A Jungkook, la vida le enseñó que debía comportarse de la misma manera que la mayoría de las personas porque no aceptaban lo que era diferente a ellos.
Cuando llega a la universidad, conoce a un castaño de facciones bonitas que representaba lo que...
Jungkook despertó cuando el repentino frío le embargó. Buscó con sus manos la figura del cuerpo contrario y comenzó a abrir los ojos cuando no lo sintió a su lado, encontrándolo en la ventana de su habitación, mirando el cielo nocturno.
Dirigió la vista al reloj en su pared y se sorprendió al ver que eran las diez de la noche. Sus padres probablemente estaban en una cena de trabajo si no golpearon su puerta a la hora en que suelen llegar.
Se levantó, vistió con sus pantalones y una camisa y caminó hasta el castaño, abrazándolo por la espalda cuando estuvo a su alcance y apoyando su cabeza en el hombro contrario.
—¿Cómo estás?—
—Bien... creo— Respondió sin mirarlo.
—¿Duele mucho?—
—No... podría doler más, o al menos pienso eso—
—Está bien, entonces— Miró en la dirección que su novio lo estaba haciendo, encontrándose con la majestuosa luna llena y las pequeñas estrellas que brillaban a su alrededor en esa noche de verano.
La Luna siendo la única testigo de las lágrimas que amenazaban con salir de los ojos de Kim Taehyung.
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Dos semanas habían pasado increíblemente rápidas y gratas para Jungkook, quien ahora se encontraba un poco decepcionado de que el castaño tuviera que volver a su casa.
Pero, según le había dicho, prometió a su madre y SeokJin volver después de dos semanas, estando realmente aliviado de conseguir que le permitieran quedarse con él.
—¿Quieres que vaya a dejarte?— Preguntó el pelifucsia una vez estaban fuera de su casa.
Se giró a verlo y sonrió. —No, gracias, puedo irme por mi cuenta—
Asintió, sin darle muchas vueltas al asunto. —Te enviaré un mensaje más tarde—
Taehyung mordió suavemente su labio inferior, antes de pasar sus brazos por el torso de su novio con fuerza y esconder su cabeza en su pecho.
Jungkook estaba un poco abrumado por el repentino movimiento, mas no tardó en atraerlo más a si mismo y besar tiernamente su cabeza. —Oh... ¿tanto me extrañaras?— El castaño susurró un "sí" contra su pecho. —Yo también te extrañaré, pero puedes llamarme o enviar un mensaje, incluso si es de madrugada, también podemos salir cuando quieras—
—Lo sé— Susurró mientras se separaba, para luego dejar un corto beso en los labios contrarios. —Nos vemos—
El pelifucsia se despidió de igual manera y lo vio tomar sus cosas del suelo, para luego mirar su espalda que desaparecía a medida que se iba alejando.
