Su vida tomo otro rumbo en un simple pestañeo;
tan espontaneo que no dieron tiempo a pensamientos.
Caminando entre almas perdidas tratando de silenciar la mente;
buscando la luz del día.
La noche llena de susurro, aprovechando la ocasión;
pasando...
La neblina bajaba la capacidad de visión; andaba caminando entre árboles. Su primer presa fue una pequeña ardilla; serviría para nutrirse. Hizo un pequeño campamento; usando la fogata para calentar sus extremidades y cocer la carne.
Marco una pequeña zona con alambres, de ellos colgaban latas ya vacías; esto ayudaría a detectar a los errantes que chocarán contra ello. Al tener el área asegurada, uso su mochila como una almohada. Con su arma en mano cerro sus ojos e intentando conciliar el sueño.
Sin tener conocimiento de cuánto tiempo estuvo allí, se levantó sobresaltada. Tomó sus cosas y siguió con su camino; sin esperar algún encuentro.
En un momento de distracción, se encontraba frente a un hombre con una ballesta apuntando directamente a su cabeza. Sin miedo alguno elevó su arma y mantuvieron la mirada fija entre ellos.
Con un semblante serio y temible; acompañado de una figura corpulenta. Se veía muy descuidado en su imágen; parecía salvaje. Con su pelo desordenado, seguido de una cara desconfiada y con unos ojos e llenos de seguridad en sus acciones, agregando a esto un tono morado en su ojo y algunos rasguños. No se veía muy amistoso y aparentaba que en algún momento iba a atacar. Silencioso, como si los ratones le hubieran comido la lengua. Un hombre muy misterioso.
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Cortando el momento de tensión entre los individuos; por detrás del mayor se dejó ver una señora interviniendo entro ellos. Con su corta cabellera blanquecina y crespa; duda en su rostro con rastros de sangre y algunas heridas esparcidas sobre su piel. Ella se veía más amigable, pero no dejaría que la aturdiera. Holgada y viendo débil su ser, no pudiera ser una persona fuerte. Pero hay un dicho que dice que no hay que juzgar a un libro por su portada. Hasta el más inocente puede esconder un demonio en sus adentros.
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— ¿Estás acompañada?
Nunca dejaría que otra persona defendiera su espalda. Al escuchar salir esas palabras de la mujer, sonrió de lado en forma de burla sabiendo que ellos no la verían. Se negaba a hablar; no anhela tener amistades. Ya en confianza con si misma, bajo su arma y solo dio la vuelta para tomar otro rumbo.
No tomaría en cuenta que por detrás de ella seguían sus pasos, esto logro que empezará a acelerar pasando entre árboles. En un pequeño poblado, ya se presentaba la falta de aire. Regañando por sus adentros; esto iba en contra de sus principios.
— No te haremos daño.
Ha escuchado esa frase un par de veces, no hubo un final feliz. Observando con detención a ambos; no sería malo hablar unas frases.
— Si tan solo intentarán, no dudaría en atravesar sus cabezas. No necesito a nadie que defienda mi espalda, eso es de débiles como ustedes.
Dejando en claro que no temía a ningún tipo de acción que cometieran. Negaba a quitar su mirada de encima, en especial al musculoso compañero de la mujer.
— ¿Tú sola has sobrevivido? No me lo creo
— Ya dije, no necesito a nadie.
— Podrías estar en nuestro grupo, todos en algún momento necesitamos de alguien.
Esa mujer insistía; fue mala idea seguir su curiosidad. No es capaz de confiar ni en su propia sombra y menos en un humano; el día de hoy corres más peligro al lado de un vivo.
— Somos buenas personas, tenemos niños y un médico.
— Hoy en día hay que desconfiar hasta en nuestra propia sombra, ella a veces nos deja a la vista.
Ya había estado en un grupo y no le iba muy bien; dos hombres solo peleaban, uno de ellos se tornaba muy agresivo e intentaba golpear o más allá a una mujer. Una señora era quien la abrigaba y cuidaba, hasta que uno de esos imbéciles no supo parar y ella dejo de respirar. Más tarde allí tirada en la fría superficie, volvió siendo un errante y de esa forma acabaría el campamento con todos dormidos. Tuvo suerte de escapar y continuar por su vida; tomó cada consejo dado por esa mujer, Susan. Nunca se olvidaría de ella. Su último grupo, se llevó gran parte de su inocencia y se terminó por convertir en lo que en el presente.
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