Capítulo 12

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-Oye chico, no puedes estar aquí.
Un hombre de gran estatura estaba parado enfrente de mí, olvidaba que estaba acostado en un estacionamiento en quién sabe que parte de la ciudad. Me levanté y sacudí mi ropa.
-Disculpe, lo siento.
-¿Te encuentras bien? ¿Por qué no estás en tu casa?-preguntó el hombre un poco preocupado.
-Estoy bien-le respondí y comenzé a caminar para salir de ahí.
-¿Quieres que te lleve a casa?-ofreció el hombre, muy amablemente.
-No gracias.
Seguí caminándo hasta salir del parquimetro y miré para tratar de ubicarme, pero, oh cielos, no sé donde estoy.

[...]

Tras caminar unas horas a vuelta y vuelta, encontré mi camino a casa, estaba cansado, para ser las diez de la mañana el Sol estaba muy fuerte. Yo estaba todo sudoroso, me dolían los pies, así que me tiré debajo de un árbol, estaba fresco ahí, por lo cual me relajé demasiado hasta quedarme dormido.

Desperté y saqué mi celular para ver la hora. «Por dios, mis padres me asesinarán, ¡una y media!»
Me levanté y apresuré mi paso, haría más de media hora en llegar a mi casa. No sé hasta donde llegué pero sí que llegué a mi límite, es increíble que halla caminado tanto en la mañana y ahora apresuro mi paso todavía para llegar a mi casa.
No sé como moriré, si de cansancio o por que mis padres me hicieron pedazos.

Ruego al cielo que sea la primera.

Mis pies, duelen. Duelen mucho. Me faltan cuadras y no hay tiempo de descanzar, estoy agotado en todos los sentidos, tengo sed, sueño, quiero un baño de agua fría, tengo hambre, estoy cansado.

Caminaba a dos cuadras de mi casa, venía rogando a mis pulmones que me dejasen respirar, ¡ya no podía! Podía sentir mi corazón latir al mil,mi respiración era cortada, rápida y mi garganta hacía un rechinido por falta de líquidos. Mi piel ardía, no me he quitado el sueter, me quemo por dentro y por fuera, no podía y me caí al suelo.
Mi cuerpo temblaba y expulsaba el sudor como nunca lo había hecho, no estaba bajo ninguna sombra. Estaba muriendo.

¡Es increible!

Una señora se acercó preocupada y sin decirme nada, me entregó una botella de agua de litro y medio, se lo agradecí con la mano, pues no tenía fuerzas para hablar.
Bebí el agua hasta que esta se acabó. A lo lejos pude ver que la castaña se acercaba pero si verme, parecía tararear una canción. No quería que me viera en condiciones así, sé que se procupa mucho... me coloqué el gorro de la sudadera y me volteé de manera que no me pudiera ver.

-Oh, señor, ¿puedo ayudarle en algo?-preguntó. No supe quién decía hasta que vi su sombra acercarse. «Carajo».
-Emm no.
-Hmm ¿seguro? Puedo regalarle comida o ropa lo que quiera.
«¿Piensa que soy un vagabundo? ¿Tan sucia está mi ropa?»
-No, gracias.-Trataba de fingir otra voz pero mierdas, no podía sonaba tan fingida que no creo que me halla creído.
-Bueno. Adiós.
«Pfff»

Me levanté como pude y corrí, corrí hasta llegar a casa. Entré y corrí a mi habitación, con rapidéz me quité la ropa y entré a ducharme con agua fría. Me relajé, por un momento me empezó a doler la cabeza pero después de unas respiraciones de recuperación se me quitó. Me quedé ahí hasta que mi cuerpo volvió a su temperatura normal, quizá un poco más baja. Salí y sentí una gran oleada de sueño, me vestí con unos boxers y una bermuda tinta y me acosté en mi cama.

Placer infinito.
«En realidad parecía vagabundo, mi ropa está llena de tierra y está mojada de sudor, apesta.»

Poco a poco me quedé profúndamente cansado, en mi sueño sentía que caía, caía, caía hasta no saber de mí y desaparecí.

No One Like You.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora