Capítulo VII: El mensaje

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Sin saber por qué, un día sólo me puse a escribir, escribí sobre la soledad de mi alma y sobre cómo el mundo se me caía a pedazos, como Neruda escribí los versos más tristes, los escribí en prosa, pero duré todo el día en esa cuestión y no sólo una noche.

El cariño que he sentido no se asemeja en nada al desprecio que este después ha acarreado, pues parte de un interés superfluo que conlleva a un querer en demasía que por imaginar de lo banal lo más metafísico corrompe al ser en una amalgama de sentimientos iracundos llenos de odio que incitan al sufrimiento.

Entender mis pensamientos es un arte complejo, casi como escribirlos, dar un sentido antropológico a los conceptos más abstractos del subconsciente de un artista con complejos de superioridad que sólo desea paz es labor de este ser, este ser que no es nada más que una parte aislada de su conocimiento y su vivir para controlar esos absurdos deseos de querer escapar de sí mismo.

Él sabía del sufrimiento incluso antes de padecerlo, reía sin saber que la tragedia lo estaba esperando y cuando ese suplicio inició no tuvo escapatoria alguna, sonará extraño incluso pero el suicidio nunca fue una opción.

Este ser tiene complejos de superioridad porque es superior a todo lo que ha existido, al menos para sí mismo; no conoce autoridad alguna que le haga querer dejar a un lado sus deseos y ríe aunque esté roto por dentro, ríe constantemente, es un histrión que lleva al extremo su rol, se desenvuelve en soledad como un pequeño ratón asustado pero estando en sociedad parece un león cazando a su presa; su mayor miedo es si mismo y lo demuestra pretendiendo ser alguien que no es, no se reconoce cuando se ve al espejo porque no quiere conocerse.

El Histrión - Primer ActoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora