No te vayas

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Vaiana creyó que iban a matarse entre ellos.

La pelea se volvió tremendamente intensa y se comenzó a teñir el agua de un tenue color granate, confirmando que esas dos bestias marinas se estaban hiriendo.

Debía de haber alguna forma de detener aquello, o posiblemente Maui saldría muy mal parado de allí.

El otro semidiós no le importaba lo más mínimo a la joven, pero Maui era su amigo y no iba a permitir que ese tal Kai le hiciera más daño.

Vaiana suplicó al mar que interfiriera en la disputa a favor de Maui, quizás era demasiado egoísta por su parte, pero también era necesario para contenerlos.

No sabía si había perdido el favor del océano tras tantos años sin pedirle ayuda, pero al menos debía intentarlo.

El océano tardó poco en responder al llamado cortando la encarnizada pelea por lo más sano, arrastró a Vaiana y a Maui por alta mar hasta una isla en las proximidades.

Maui se convirtió de nuevo en humano y miró a Vaiana con semblante enfadado cruzando sus brazos. Ella se apartó el cabello empapado de la cara y esbozó una pequeña sonrisa de lo más inocente.

– No sabía que el océano seguía obedeciéndote -replicó Maui, descontento.

– Yo tampoco, hasta hoy- confesó la joven, aún asombrada de que aquella enorme masa de agua salada los hubiera ayudado de nuevo.

– ¿Por qué nos has detenido? - quiso saber Maui, desde su perspectiva él estaba a punto de vencer a Kai, y esa chica le había fastidiado el poder regodearse de su victoria ante aquel chulo enclenque y azul.

– Veía mucha sangre y creí que era lo correcto - explicó Vaiana, fijándose en la piel de él para comprobar que en efecto tenía heridas en diferentes lugares – Mírate Maui, estás muy herido. - señaló ella.

Maui se estudió a sí mismo y entonces notó como la disminución de la adrenalina través de su torrente sanguíneo hacía que sus heridas y contusiones dolieran cada vez más. Sí que estaba herido, quizás no iba tan aventajado con respecto al otro semidiós como pensaba.

Se entristeció y se sentó en la arena.

– Venga, vamos a curarte - decidió Vaiana, tratando de levantarlo de la arena, pero él pesaba demasiado y no lo movió ni un milímetro.

– Me curaré solo, no necesito tus ungüentos vegetales ni tus vendajes, Vaiana.

– Pero te ayudarán a que te cures más rápido. Por favor Maui, déjame hacerlo. - suplicó la muchacha, siguiendo con el intento en bano de levantarlo del suelo.

–No.

Vaiana se sentó a su lado.

– Entonces cantaré cancioncitas de princesa hasta que me obedezcas. Es por tu bien- dijo con decisión Vaiana. Cuando iba a comenzar a cantar, Maui le colocó un dedo en la boca para que se callara y se levantó, serio y emitiendo un suspiro de rendición en el acto.

Vaiana era muy testaruda y el semidiós estaba seguro de que era capaz de cumplir su amenaza.

– Esta bien, vamos.

Vaiana se levantó de un salto risueña, y juntos se introdujeron en la frondosa selva de la isla en busca de algún riachuelo de agua dulce y de las plantas medicinales necesarias.

Maui aunque no lo admitiera se encontraba bastante débil.

Vaiana fue almacenando todo lo necesario en sus brazos en jarras y sonrió a Maui seguidas veces sin poder creerlo del todo todavía mientras caminaba ardilosamente por delante de él, una vez recolectó todo lo necesario para la cura y encontraron el sitio perfecto, una pequeña laguna de aguas cristalinas Vaiana lo instó a sentarse en la orilla para comenzar a lavar sus heridas y aplicar su ungüento casero sobre ellas.

Maui agachó la cabeza y se dejó hacer por su amiga. Hacía tanto tiempo que no la veía que su tacto la principio le produjo un misterioso escalofrío y esto provocó que su piel se retrayera un instante. Las manos de Vaiana eran suaves y cálidas al contacto con su piel.

La destreza de sus manos al colocar la crema le demostró que Vaiana ya era una joven adulta. La niña que dejó en Motunui ya se había convertido en mujer.

El silencio los acompañó durante todo el proceso porque ninguno de los dos sabía que decir.

– Veo que tú también te has echado una mascota - murmuró Vaiana para romper el silencio, una vez finalizó su labor.

Se sentó junto al semidiós y hundió los pies en la fresca agua ella también.

Maui la miró confundido, y entonces se le vino el mono cojo a la mente.

– No es mi mascota, es un animal al que estoy ayudando hasta que se recupere - replicó él.

– ¿Y cómo se llama? - inquirió la joven.
– No veía necesario ponerle nombre, a fin de cuentas después cada uno tomará otro camino. - admitió Maui.

– Pues entonces le pondré yo un nombre propio- decidió Vaiana. Si que seguía siendo un poco infantil la futura jefa de Motunui.

– Si tan importante es para ti, haz lo que quieras.

El mono como si supiera que ambos estaban hablando de él apareció de la nada y se acurrucó en el regazo de Vaiana. Ella lo observó con dulzura.

– Tiene cara de llamarse Kujo - el mono movió la oreja ante la mención de su nombre y Vaiana confirmó que así lo llamaría.

– Vaiana, ¿por qué no te has casado ni tienes hijos? - inquirió Maui, incrédulo.

Todas las chicas de su edad en su pueblo debían de tener ya por lo menos un retoño cada uno.

Vaiana abrió desmesuradamente los ojos y la piel de sus pómulos adquirió una viva tonalidad rojiza ante la pregunta de Maui.

El semidiós realmente no lo entendía, cuando fue a visitarla ya daba por echo encontrar una copia en tamaño diminuto de Vaiana correteando por la isla. O al menos verla a ella sonriente y cogida de la mano de un apuesto joven.

– No quería tomar esa decisión tan pronto, y además, tampoco he conocido a nadie tan especial que aflore en mi esos deseos - confesó ella, en un tono de voz bajo, sintiéndose avergonzada de ser la rarita, de no ser como los demás.

Maui colocó su enorme mano en el hombro de ella, para ofrecerle comprensión. Él la entendía, también se sentía solo, pero a pesar de ello ninguna de las personas con las que se cruzaba le despertaban ningún sentimiento de plenitud y sosiego. Podía admitir que en muchos siglos la única que había logrado aflorar algo parecido en él era la muchacha sentada a su costado.

– A mí creo que después de tanto tiempo hasta me aburren las relaciones humanas. No tienes que sentirte mal por eso, eres independiente y eso es muy positivo, princesa - le dijo Maui.

Vaiana apoyó su cabeza en el brazo de él, cerrando sus ojos y apreciando de nuevo su olor. Había echado mucho de menos a ese semidiós y gracias a que él había aparecido tras tanto tiempo ella no seguía encerrada con ese loco en aquella oscura cueva.

Maui al principio se tensó al no esperarse esa acción por parte de Vaiana,  pero aceptó esa muestra de afecto porque la percibió llorando.

Maui acarició su cabeza, mostrándole que no estaba sola, que él estaba a su lado, con la intención de consolarla.

Vaiana le importaba mucho, y era consciente de que ella había sufrido, le habían arrebatado su barco, su tripulación y la habían encerrado en contra de su voluntad para obligarla a casarse, le habían arrebatado todo lo que ella amaba, y si Maui no hubiera aparecido...

Vaiana lloraba de tristeza por lo que había perdido y de felicidad por lo que había encontrado.

– Maui no te vayas, por favor.

Y así permanecieron hasta que Vaiana se durmió. El semblante de Maui era reflexivo: Él tampoco quería irse.

El Semidiós Y La Princesa (Maui y Vaiana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora