Capítulo 2

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-Narra Kellin-

Al termino de clases, regresé a mi casa, no podía llegar después de las tres, si no me iría mal. Tomé el bus hasta llegar a casa. Entré y mi padre estaba sentado en el sofá mirando la televisón. Ni siquiera se dió cuenta de que llegué. Subí y me encerré en mi habitación, me acosté en mi cama y puse música.

Minutos después mi madre me gritó que bajara. Apagué la música, suspiré y bajé.

—Mande—dije en un casi susurro. Ya sabía lo que venía.

—Ponte a limpiar eso—señaló el suelo en donde había comida tirada. No me negué y fui por los utenzilios de limpieza.

Levanté todo y lo metí en una bolsa, trapeé y dejé todo en su lugar, saqué la basura. Estaba por subir cuando mi madre volvió a gritarme. Regresé.

—¡Te dije que lo limpiaras estúpido!—Señaló una maldita mancha que había quedado junto a la nevera.

—Ya lo limpio—dije y caminé hacia el cuarto de limpieza en  donde, pero en el intento, tomó mi cabello y lo jaló fuertemente haciendome quejarme.

—Vuelves a hacer algo mal y te golpeo. Muévete idiota—advirtió y me soltó, llevé mi mano a donde antes la suya me jalaba el cabello y me sobé, realmente dolía.

Volvía a limpiar asegurandome de que no hubiese otra mancha en el suelo. Dejé todo en su lugar y salí de ahí.

—Imbécil ven—dijo mi padre y me dirigí a él.

—Dime.

—Lava mi auto, que quede bien limpio y que sea rápido—me aventó las llaves de su auto pegandome en el pecho.

Rodeé los ojos y salí para lavar su maldito auto. Terminé y limpié el sudor que caía por mi frente, el Sol estaba fuerte.

Entré a la casa y le di las llaves a papá. De nuevo, estaba por subir cuando mi madre grita mi nombre. Me quedé ahí parado y la vi llegar rápidamente, me tomó del cabello y me jaló hasta el cuarto de lavado.

—¿Viste el tiradero que hiciste?—señaló el lugar en donde dejé el trapeador, esté estaba ladeado, recargado sobre la secadora y sobre ésta una bolsa de jabón, la cual estaba tirado. Iba a responder cuando recibí una bofetada.

—¡Fijate bien lo que haces! ¡¿A caso crees que no me cuesta?!—volvió a plasmar su mano en mi cara, puse mi mano sobre mi mejilla hinchada mientras me gritaba.—¡¿Qué esperas?! ¡Muévete!—Se fue tomé las cosas para juntar eso. Lo puse de nuevo en la bolsa y corrí a mi habitación. La cerré con llave y me tiré sobre la cama.

Quería llorar, si, quería hacerlo. ¿Por qué mi vida es así? Si pudiera, me quedaría con mi tía, las personas que son mis padres sólo son monstruos, si tanto me odian ¿por qué no me regalan o algo así? Es más ¿por qué no me matan?

Sin pensarlo, comenzé a llorar, como siempre lo he hecho. Golpeé la pared un par de veces, mis nudillos comenzaron a dolerme, pero nada se comparaba con el dolor que sentía dentro.

Al día siguiente, mi padre entró a mi habitación no sé cómo pero lo hizo. Me despertó golpeandome la espalda con un palo.

—¡Te dije que limpiaras mi auto, no que lo rayaras, pedazo de imbécil!—gritó y me golpeó más fuerte. Me levanté antes de que me golpease la cabeza.

—Pero yo no lo rayé, ni siquiera he salido de mi habitación—me defendí y me pegué a la pared. Mi espalda estaba doliendome.

—Si, claro y yo soy el imbécil ¿no?—se acercó y me golpeó el estómago con el palo haciendome caer y sofocarme—Lárgate a tu maldita escuela antes de que te mate, inútil—volvió a golperme pero esta vez en el rostro.

Salió de mi habitación y comenzé a llorar, no tengo valor para enfrentarlos... soy débil, soy un inútil, claro está.

Lloré hasta que la alarma sonó, me levanté del suelo y me dí una ducha. Mi espalda me dolía con el contacto del agua, mi piel ardía con cada gota caer, pero el agua cura las heridas.

Salí y me sequé con cuidado. Al deslizar la playera sobre mi torzo, me quejé, sentía hinchada mi espalda y en mi rostro aún seguía la marca del pelazo que me dío ese hombre. Me pusé unos jeans negros gastados y parchados y mis botas de agujeta. Dejé que mi cabello se secara por si solo. Me puse un sueter negro, tomé mi mochila mi bajé.

El hambre me mataba, el día de ayer no toqué ningún alimento. Abrí la nevera y saqué un frasco de yogurt y salí de ese infierno.

Caminé a la esquina para tomar el bus y ahí estaba la chica de la sonrisa imborrable, ¿a caso tiene muuuuchas razones para sonreír o qué? Me senté en la banca y seguido ella, al verme la sonrisa se le esfumó. Rodeé mis ojos y saqué mi móvil para poner música y no tener que escuchar nada más. Me coloqué los audifonos y encendí la música.

Zombie de The Cranberries sonaba a todo volumen, esa canción siempre me hace sentir bien aún que todo sea lo contrario.

La chica se acercó más a mí haciendome sentir incómodo, su dedo trazó la marca que mi padre había dejado en mi rostro, la delineó con cautela y suavidad, tanto que no la sentí en ese momento, si no cuando dejo de trazarla. Quité un audifono y la miré horrorizado, me dolía.

—¿Qué te pasó?—preguntó preocupada.

—No te importa—respondí y volví a colocarme el audifono.

Ella lo quitó despacio y la miré con odio, eso es otra de las cosas que odio.

—Si me importa, vamos dime—insistió cruzando las piernas sobre la banca, sus jeans estaban rotos y parchados como los míos pero hacían juego con su blusa rosa.

—No y ni me hables ni me vuelvas a tocar—le advertí y le arrebaté el audifono que aúgn estaba en su mano.

Mi salvación llegó: el bus. Subí y me senté hasta atrás, subí las piernas al asiento y las abracé mientras miraba la ventana. La chica se sentó a mi lado pero no le tomé importancia, con tal de que no me hablara o tocara de nuevo, todo estaría bien.

No One Like You.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora