Cenizas

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Despertamos esa madrugada, a la luz de las inmensas llamaradas y al escuchar los gritos de nuestros vecinos advirtiéndonos que debíamos huir. Los avisos recién circulaban por televisión: un incendio se había salido de control y ahora consumía la selva entera, amenazando con devorar todo lo que encontrara a su paso.

«El fuego tiene tanta hambre que nunca deja de comer, hasta que acaba con todo», decía mi madre, «hasta que deja solo las cenizas». Perdimos nuestro hogar: nuestro pasado, nuestro presente, nuestro futuro. Intentamos indagar cómo se había iniciado aquel fuego. Sólo supimos que alguien había pagado para comenzarlo.

«El camino hacia el progreso es apostarle al turismo y a la innovación. Haremos crecer nuestra economía. ¡Así salvaremos a nuestra gente, a nuestro estado!», decían los políticos en aquel entonces. Poco sabíamos a lo que se referían, poco sabíamos del costo de su «progreso». Pero el tiro les salió por la culata. Para desgracia de todos...

Cuando por fin se extinguió el fuego, los árboles se desvanecieron y todas las criaturas murieron. El suelo quedó convertido en un desierto de cenizas... Tiempo después, contratistas acaudalados intentaron construir ahí varios condominios, edificios, hoteles y plazas pero las cenizas devoraron materiales y maquinaria como si fueran tierras movedizas. Los constructores intentaron una y otra vez... pero las cenizas habían heredado el hambre voraz del fuego que ellos mismos empezaron.

Eso fue lo que arruinó sus planes y dejó a todos tan devastados.



Nota: esta historiafue escrita y publicada originalmente en mayo de 2019 para el reto#EscribePorElCambio en la plataforma SWEEK.



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El llanto del bosque y otras oscuras microficciones ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora