Quinta parte, antes.
5. Muchos maldecirán tu nombre
Wiltshire, Inglaterra (1987)Draco se estira en la cama como un gato. Es el modo en como su madre dice que siempre se ve; cuando se levanta y camina sin hacer ruido, en como siempre encuentra un modo de saber las cosas. Pero no tiene ni idea. Realmente no puede estar seguro de eso, porque sus padres nunca le han dejado tener una mascota. No, al menos, hasta que entre al colegio y pueda hacerse cargo de ella. Durante años, sus berrinches y sus ruegos —que sólo se intensificaban cuando iba a casa de los Parkinson— no sirvieron de nada. Nunca entendió la razón por la que no podían cumplirle ese capricho y porque lo atribuían a la inmadurez. Su mejor amiga Pansy tenía un adorable gato negro y, para su molestia, no parecía ser gran cosa cuando ella se lo pidió a sus padres.
Con un sólo ojo abierto y un gran suspiro ante el recuerdo, Draco buscó acostumbrarse a los rayos de luz que se colaban por las ventanas gracias a sus cortinas blancas. Suspira una vez más. Frunce el ceño y cierra finalmente los dos ojos, dando un par de vueltas sobre el colchón sin muchas ganas de hacer más que gruñir por haberse despertado.
Le duele el cuello, las piernas y la garganta después de pasar todo un día con sus mejores amigos. De algún modo, cada vez que ellos lo visitaban, él siempre terminaba así. Como aquella vez en que Blaise y él hicieron una carrera para ver quién subía más rápido un árbol, y había caído hacia el suelo una vez estuvo en la cima. O cuando creyeron que era buena idea deslizarse por el barandal de las escaleras principales. Cuando intentaron montar escobas sin supervisión o la noche en que se empaparon de pies a cabeza en una de las fuentes de la casa para jugar con barcos de papel. Draco no está muy seguro, tampoco, de porqué sigue haciendo caso a las ideas que Blaise suele tener si eso significa tomar algún riesgo de ese estilo.
Draco da otro vuelco y espera el momento en que la habitación esté completamente iluminada, que es el momento en el que sabe que debe ponerse de pie o más adelante nunca lo hará. Cuando el momento llega, de mala gana se despega de las sábanas y el frío lo eriza por estar a la intemperie. E intenta levantarse sin hacer el mínimo ruido que pueda delatar su lucidez, pero falla. La cama rechina y cruje sobre su sitio cuando lo hace. De pronto y, realmente por arte de magia, Dobby aparece.
—¡Amo Draco!—escucha la voz escandalosa de su elfo domestico entonces, y sólo puede poner los ojos en blanco porque sabe exactamente lo que está a punto de decir:—¿Ya estás levantado?
—¿Acaso eres ciego, Dobby? ¿O sólo tonto?—dice Draco con una burla en su voz que suena apagada y distante a la común, tallándose los ojos con los puños. No piensa exactamente en ofenderlo con sus palabras y dañarlo, porque aún está molesto por haberlo abandonado una vez fueron descubiertos unos días atrás. El pequeño elfo, por su parte, apenas puede sentirse molesto o triste mientras tararea una canción melosa que su madre suele tararear para él. Su cuerpo salta alegremente y se dirige al vestidor del niño para ayudarlo a elegir un atuendo, lo que sólo puede significar una cosa:— Espera, espera. ¿Habrá invitados hoy?
Pero Dobby no espera, tan sólo sigue con su trabajo. Abre el par de puertas del armario del niño y con un chasquido hace flotar dos conjuntos de ropa muy bonitos, caros y de acuerdo a la ocasión, mientras asiente de manera distraída:— Ajá.
—¿En miércoles?—pregunta, confundido.
—Sí, amo.
Pero la respuesta, que es obvia, no sacia su curiosidad de ninguna manera. Y tampoco da fin a su confusión. Así que se permite fantasear con que esa sea una visita de su amigo Theo, que hace un buen rato no ha llegado a las pláticas rutinarias que sus madres tienen los martes y los jueves sin falta. También espera una explicación a su falta de señales de vida, y espera reclamar la mitad de la apuesta que ganó con él la última vez. Se encoge de hombros y sigue con su rutina cuando entra a la habitación contigua, que ya tiene lista la tina para un baño caliente, bajo un hechizo que lo mantiene en la temperatura ideal.
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EL NIÑO EN LA ALACENA, drarry
FanfictionDraco siempre ha sido un niño muy curioso, siempre muy observador y a menudo se pregunta sobre el pequeño niño escondido en su alacena al que le prohibieron ver. Draco, por suerte, siempre ha sido muy desobediente también. •AU •OoC