El hablar nos pudo haber evitado tanto, tantas noches de desilusión, tantos pensamientos que me decían que era imposible, imposible que Zev Collins se fijara en mi. Los pensamientos eran un asco, mi cabeza y todo los problemas que sufría con mi autoestima, con mi falta de identidad solo empeoraron el verme como realmente soy, un ser hermoso lleno de imperfecciones que me hacían un ser especial.
Si algo había aprendido de esto era el amarme, debía amarme con cada fuerza de mi ser, aplaudir cada pequeño logró, eran mis logros y nadie más que yo sabía lo mucho que me costaba el quererme, las platicas con el psicólogo al fin cobraban sentido en mi cabeza.
El auto de Zev se detuvo mientras ambos permanecíamos en silencio, mi mano bajo a la manija con intención de abrirla y bajar, pero antes de hacer aquello necesitaba saber si seguiría siendo mi mejor amigo, después de haberlo perdido por casi tres años me dolería que volviéramos a lo de antes.
— Zev… — susurre con cautela, su mirada estaba perdida en su frente, lucia dolido y el verlo así solo lograba que me sintiera aún peor, no era suficiente acaso con no poder estar a su lado como lo que desee por años, como su novia, su mejor amiga, su compañera, más que un nombre ser incondicional a su lado, saberme querida y quererlo con todo mi ser.
— Ve con Eros Peyton, debe estar esperándote — neutral, como un Zev que jamás había escuchado, carente de sentimientos, acaso le costaba tanto como a mi.
— Zev solo… solo quiero saber si seguimos siendo amigos — sus marrones se habían ensombrecido por la oscuridad de la noche que daba al auto, su mirada solo me decía que estaba decepcionado, decepcionado de mi.
— Supongo — mi mano abandonó la manija, no me bajaría, no hasta que me dijera que a pesar de no poder estar juntos como queríamos seguiríamos siendo mejores amigos — ve con Eros y no hagas las cosas las difíciles — me cruce de brazos, no bajaría, no bajaría de ese auto, me rehusaba a perderlo.
— No, no hasta que me digas si de verdad quieres que nuestra amistad continúe, no estoy dispuesta a perderte, no otra vez — una risita carente de humor brota de sus labios, sus hoyuelos están ahí pero se que no es una sonrisa real, Zev estaba triste, estaba mal por mi.
— No seas egoísta — un pequeño pinchazo con un alfiler en lo que pareció mi corazón, mi ceño se frunció levemente sin entender la amargura de sus palabras — ¿Qué quieres? Que te diga que si cuando no soporto verte a su lado, quieres que vea diariamente a la chica que quiero junto a otro, no me pidas eso Peyton porque entonces eres una egoísta y mira que te he tenido muy alto todo este tiempo, me pareces genial y quiero conservar eso, esos pensamientos, pero no me pidas que me quede para verte feliz a su lado mientras yo me hago mierda por dentro — lo estaba perdiendo nuevamente y no podía hacer nada, él se escurría por segunda ocasión en mis manos, pero sus palabras quemaban causando un escozor en piel, un nudo en mi garganta me impedía pronunciar palabra alguna, el mundo se me venía nuevamente encima y las lagrimas no las podía evitar — no llores porque me siento un imbécil — mordí mi labio inferior al sentirlo temblar, las ansias hacían que jugara con mis manos tal vez retorciéndolas un poco.
— Cuídate Zev — alcance a decir en un hilo de voz mientras bajaba del auto y corría a paso fuerte rumbo a la sala de emergencias.
Corrí sintiendo mis piernas temblar, mi corazón martillar a toda velocidad al punto de sentir un zumbido detrás de mis oídos, lo había perdido y estaba segura que esta vez sería para siempre. No fue hasta que unos brazos pálidos me envolvieron en sus brazos que supo donde estaba, que caí en cuenta en brazos de quien estaba, la dulce fragancia de Eros inundaba mis pulmones y aunque no era ese olor varonil de Zev me reconfortaba.
— ¿Vida que pasa? — negué abrazándolo fuerte sintiéndome tonta al ser consolado por él cuando era él quien necesitaba de mi, sentía como peinaba con sus manos mi abundante cabellera.
— Como esta él — digo al separarnos, sus verdes solo me observan mientras sus manos viajan a mis mejillas para limpiar las lagrimas, puedo sentir mis mejillas enrojecerse ante ese hermoso gesto, Eros era tan guapo y de lindos sentimientos, que no merecía que lo lastimara.
— Me dijeron que en un par de horas podré verlo, esta dormido pero estable — cada palabra estaban llenas de cansancio y preocupación, en ese hombre estaba la vida entera de ese chico — ahora me preocupas tu, pensé que estabas ya en tu casa — tuerzo un poco mis labios, no sabía si decirle la verdad, tome una larga aspiración y me dije que no era buen momento, Eros estaba pasando por tanto que solo necesitaba una novia fuerte a su lado.
— Estoy bien, Amor tiene problemas es todo, me pone algo sensible su bienestar y ya se acercan esos días y debes saber que somos muy sensibles — una de sus cejas se elevo un poco, no se creía del todo lo que decía, entrelazo una de sus manos con las mías para llevárselas a los labios y dejar un pequeño beso ahí, una corriente viajo por mi cuerpo estremeciéndolo con tan solo esa pequeña caricia — ¿tú madre sabe que estás aquí? — asiento, la había llamado camino al hospital y estaba en una cena junto a papá, tenía permiso de quedarme en el hospital a acompañarlo — bien, sentémonos — y eso hicimos.
Los minutos pasaban en silencio, yo permanecía sentada a su lado con mi cabeza reposando en su hombro, él doctor le había ordenado que fuera a casa, por esa noche no lo podría ver ya que se encontraba en observancia y por problemas del hospital no había podido ser trasladado a una habitación de piso. Eros se negó a moverse del lugar así que ahí estábamos esperando.
— Hermano — Mike Lancaster, ex capital del equipo de baloncesto y mejor amigo de Eros o eso creía — vine en cuanto me enteré — Eros se puso de pie y ambos chicos se abrazaron, una línea adorno mis labios y la necesidad de ser aprobada por ese chico que era importante para él aparecieron, Mike había estado fuera del pueblo los últimos dos meses, el no sabía de existencia imaginaba.
— Mike ella es Peyton mi novia — soltó al separarse, la sonrisa del moreno se ensanchó y el alivio invadió mi pecho.
— Entonces tu eres la chica que enloqueció a mi hermano — sonreí timida para estrechar nuestras manos — realmente es hermosa — una sonrisa de suficiencia aparece en los labios de mi novio y no hacia más que hacerme sentir especial, él sonreía como si estuviera orgulloso de tenerme como novia.
— Cuando he metido y no la mires mucho, esta preciosura me pertenece — un abrazo acompañando de un casto beso me tomaron por sorpresa, sonreí, no era difícil hacerlo.
— Eros — una mujer rubia entró a la sala caminando apresurada, me alegraba de una u otra forma no saberlo tan solo.
— Tía lucia — la mujer se acercó y los abrazo por segundo, una especie de saludo.
Supe minutos después que la mujer era hermana de su madre, esa madre que desapareció, ella es la única figura materna que ha tenido Eros en su vida, entre esa mujer y el padre del chico se las habíamos arreglado para criarlo.
— Lo siento tampoco tiene fondos — la cara de Eros rayaba de lo apenado, era la cuarta tarjeta que pesaba y no tenía fondos, mamá había mencionado algo sobre los problemas económicos de su papá a las ultimas fechas, como dicen pueblo pequeño, infierno grande.
— Maldición — ese susurro estaba cargado de frustración y vergüenza, no debía ser agradable que te pasara eso frente a tu recién novia.
— Yo… pued.. — me fulminó con la mirada y callé, parecía que había sido una gran ofensa, mi familia tenía dinero, papá le estaba yendo muy bien en el bufet y estaba segura no se molestaría, después de todo el seguro del hombre tenía más de ocho meses que no se pagaba.
— Yo lo haré — Mike saco su tarjeta y Eros negó pero el moreno le hizo saber que no cambiaría de opinión.
Minutos después me dejaba en casa, lucia había conseguido el dinero y aunque se ofreció a hacerle la devolución a Mike el chico se negó, el padre de Mike era el alcalde de pueblo por ende el hombre más poderoso, rico de cuna y con negocios en todo el país.
— ¿Te veo mañana? — él asiente.
El rostro de Eros se acercó y cierro mis ojos, sus labios nos tarda en atrapar los míos en una suave caricias, atrapando uno y luego el otro, absorbiendo todo de ellos, mis dedos se hunden en sus cabellos castaños, el hormiguita en mi estomago parece sufrir un electroshock, una de sus manos viaja a mi pierna y empieza a dejar suaves caricias que solo lograr querer hacerme perder la cordura, el beso se profundiza convirtiéndose en algo más, algo exigente.
— Vamos a mi casa — dice entre mis labios y el pánico me invade haciendo que deje de mover mis labios, Eros vuelve el beso más lento, pausado hasta separarse, lo veo tomar un poco de aire, yo misma no podía respirar — lo lamento, estoy cansado es todo, no se ni que digo ya — se disculpa, sus labios rosas se ven algo hinchados, los míos deben estar igual.
— Tranquilo, nos vemos mañana entonces — me acerco y doy un beso casto para bajar del Jeep.
Entro a casa sintiéndome aturdida por lo largo que había sido ese día, todo lo de Zev y ahora Eros, las palabras de Zev todas estas semanas intentando hacerme ver que Eros solo quería una cosa ahora me asustaban y si Zev tenía razón.
________________¡hey! Que tal si comentas y dejas tu estrella, si no lo haces un grano en el trasero no te dará poder sentar JAJAJAJA no, broma, broma pero ojalá pase jajaja Gracias por leerme ❤
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Amo tus kilos demas
Novela JuvenilMi nombre es Peyton Bramson, actualmente tengo diecisiete años de edad recién cumplidos, soy estudiante del último año de bachillerato ¿Y que es lo que hace mi historia especial? no son exactamente mis kilos demás o baja autoestima que provoco lo qu...