Visitó su casa en Seúl incontables veces, incluso cuando otra familia vivió ahí, y conoce Daegu mejor que Busan, su ciudad natal.
¿Insistió con llamadas y mensajes? Algunos años después de que se fuera, escribía o llamaba una vez más, con la esperanza de que finalmente le contestara. Así como eso no pasó, dejó de insistir con el tiempo.
¿Llamó a su familia? Únicamente tenía el número de SeokJin, pero él tampoco contestó.
¿Fue difícil volver a la universidad sin él? Por supuesto. Extrañaba su presencia y las burlas hacia él no se hicieron esperar. No ocupó el puesto de Taehyung como el rarito de la universidad porque supo cómo defenderse. De alguna manera eso hacía que no lo olvidara.
¿Preguntó por él a los maestros? Recibió una respuesta de "hizo un intercambio", pero ninguno le dijo a dónde fue.
¿Lo extraña hasta el día de hoy? Sí, lo hace, aunque no quiere admitirlo de ninguna manera.
Porque está a sólo minutos de su graduación y no puede pensar en otra cosa que no sea en que realmente le gustaría que el castaño estuviera a su lado con ese mismo gorro y ridícula bata, felices y animándose mutuamente de que finalmente terminaron la universidad y podrían ejercer su carrera como médico.
Pero claro, eso nadie lo sabía.
Jeon Jungkook había cambiado, quienes lo conocían más a fondo lo notaron.
¿Sonrisa aniñada? Suertudo serás si te dedica una sonrisa socarrona o falsa.
¿Ojos intensos y brillantes? Aún intensos, mas no quedaba rastro de ese brillo característico que solían tener.
¿Amable? Con quien realmente lo considerara necesario, y eran muy pocas personas.
¿Tierno? La palabra no estaba en su vocabulario ni actitud.
¿Fingía? Claro que no, ya le importaba una mierda lo que pensaran realmente de él.
¿Sus padres creían que él estaba bien? No, pero no les dejaba entrometerse para nada en su vida. No podían hacer mucho.
La ceremonia inició y todos estaban en sus respectivos asientos, unos más emocionados que otros.
Jungkook quería que todo terminara pronto.
Al ser el mejor estudiante de su año, fue el primero en ser llamado para recibir su título. Los aplausos de cortesía resonaron y escuchó a sus padres felicitarlo desde el fondo del auditorio, pero sólo los ignoró y mostró la mejor sonrisa que pudo hacer cuando recibió el título.
Así fueron pasando sus distintos compañeros a recibir el mismo cartón que él, unos más apoyados que otros sólo por la popularidad que tenían.
Al todos tener su título, fue llamado por el director para que se parara enfrente de todos y dirigiera el famoso juramento médico.
El azabache se colocó delante del micrófono dispuesto para él, abrió la carpeta que contenía lo que debía recitar y levantó su mano derecha a símbolo de promesa, esperando que el resto también hiciera lo mismo.
—Como miembro de la profesión médica: prometo solemnemente dedicar mi vida al servicio de la humanidad;
Velar ante todo por la salud y el bienestar de mis pacientes;
Respetar la autonomía y dignidad de mis pacientes;
Velar con el máximo respeto por la vida humana;
No permitir que consideraciones de edad, enfermedad o incapacidad, credo, origen étnico, sexo, nacionalidad, afiliación política, raza, orientación sexual, clase social o cualquier otro factor se interpongan entre mis deberes y mis pacientes;
Guardar y respetar los secretos que se me hayan confiado, incluso después del fallecimiento de mis pacientes;
Ejercer mi profesión con conciencia y dignidad, conforme a la buena práctica médica;
Promover el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica;
Otorgar a mis maestros, colegas y estudiantes el respeto y la gratitud que merecen;
Compartir mis conocimientos médicos en beneficio del paciente y del avance de la salud;
Cuidar mi propia salud, bienestar y capacidades para prestar una atención médica del más alto nivel;
No emplear mis conocimientos médicos para violar los derechos humanos y las libertades ciudadanas, ni siquiera bajo amenaza;
Hago esta promesa solemne y libremente, empeñando mi palabra de honor—
Los gritos de felicidad por finalmente graduarse llegaron, las familias y amigos felicitaron a la persona a quien venían a ver, los distintos grupos se formaron por última vez en el campus para hablar sobre la fiesta.
Jungkook sólo recibió las felicitaciones de sus padres y lo dejaron en la casa, ya que debían volver a trabajar.
El azabache dejó la bata y el gorro sobre su cama, abrió uno de los cajones de su escritorio y sacó de este el pequeño sobre blanco un poco gastado que de idiota aún guardaba.
—Lo logré— Susurró antes de depositar un pequeño beso sobre este y guardarlo nuevamente.
La escuela, la universidad, el trabajo; lugares que pueden dejarnos recuerdos tanto buenos como malos, donde encontraremos todo tipo de gente con la que conviviremos o no.
Y entre ese grupo de personas, casi siempre hay un "rarito".
Una persona que no habla con los demás.
Una persona que parece no interesarle su entorno.
Una persona que con el tiempo terminarás por ignorar y con suerte recordarás que existía.
En la universidad a la cual asistió Jeon Jungkook, esa persona fue un chico llamado Kim Taehyung.
Y Jungkook lloró y maldijo tantas veces por ese chico castaño, que le enfadaba aún más no odiarlo.
Estaba decepcionado y herido profundamente, claro que sí, pero su corazón no podía odiarlo si aún revoloteaba emocionado dentro de su pecho al recordar su sonrisa.
Aunque quisiera convencerse de lo contrario.
¿Fin?
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Done For Me | KookTae
FanfictionA Jungkook, la vida le enseñó que debía comportarse de la misma manera que la mayoría de las personas porque no aceptaban lo que era diferente a ellos. Cuando llega a la universidad, conoce a un castaño de facciones bonitas que representaba lo que...