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Entro a la cafetería y camino hacia la mesa en la que está esperándome.

Automáticamente él se levanta y me envuelve entre sus brazos. Me  pierdo en su exquisita fragancia y en lo cálido que se siente estar en sus brazos.

Siento su corazón correr con fuerza y eso me hace sonreír, también, que el mío lata con fuerza.

—Estás hermosa—me halaga en cuanto nos separamos.

Mis mejillas se tiñen de rojo.

—Que solamente estoy vistiendo normal, eh—le digo, porque es verdad.

Nah—dice—, de verdad estás hermosa.

Elle no me da su númeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora