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Joder.

La mano dónde le había pegado el puñetazo a Scott la tenía roja y levemente hinchada.

Saqué de la nevera de mi casa una bolsa con hielo y me la coloqué ahí.

Mi mamá ingresó unos minutos después y me miró  raro la mano.

—¿Qué te pasó ahí?—inquirió.

Se acercó a mí y cogió mi mano, quitó la bolsita de hielo y al notar lo rojo e hinchado, pegó un chillido que me aturdió.

—¡Elle dios mío! ¿Qué te hiciste?

—Nada mamá, me caí y amortigüe la caída con la mano—mentí.

Escuché la puerta principal abrirse y cerrarse. Seguramente era mi padre.

Y no venía sólo.

Venía con Scott.

Y mi mamá al darse cuenta de la venda en su nariz, voltea nuevamente a mi mano y entre cierra  sus ojos.

—Castigada. Por una semana.

Carajo.


¡Cuéntenme! ¿Les va gustando? ¿Qué les parece?

¡Besos!

Elle no me da su númeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora