1. kilos demas.

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Dicen que el amor parte desde el propio, porque no puedes simplemente amar a otros cuando no lo haces a ti mismo, como puedes dar algo que no posees, creo que por eso uno de los mandamientos de Dios dice que debes amar a tu prójimo como a ti mismo, ¿y como así? cuando sabes el valor que tienes y te amas realmente jamás te harás daños o atentaras contra tu vida, bienestar, imagínese una persona que llegue hasta esa extensión del amor y ama a los demás con la misma proporción, seria una locura el mundo, uno absolutamente mejor, mucha maldad en él acabaría, no hubiera murmuraciones, simplemente no le haríamos daño a nadie, no abria necesidad de ello ¿porqué que persona que en verdad haya aprendido a amarse así mismo se hace daño?

El caso es que no muchos nos amamos asi, yo no me amaba. Habia bajado un montón de kilos demas, la pubertad había ayudado y un poco de ejercicio en todo el verano, no quería ser más la chica gorda, pero aun lo seguía siendo o mi cabeza eso me hacía pensar, aún tenía un par de rollitos en mi barriga y mis piernas era bastante gruesas, tenía senos grandes pero no demasiado igual asi no ayudaban a mi kilos demás, tenía un rostro hermoso, de encanto con unos muy lindos cachetes, pesaba 68 kilos, todos me decían que era una exagerada pero cuando había una fiesta todos ya tenían pareja menos la gordita del grupo. Eramos Roman, Emmy, yo y ahora mi prima Amor que recién se había mudado a la cuidad junto a sus padres, en fin aquí me hallaba caminando hacia la entrada del instituto después de unas largas y maravillosas vacaciones de verano.

Miraba a los mismo chicos de siempre, alguna que otra cara nueva, estos se saludaban con entusiasmo, muchos se conocían desde hace tanto y otros quizás no pudieron verse en todo el verano, me agraban los primeros días de clases, estos eran agradable y se sentía mucho mejor al saber que era tu ultimo año de instituto, nuestro último año... mis manos estaban aferradas a las tiras de mi bolso y entonces lo vi..

Zev Collins, diecisiete años no por mucho tiempo, uno ochenta y tres, el mejor delantero del equipo de fútbol y mi vecino desde que tengo conciencia, el único hombre en su hogar, vivía con su abuela, su madre, dos tias, una era heemana de su abuela y la otra hermana de su madre, claro y su hermana mayor de veinte años, aunque Sisene ahora se encontraba en la universidad, solía venir todos los fines de semanas. Ahora mismo el sonreía abrazándose a todos los chicos del equipo de americano, lucía su hermosa chaqueta blanca con azul marino, su piel morena y cabello alborotados con pequeñas ondas, no era lacio del todo, era sumamente atractivo y mucho más cuando esos marrones intensos se posaron sobre mi, una sonrisa de labios cerrado fue lo que recibí, la devolví y camine pasando por su lado.

Solíamos ser amigos cuando éramos solo unos niños, crecimos, fui engordando y él sin saber ya era parte de los chicos populares y apenas estábamos en tercero de primaria, con el tiempo dejamos de jugar y solo nos saludamos con una sonrisa de labios cerrados, pero me gustaba, Zev siempre me gustó, a pesar de ser uno de los chicos más populares siempre era amable, cariñoso, humilde, creo que haberse criado con muchas mujeres lo había vuelto alguien así, su familia estaba conformada por mujeres maravillosas que habían tenido la mala suerte de enamorarse de hombres con un gran tamaño de idiotez.

— ¡Peyton! — Amor, mire a mi prima quien caminaba apresurada, mi hermosa y dulce prima Amor, tal como esa palabra que era su nombre — estoy algo nerviosa esta bien — suspiro mirándome con sus lindos azules.

— Es un instituto normal Amor, creo que algo pequeño para lo que estabas acostumbrada — la vi torcer sus labios.

— Igual me asusta — caminábamos rumbo a nuestro casilleros.

— ¿Que número te toco? — La vi sacar un papel, tal vez era su horario de clases.

— Casillero 2811 — el mío era el 2779.

Amo tus kilos demasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora