La isla de Vaiana

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– ¡madre mía! vinimos aquí hace mucho y esto no ha cambiado nada - afirmó Vaiana al ver la isla que recibía su nombre nuevamente. Seguía tal y cómo la dejó, el tiempo no parecía haber transcurrido a través de ella.

La joven revivió sus recuerdos, la ilusión que le hizo cuando Maui se la regaló hacía unos años y la instantánea tristeza que le siguió al enterarse de que el semidiós se despedía de ella para siempre.

Que ironía, ahora estaban casados y vivían juntos aunque fuera falso y tan solo un trámite que la beneficiaba a ella.

Aún así, la Vaiana de hace cuatro años jamás se hubiera imaginado esa estampa tan imposible.

– Sí, hace honor a su dueña. - dijo Maui medio en broma.

Vaiana arqueó una ceja, divertida.

– ¿Qué insinuas? - replicó la joven, fingiendo enfado.

– Que tú eres la misma chiquilla imprudente y sabelotodo de siempre.

– y tú el mismo semidiós creído de pacotilla.

Los dos rieron simultáneamente a carcajadas. Casi era verdad lo que se decían el uno al otro, pensaron ambos, a pesar de estar encubierto por la broma.

Vaiana se puso seria de repente. Tenía que hablar con Maui sobre lo ocurrido en Lalotai, no podía seguir ocultándolo dentro de sí misma. Maui pareció saber por donde iban los tiros al instante de percibir el cambio de actitud en ella. El semidiós tragó saliva fuerte.

Fueron a sentarse a la orilla de la playa, acompañados de una apetecible bebida de coco, que maui había recolectado y elaborado en menos de un minuto y se la había ofrecido a la joven.

Era divertido para ellos recrear una luna de miel.

Una vez sentados, Maui esperó a que ella hablase primero. Él nunca era indeciso pero en aquel instante ni siquiera sabía cómo empezar. ¿debía decirle la verdad a Vaiana? ¿Eso lo fastidiaría todo y tendria que alejarse otra vez de ella? Porque no podía, no podía volver a alejarse tanto tiempo de ella, porque él ya era muy consciente de sus propios sentimientos hacía la joven jefa de Motunui.

– Maui ya una vez me lo dijiste, que los cuerpos humanos te aburrían y no despertaban nada en ti. Y la verdad es que sí que me acuerdo de esa noche en Lalotai, tomé algo que me hizo comportarme de esa manera tan indecente... No debí haberme enfadado porque te fueras, hiciste lo correcto y quería decirte que lo siento mucho por como te traté estos días- soltó ella, sintiendo cómo de nuevo volvía a respirar.

Maui asintió y dijo justo lo contrario a lo que su corazón deseaba. No quería liar más la situación, era mejor aceptar la realidad, que se basaba en que eran buenos amigos, y en que él obviamente debía verla como una niña, no como una mujer.

–No te preocupes, ya está perdonado. La culpa fue mía por equivocarme de algas. - y sonrió, restándole importancia. El semidiós quiso zanjarlo así, sabía de buena tinta que profundizar en una relación de amistad solía estropearlo todo. Ya llevaba siglos en este mundo, él ya no era un joven inocente como si lo era ella a pesar de su apariencia desarrollada y adulta.

Al semidiós le encantaba el cuerpo de la futura reina de Motunui y eso que aún no lo había vislumbrado desnudo en su versión más madura, más adulta. Pero no se lo podía decir, destrozaría esa relación tan bonita y respetuosa que habían forjado a través de los años. Él viviría eternamente y ella solo unos cuantos años más, era una certeza que no se podía luchar contra el tiempo mortal.

Ella asintió, sintiendo que se había quitado un gran peso de encima al desahogarse con él.

Se terminaron la bebida, absortos observando el horizonte invisible que mostraba el océano.

El Semidiós Y La Princesa (Maui y Vaiana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora