Dulce periculum
[El peligro es dulce]
―Esa sección está bajo mantenimiento. Sólo habilitado para el personal de la Biblioteca ―los ojos de Paolo recorrieron a los cuatro adolescentes frente a él con desprecio―. Además, allá atrás no hay absolutamente nada de su interés.
Silvia sintió el odio crecer en su estómago, haciendo que sus manos se cerraran en dos tensos puños tras su espalda, ocultos por la maleta.
―¿Y la señora Rodríguez? ¿Dónde se encuentra?
Paolo enarcó una ceja, imperturbable.
―Terminó su turno antes de tiempo. Se sentía... indispuesta.
Ella no recordaba ningún momento donde la señora Rodríguez no hubiera estado tras el escritorio de la Biblioteca, pero decidió no hacer más preguntas. Ya le estaba costando lo suficiente disimular el movimiento dentro de su maleta como para arriesgarse a que el odioso Paolo se percatara.
―Bueno... gracias.
Apretó la mandíbula con fastidio ante la tensa sonrisa que Paolo esbozó.
―Siempre un placer en ayudar.
Maldito, pensó Silvia mientras se reunía con sus amigos, cerca de la sección de Aventura y Ficción.
―Tendremos que idear un plan B ―les informó, pasándose una mano por el cabello―. Paolo está increíblemente irritante hoy y no nos dejará entrar a esa habitación de ninguna manera.
―¿Cómo está Jackie? ―Preguntó Matteo―. ¿Estás segura que en tu maleta no se va a ahogar?
―No lo sé.
Sus ojos se agrandaron como si se le hubiera caído el alma―. ¡Silvia!
―¡Shh! Aquí no se grita ―le regañó Valeria, con un zape―. Además, podemos hacer una distracción para que dos de nosotros entren, ¿no? No debe ser tan difícil.
Noah chasqueó los dedos con una sonrisa de complicidad―. Me apunto a la distracción. Tengo una idea. Ustedes dos ―apuntó a Silvia y Matteo y señaló las estanterías de los libros de Ciencias que daban hacia la puerta de la habitación sofocante―, quédense por allá mientras Vale y yo les salvamos el trasero. No se demoren mucho, ¿okay? Ah, y tomen esto.
―¡Esperen!
Noah interrumpió a Silvia al empujarle su propia mochila, donde habían guardado el libro y una pequeña libreta donde Noah había apuntado sus incoherentes descubrimientos sobre el pintor antes de salir.
Y sin esperar respuesta, ambos chicos se escabulleron por el pasillo.
Silvia resopló, enterrando sus dedos en su cuero cabelludo―. Me van a explotar una vena, lo puedo sentir.
―Vamos, no hay tiempo de auto diagnosticarse ―la apuró Matteo, empujándola hacia el otro lado de la biblioteca.
A pesar de que Silvia sentía las yemas de sus dedos hormigueando (para nada por el hecho de volverse a quedar sola con Matteo, para nada), se las apiñó para no atraer más atención de la que ya estaban atrayendo con los pequeños sonidos de la maleta.
Habían decidido que no podían abandonar a la cuerva en el apartamento de Silvia, especialmente Matteo había insistido en el asunto, y como los cuervos no eran animales que precisamente fueran aceptados dentro de ninguna biblioteca de Gran Bretaña, habían tomado medidas desesperadas.
Noah, líder del Escuadrón de Ideas Idiotas Que De Alguna Manera Funcionan, había propuesto meterla en la mochila de Silvia, junto a un par de migajas de pan para que no fuera a aburrirse en el encierro.
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La Mansión Visconti
FantasyCon motivo de un informe de lectura, Silvia de Bonnel va a la Biblioteca Centro del Saber, la mejor y más antigua biblioteca de Inglaterra, a buscar un buen libro con el que pueda deslumbrar a su profesor. Además de encontrar el libro, Silvia se enc...