El niño nacido muerto.

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Hola, si alguien que lea mis otras historias llega a encontrar esta, solo quiero pedir perdón por estar ausente, en fin, si alguien llega a leer esto es agradezco enormemente.

Los personajes no me pertenecen, solo ocupo los personajes sin fines de lucro.

Capítulo I. El Niño nacido muerto

La plataforma nueve y tres cuartos durante generaciones ha visto a innumerables jóvenes caminar entre sus andenes, todos con un mismo destino, el colegio de magia y hechicería Hogwarts, el anhelo por el conocimiento, por el saber, incluso por el poder que aquellos muros esconden con tanto recelo, cada niño que veía el tren sentía a su corazón martillar con tanta fuerza que les sorprendía que aquel órgano vital no saltara de sus pechos fuera de ellos.

Lamentablemente en aquel comienzo de lo que seria una nueva era, la que era aun una niña se sentía especialmente vulnerable, sus manos sudaban mientras que hacia lo posible para controlar su nerviosismo, contrario a la mayoría de los que serian sus compañeros, sus padres no pudieron ingresar a la plataforma por su falta de magia, no sentía aquel calor  que tanto anhelaba, arrastro su baúl lo mas que pudo hacia el tren, repitiéndose una y otra vez que el conocimiento que la esperaba valía la pena.

Apenas había dado un par de pasos, cuando todo el ajetreo que acompañaba aquel anden se silencio casi por completo, con curiosidad alzo su mirada para ver que había causado aquel efecto, y su respiración quedó atrapada en su pecho apenas vio al causante.

La luz de día pareció perderse en un mar de sombras, en medio del andén un par de figuras caminaban sin importarles la conmoción que habían causado.

Ambos hombres caminaban entre entre magos y aprendices que se quitaban de su camino sin atreverse a mirarlos de frente, uno de ellos, el más bajo, ocupaba las túnicas que los estudiantes solían usar, con tanta arrogancia que más de uno se sentía apenas un insecto en comparación, de pieles tan blancas que pareciera nunca fueron acariciadas por la luz del astro rey.

Hermione trato de apartar su mirada de ellos como la mayoría de la personas a su alrededor hacían, pero le fue imposible cuando ambos pares de ojos conectaron, unos marrones y otros color verde se vieron los unos a los otros, y por un momento, la niña que apenas habría de comenzar en la prestigiosa escuela, se perdió en aquellos orbes, que parecían haber visto más de lo que ella jamás hubiera anhelado saber.

No supo siquiera en que momento aquel joven se había acercado tanto a ella, sus mejillas se pintaron de carmín apenas noto que sus rostros estaban a penas separados por unos cuantos centímetros, alzó su mirada desafiante ente el joven, si creía que la haría sentir menos, estaba frente a la bruja equivocada, más sin embargo, lo siguiente que sucedió la desconcertó de más de una manera.

Su baúl fue quitado de sus manos, y alzado por el joven que tenía una sonrisa en sus labios.

- Yo puedo perfectamente. - Replicó de inmediato, tratando de arrebatarle sus pertenencias al joven.

- Lo se, pero permíteme ayudar. - Sus labios apenas fueron separados para pronunciar aquellas palabras, antes de girarse hacia su acompañante y hacer una ligera reverencia. - Conde, lo veré en invierno.

El hombre alzó una ceja antes de asentir, y desaparecer en el mar de gente que apenas lo vio irse comenzaron con las actividades que habían interrumpido.

Ambos jóvenes entraron en el vagón, y afortunadamente para Hermione la primera cabina que abrió estaba desocupada, la castaña se sentó apenas tuvo oportunidad, esperando que el joven entendiera que prefería estar con jóvenes de su edad, sin embargo, el joven se sentó frente suyo sin siquiera preguntarle si gustaba compañía.

"¿Quien se cree que es?"

Decidiendo que la sutileza no sería efectiva en aquella peculiar situación, pues sabía que aun en el mundo mágico, no era común que un joven claramente mayor se interesara en una niña, más si la niña en cuestión era ella, por lo que abrió su baúl lo suficiente como para tomar un libro, "La historia de los rituales. Vol. I" y sin importarle que claramente era una falta de cortesía comenzó a leer desde la página donde se había quedado hace apenas unas horas.

Durante media hora se sumergió en aquellas letras donde comenzaban a relatar como hombres y mujeres dedicaron sus vidas enteras a la tarea de hacer algo tan complejo como lo sería un ritual.

Cuando concluyó en quinto capítulo, "Rituales de las familias asiáticas", alzó su mirada sobre la página del libro, para comprobar si aquel hombre seguía sentado frente a ella, y aunque trato de sentirse enojada por que así fuera, no pudo hacerlo al ver lo que tenía en sus manos, un jadeo escapó de su boca al ver aquel ejemplar entre las manos del hombre, de pasta de cuero negro, solo había escuchado rumores sobre la existencia del ejemplar, sin embargo, ahí estaba justo enfrente de ella, el "El necronomicron" las copias originales del autor habían sido quemadas en su gran mayoría, por su alto contenido esotérico, y posteriormente censurado hasta el punto en que toda la escénica del libro se había perdido.

- ¿Ve algo que le guste señorita? - La profunda voz casi el hizo saltar, y al ver al joven, una sonrisa le hizo saber que aquella era su intención.

Por un momento, pensó en ignorar al hombre, pero su obsesión por los libros le hizo descartar la idea, pues esa era una oportunidad casi única en la vida, más el hecho de que nunca pensó que una reliquia del mundo muggle estuviera escondida en el mundo mágico. Por lo que sin saberlo tomo una decisión que cambiaría su mundo en más de una manera.

- ¿Es la primera edición? - preguntó cómo si no lo hubiera ignorado durante media hora.

- Tengo entendido que así es. - Dijo con una sonrisa tranquila. - ¿Puedo preguntar su nombre, señorita?

La joven alzó su mirada para volver a conectarla con la de el, esperando que de alguna manera aquellos orbes verdes, pudieran darle las repuestas que necesitaba para tomar una decisión, y de una o de otra manera así fue, al ver un genuino interés en los ojos del joven, no veía malicia, o dobles intenciones, simplemente curiosidad, una curiosidad hacia ella.

- Hermione Jean Granger. - al momento en que lo dijo, vio una sonrisa aun más grande en el rostro del hombre, una sonrisa que mostró sus dientes blancos, pero aquella hermosa sonrisa no fue lo que hizo que su corazón se saltara un par de latidos, sino que ver un par de colmillos sobresalientes fue la razón de que su respiración se acelera junto con su corazón.

- Mucho gusto, soy Harry James Potter.

Harry Potter. El señor de la muerte. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora