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-Wooyoung, recoge ya el cuarto -le regañó su madre.
-Que te he dicho que ahora voy. No seas pesada.
Seonie miró a Wooyoung enfadada, estaba harta de todos los cambios hormonales que estaba teniendo. Seguía siendo aquel chico serio que había salido del psiquiátrico, pero ahora no se callaba, le respondía y eso era algo que le molestaba.
-Mira, Wooyoung, no me hables así -chilló.
La habitación comenzó a cambiar de temperatura, un frío espeluznante en pleno verano.
Seonie miraba a todos los lados de la pared asustada, tratando de dar una respuesta lógica a aquello. Pero como era de esperar, no había ninguna.
-Esta mujer cada vez me sorprende más...-dijo San.
Habían pasado tres años de la muerte de Hoseok. Las fuerzas de San han aumentado y nadie podía hacer nada para evitarlo.
Bueno.
Wooyoung podía suicidarse, pero, ¿quién le confirmaría que San desaparecería?
-¡Ayúdame! -gritó Seonie.
Ella no podía ver aquello que la estaba ahogando. Se estaba agobiando, su mente no podía formular aquello. Simplemente trataba de respirar ya que su vida estaba en juego.
Wooyoung se quedó quieto. Su cuerpo no quería moverse, mejor dicho, no podía hacerlo.
San ya estaba empezando a tomar control de su cuerpo y nada lo iba a parar.
La ira de San era lo más fuerte que alguna vez hubiese visto alguien antes.
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