C I N C O

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Aún recuerdo lo agobiante que era estar encerrado en cuatro paredes, con únicamente una cama y una mesa

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Aún recuerdo lo agobiante que era estar encerrado en cuatro paredes, con únicamente una cama y una mesa.
Los enfermeros llegaban, te sujetaban y te inyectaban todos los tipos de medicamentos que creían que iba a mejorar tu salud. Pero a mí nunca me hicieron falta, ya que mi salud mental estaba perfecta. La culpa era de San.

-Wooyoung, tienes que comer.-insistía su madre preocupada.

El niño estaba pálido, con ojeras y sus ojos se veían sin vida.

Llevaba días así, sin sonreír, sin reír, sin ganas de comer.

El antiguo Wooyoung había desaparecido en aquellas cuatro paredes.

-Wooyoung, dime que ocurre.

-San...—murmuró el chico.

La habitación blanca, con la cama junto sus sabanas y una mesa de madera.

Eso era lo que nosotros, los lectores y la familia del pequeño veríamos.

Pero.

Wooyoung lo que veía era múltiples de insultos hacia su persona, el símbolo del anticristo, dibujos...

Y San, con sangre en la boca y una mirada fija en él, observando todos sus movimientos para después criticarlos y así acabar con el alma y carisma que tenía.

A la madre se le escaparon varias lágrimas, no le gustaba ver a su hijo así.

No quería que pasase lo mismo que su otro hijo.

-Wooyoung, me preocupas. -murmuró la madre acariciando su mano.

-¿Cuánto tiempo voy a estar aquí?-preguntó cortante.

-No lo sabemos, pero un máximo de cuatro años.

Te vas a pudrir aquí conmigo! -se reía San.

Wooyoung miraba aterradoramente a San. Desde el fondo de su corazón él anhelaba que todo se solucionase; que su relación con San fuese una extraña relación de hermanos.

Qué simplemente, no le hiciera daño.

-Oh, Wooyoung. Me preocupas mucho, cielo.-dijo la mujer acariciando el cabello de Wooyoung.

Pero él no estaba en sus cinco sentidos, tan solo observaba a San.

-¿Por qué yo?-murmuró Wooyoung.

En ese mismo instante, algo dentro del corazón de Seonie se rompió. Aquella pregunta corta había hecho que todo su interior se partiese en pedazos. El escuchar aquello era doloroso.

-Wooyoung. No dejes que las sombras te coman, por favor.-dijo Seonie mientras una lágrima se caía  de su ojo.

- No hay sombras. Y sí hubieran, San es la única sombra que existirá.-contestó Wooyoung, mirando por primera vez en mucho tiempo a su madre.

Seonie pudo analizar el rostro de su hijo, lleno de arañazos provocados por sí mismo.

Su hijo parecía un muerto.

Seonie trató de acariciar el rostro de Wooyoung, pero este apartó su cara con velocidad, levantándose del sitio y poniéndose de pie.

-¡No me toques! ¡Tú fuiste la que me metiste aquí!-chilló Wooyoung.

Seonie bajó su mirada.

¿Cuánto tiempo aguantaría así?

En aquella oscura sala de lo más profundo del psiquiátrico, vivía un joven que al principio era carismático y siempre se le veía con una sonrisa de oreja a oreja

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En aquella oscura sala de lo más profundo del psiquiátrico, vivía un joven que al principio era carismático y siempre se le veía con una sonrisa de oreja a oreja.

Pero el de ahora.

Era un chico de 8 años, con ojeras que podrían tapar toda su cara y pálido.

No salía a la calle y comía obligado.

-Eres muy aburrido, Wooyoung. -dijo el fantasma mirándole desde la esquina de la que se había apoderado.

-¿¡Aburrido?! -estalló el joven; que hasta ese día estuvo siguiendo las indicaciones del fantasma.- Estamos en esta sala por tu culpa, porque cualquier médico que aparece le soplas en la cara y...¡Lo matas!

La cara del niño estaba roja de la furia, todos los médicos tenían miedo de ir a la habitación 1602 por él.

San levantó su mirada hacia él, de una manera muy lenta.

-¿Estás revelándote?

-San, dijiste qué me querías, qué me ibas a cuidar, dijiste qué no me iba a pasar nada.-dijo Wooyoung mientras una salada lágrima se deslizaba por su mejilla.

-Escúchame niño, nunca, pero nunca te querré.

-Escúchame niño, nunca, pero nunca te querré

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𝑴𝑬 𝑷𝑬𝑹𝑻𝑬𝑵𝑬𝑪𝑬𝑺 ; woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora