Instrucciones y uso de manejo.

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Cuando Levi cursaba el segundo año en la carrera, escuchó muchas veces gracias a Hanji las canciones de moda y otras tantas que eran ya muy viejas

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Cuando Levi cursaba el segundo año en la carrera, escuchó muchas veces gracias a Hanji las canciones de moda y otras tantas que eran ya muy viejas. Su amiga era melómana, siempre se le encontraba con auriculares y con noticias de la nueva música en su mp3. Levi muy pocas veces había hecho caso a canciones que ella le contaba, pero una en particular siempre sonaba en su mente, por el ritmo, la letra, la voz de quien cantaba, todo hacían una buena combinación. Su nombre era Do you love (1), la cantante era bonita y su voz igual, la letra era de esas que se le metió a los tímpanos. La canción se convirtió en un legado en ese tiempo que hoy aún le acompañaba.

Recuerda todo aquello mientras la taza llena de té en sus manos humea y desprende calor.

Es Octubre de nuevo, las personas fuera de la cafetería corren despavoridas por la calle, pues las gotitas de lluvia están comenzando a llegar y pocos traen paraguas, el día había comenzado con el sol y los pájaros cantando, nadie contaba con que se nublaría y llovería entre las seis y siete de la tarde. Do you love suena en el establecimiento, es hasta cierto punto, algo cómico y melancólico

Espera mientras el vaho se acaba, arruga su entrecejo y se rasca la nuca por tercera vez en cinco minutos. Está ansioso, lo sabe. Desde que despertó, sabía que sería un mal día y aún así se arriesgó a contestar llamadas y hacer montones de papeleo.

La campanita de la cafetería tintinea, alguien nuevo acaba de llegar a ese refugio temporal. Voltea el rostro esperando a que sea esa persona que está esperando, pero no es más que una pareja con una niña en brazos. El pulso se le ha acelerado, la humeante tasa espera a ser bebida.

Su celular se enciende y la tonada de llamada entrante lo distrae cuando cae un rayo entre las nubes grisáceas. Contesta, quiere algo con lo qué distraerse, sabe que él va a llegar tarde, siempre lo ha hecho.

—¡Leeeeeevi!

—No grites, me romperás los tímpanos.

—¿Donde estas, enano amargado? Estoy fuera de tu casa y no me abres.

—¿Por qué diablos fuiste? No estoy ahí en este momento.

—¿He? ¿Dónde? ¿Saliste con alguien?

—Eso no te importa. No te metas.

Tan lindo como siempre. Te esperaré aquí afuera, así que date prisa, hace frío y me estoy mojando.

—Ese es tú problema, no el mío. —toma del té de la tasa y suspira con pezades, del otro lado de la línea Hanji sigue pidiendo clemencia con que llegue temprano a casa o se mojará con la lluvia torrencial.

— ¿Levi? —la voz familiar le llega desde un costado, su cuerpo se eriza un poco cuando se topa de nuevo con esos orbes esmeralda brillando. Hanji deja de escucharse del otro lado de la línea, las personas desaparecen por algunos minutos y entonces solo está él, ahí parado, con un gorro de colores y una bufanda roja, la nariz respingada y una sonrisa creciendo en el rostro. Siente que no lo reconoce.

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