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La habitación tenía un aspecto horrible. Había sangre por todas partes y San le miraba desde una esquina.
-Creo que te avisé, eres mío y solo mío -gritó San.-No voy a compartir lo que me pertenece.
Wooyoung miró hacia abajo, riéndose en el acto.
-¿De qué te ríes?
-Las personas tienen un único dueño -comenzó a decir.- Y somos nosotros mismos.
San se tiró con furia sobre el cuero de Wooyoung.
-No te haré nada porque gracias a ti cumpliré mis objetivos.-escupió San con furia.
Wooyoung no debía de estar en aquella sala, ya que anteriormente había estado un fallecido, pero a él ya no le importó. El único cariño que iba a dar, había sido arrebatado por aquel ser.
Durante el período de tiempo en el que estuvo en el psiquiátrico, estudió las formas de separar a San de él. Sin embargo, todas llegaban al mismo fin.
Suicidarse.
El problema era que Wooyoung era muy joven. Él seguía esperando que hubiese otra manera de solucionar aquello.
-¿Y si muero? -chilló enfadado.
Los ojos de San se volvieron rojos, a tal punto que daba miedo verle. No obstante, Wooyoung permaneció quieto en su lugar.
Era triste ver cómo un niño de tan solo once años tuviese que pasar por eso. Que tuviese que cuestionarse la muerte.
Era una idea que le aterraba y le atraía a la vez, se preguntaba cómo se sentiría y si todo pararía.
-No serías capaz -masculló San con fuerza.
-No me tientes, San. Sabes que soy capaz de hacer cualquier cosa por hacer que desaparezcas.
San carcajeó, para después mirarle seriamente.
Agarró a Wooyoung del cuello, ahorcándolo en el acto. Pero él siguió con la misma cara seria, sin mostrar sentimientos.
-Siento decirte, qué soy lo único que tienes. No me molestes.
San soltó a Wooyoung y le miró fijamente. Retándolo con la mirada.
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