El adiós

535 30 3
                                    

Maui y Vaiana no estaban preparados para despedirse cuando viajaban de regreso a Motunui.

Habían pasado muchos momentos juntos y se habían divertido tanto que ni los chistes e historias que le contaba a la vuelta Maui consiguieron animar lo suficiente a Vaiana, triste de que ya se estuviera acabando su trepidante aventura.

– Paremos en un sitio que quiero mostrarte, te prometo que no nos desviaremos mucho. - le dijo Maui a Vaiana, que en ese entonces tenía dieciséis años de edad.

Vaiana asintió. Algo en su interior le decía que quizás, cuando llegaran a su aldea él se iría, ella se quedaría y después ya no volvería a verlo más.

La tristeza de la joven era evidente, ella volvería a ser la Jefa de su tribu junto a sus padres, y él, un semidiós, sacando islas del mar, guiando a barcos y ayudando a gente, reintegraría toda esa parafernalia de nuevo en su vida, sus actividades lo alejarían de ella y de sus aventuras surcando los vastos océanos.

Vaiana solo era una humana, de las montones que había en el mundo, por eso pensó que era insignificante para Maui, aunque hubiera devuelto el corazón de Tefiti, no tenía nada que la hiciera especial, quizás su devoción por navegar y su determinación.

El semidiós cambió la dirección de la canoa drásticamente, y poco después, tras un rato navegando, otearon tierra firme, lo que confirmaba que habían llegado a una isla.

Vaiana la estudió exhaustivamente desde lo lejos. Parecía desierta y poseía frondosos y sanos árboles frutales, su tamaño era un poco más pequeño que Motunui, no obstante, había mayor cantidad de vegetación era la dueña de una playa preciosa, de ensueño, con un islote de poco más de dos metros en medio del agua, a pocos metros de la orilla.

– La última vez que vine, hace cientos de años, estaba deshabitada y parece que se ha mantenido así-le explicó Maui, mostrando cierto alivio.

De haber habido gente, la sorpresa se habría hecho añicos.

Los ojos de Vaiana brillaban de emoción. Remaron los pocos metros que faltaban hasta llegar, y en cuanto pisaron tierra firme Vaiana comenzó a correr hacia el interior del bosque dispuesta a explotarlo y descubrir ella misma sus secretos, iba acompañada por Maui-halcón que sobrevolaba el cielo sobre ella, protegiéndola.

Vaiana agradecía poder estirar las piernas y hacer algo de actividad física, tanto tiempo subida sobre un barco de pequeñas dimensiones hacía mella en sus músculos.

La muchacha comenzó a recoger frutas que jamás había probado y que lucían exquisitas y además de recolectarlas, se las tiraba al aire a Maui, que se las tragaba al vuelo.

Maui confirmó que la isla estaba vacía al surcarla en su integridad, y recobró su forma humana, reuniéndose con la muchacha, que finalmente se había sentado en la orilla de la playa deleitándose con la nueva fruta que había obtenido.
Su boca estaba llena, no obstante, sonrió a Maui y lo invitó a sentarse junto a ella mediante gestos. El semidiós se sentó a su lado y la observó comer, alegre.

Ya había comido fruta, pero aceptó la pieza que Vaiana le tendió con gusto.

– Está riquisima- comentó ella, emocionada, –llevaré a Motunui semillas de este tipo para plantarlas- alegó, entusiasmada.
– No hace falta que te las lleves, podrás venir cuando quieras porque esta es tu isla, la isla de Vaiana.

Vaiana abrió los ojos desmesuradamente y casi se atragantado con el contenido afrutado de su boca.

– ¿¡qué!? - exclamó sin poder creerlo, mirándolo fijamente.

Maui formuló una sonrisa de suficiencia.

– Estuve a punto de llamarla isla de Maui pero tú te la mereces más. Te la regalo. A tu aldea le vendrá bien...

El Semidiós Y La Princesa (Maui y Vaiana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora