Todavía se encontraban en invierno, por lo que en la Ciudad de México el frío no disminuía a ninguna hora del día. Aun así, Valeria no quiso cambiar su premio por nada. Daba una imagen un tanto graciosa, vestida bien abrigada con su usual sudadera gruesa color rosa y el pants negro del uniforme deportivo escolar, pero eso sí, nieve en mano. Prefería que se le helaran los dedos a dejar de comer aquel postre. La misma encargada de la tienda de abarrotes donde Dylan le compró la nieve se les quedó mirando genuinamente extrañada cuando vio el Cornetto sobre el mostrador. No debía ser muy común que le compraran alimentos helados en esas épocas.
―¡Es tan delicioso!―exclamó, relamiéndose los labios para retirarse la vainilla.
―Sigue presumiéndome―dijo Dylan. Aunque parecía que hablaba enserio, en el fondo bromeaba.
―¡Dijiste que no querías!―reclamó ella.
―Ya sabes lo que dicen, es de sabios cambiar de opinión...
―¿Entonces si quieres?―le ofreció de nuevo, acercando el cono a su rostro―. Pero eso sí, esta un poquito babeado...
―Solo jugaba contigo―aclaró con rapidez.
Valeria soltó una carcajada.
―No me engañas, es que te dan asco mis babas.
―Un poquito sí―admitió, haciéndola abrir la boca, ofendida.
―Okey―no pudo evitar reírse.
Continuaron caminando por la acera de la calle, a su izquierda se iban remplazando unos establecimientos por otros. Al salir de la tienda donde compraron la nieve emprendieron camino al lugar de retorno que los llevaba a cada uno a sus destinos: Para Valeria era su casa, mientras que Dylan se dirigía a la pastelería. Se tuvieron que alejar un poco más de lo esperado a falta de lugares donde conseguir el tan esperado helado. Ella propuso que lo dejaran para luego, sin embargo, el pelinegro quiso cumplir su apuesta perdida de una vez. O al menos esa es la razón que dio, en el fondo muy bien sabía que el motivo verdadero era su deseo de seguir conversando con Valeria. En actividad física disfrutaron de un buen rato¾viendo el partido de fútbol y haciéndose bromas el uno al otro en cada oportunidad¾ y no quería romper el momento. Llevarla por aquel helado era la excusa perfecta para alargar su tiempo con ella.
―Me pregunto que se siente perder una apuesta― reveló, con aire reflexivo―. ¿Es muy feo?
Dylan le regaló una de sus sonrisas de medio lado.
―No tanto, puedes estar tranquila.
―¡Qué bien! De verás me alegro por ti― le dio dos palmaditas en la espalda.
Al llegar al final de esa banqueta, comprobaron que no venía ningún carro en camino y cruzaron la calle.
―¿Y ahora?, ¿por dónde vamos?―preguntó él, mirando a su alrededor.
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Con el corazón abierto
Jugendliteratur"Amor" es una palabra con definición distinta para todos. Un claro ejemplo de esto son Valeria González y Dylan Castillo, dos adolescentes que tienen pensamientos totalmente opuestos para la mayoría de las cosas. Mientras que para Valeria el amor si...