Faber est suae quisque fortunae
[Todo hombre es el artesano de su propia fortuna]
Fue instantáneo.
Apenas la cuerva voló dentro del baño, Silvia recuperó la respiración. Jadeó, trató de levantarse pero su pie se resbaló y volvió a caer contra quien fuera que la estaba sosteniendo.
Es Gallu, pensó, en medio de su desorientación. Me va a matar. Es Gallu. Me tiene aprisionada.
Levantó la mirada, con los ojos abiertos en pánico al techo —¡no podía respirar!— tratando de zafarse de los brazos que trataban de aprisionarla. Necesitaba levantarse. Necesitaba correr. Necesitaba salir. Necesitaba respirar.
—¡Silvia!
El grito retumbó en los oídos desorientados de la chica. Ella giró la cabeza a un lado, donde una figura acababa de arrodillarse junto a ella. Noah. No había buena iluminación, sólo la que se alcanzaba a filtrar de la habitación, pero era Noah. Su amigo Noah.
Silvia casi rompió en llanto al ver la arruga de preocupación en su semblante. Noah, que nunca se preocupaba, que siempre se mantenía controlado en las situaciones más estresantes—parecía mortificado.
Con un último impulso, se liberó de los brazos que la encarcelaban y se lanzó a los de su amigo, sujetándolo fuertemente.
—¡¿Qué pasó?! —chilló Valeria desde la puerta del baño. Se sostenía con ambos brazos contra el marco de la puerta, respirando casi tan agitado como Silvia.
Ella apenas podía pensar de manera coherente.
—La—la diosa... ella estuvo aquí... casi—casi me ahoga... casi...
Casi me mata.
Un sollozo amenazó con salir de su garganta.
—Vamos, tenemos que salir de este baño —susurró Noah, con la voz más suave que jamás le había escuchado.
Silvia se apartó y giró en su lugar, encontrándose con Matteo en el lugar donde ella se había caído. No había sido Gallu la que la había atrapado. Había sido Matteo, que había intentado sostenerla para que no fuera a golpearse la cabeza.
La culpa hizo que fuera difícil respirar—. Lo—lo siento.
El chico sacudió la cabeza, pequeños mechones cubriendo su frente.
—No importa. Vamos.
Él extendió una mano a Silvia y la ayudó a levantarse. Noah se puso en pie y levantó su mano, sosteniendo algo.
—¿Recuerdos de la diosa psicópata?
Sostenía un colgante con una esmeralda en el centro.
Silvia sintió un escalofrío. Se tambaleó y tropezó contra Matteo, tratando de alejarse del objeto.
—No creo que lo haya dejado con buenas intenciones —murmuró Matteo, rodeando a Silvia con su brazo.
Ellos dos salieron de baño hacia las camas, donde Valeria ya estaba esperándolos con una mano en su frente. Noah apareció detrás de ellos, sosteniendo el colgante con un pedazo de papel higiénico. Lo depositó encima de la mini nevera y ocupó el espacio al lado de Valeria, suspirando.
—Bueno... creo que esto es señal suficiente para darnos cuenta que estamos jodidos.
—Tenemos que repasar el plan —insistió Valeria—. Matt, ¿dónde está el diario?
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La Mansión Visconti
FantasyCon motivo de un informe de lectura, Silvia de Bonnel va a la Biblioteca Centro del Saber, la mejor y más antigua biblioteca de Inglaterra, a buscar un buen libro con el que pueda deslumbrar a su profesor. Además de encontrar el libro, Silvia se enc...