Primer encuentro a ciegas

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Primer encuentro a ciegas

Había quedado citado con su Ama. Era la primera vez que iban a verse. Le había citado en un local, un tal taller de arte de no sé qué. Le dijo que cuando llegara pulsara tres veces el timbre y, a continuación, se tapara los ojos con una corbata. Así lo hizo. Esperó hasta que la puerta se abrió y alguien le agarró del brazo sin hablarle, lo metió dentro y cerró la puerta tras ellos. A continuación, le puso un collar de perro y tiró de la cadena que llevaba enganchada, haciéndole andar. Se oyó el ruido de unos tacones al andar, y una voz de mujer le dijo...
- Cuidado!
No tuvo tiempo de más, sintió el tirón de la cadena y casi dio un traspiés al notar que le faltaba el suelo bajo sus pies, eran unas escaleras. La cadena seguía tirando de él firme e implacable. Sintió un ruido como de roce de algo, supo que era una cortina porque al seguir andando le rozó el brazo. El ruido cambió. Los tacones ahora resonaban mejor. Se dio cuenta que estaban andando sobre parquet. De repente, la cadena dejó de tirar y el taconeo cesó, la mujer había parado. No sabía aún si era su Ama y no se atrevía a preguntarlo.
- Vamos perro, desnúdate!
La oyó hablar de nuevo. La voz era suave pero emanaba una fuerte autoridad. Él estaba nervioso, muy nervioso y casi no encontraba el botón de su pantalón.
- No tengo todo el día, espabila!
Sintió un ruido al caer la cadena de su collar al suelo y se apresuró a obedecer. Se desabrochó el pantalón, se lo bajó. Se sacó asimismo la camiseta. Se notaba expuesto y humillado.
- Ese bóxer, fuera, ya!
Se sacó el bóxer. Se sentía muy humillado, pero al mismo tiempo estaba excitado y notó cómo su polla empezaba a empalmarse.
- A cuatro patas como el perro que eres!!!
Él obedeció y se puso a cuatro patas. Le preguntó la Sra. si quería beber algo . La verdad es que tenía la garganta reseca, de los nervios.
- Un poco de agua, por favor, Sra.
Los tacones se oyeron de nuevo, alejándose de él. Oyó a la mujer abrir las puertas de unas neveras de bar, sacar algo y cerrarlas. Luego sintió caer el líquido en un recipiente. Por el sonido que hacía, parecía de metal. Volvió el taconeo, sintió que la Sra. ponía algo en el suelo y, agarrándole la cabeza se la empujó hacia abajo casi metiendo su nariz en el agua.
- Bebe perro!
Le había puesto el agua en un bol de perro y le estaba obligando a beber del mismo. Como un perro. Se excitó aún más y se apresuró a beber como le fuera posible. De repente la mujer le retiró el recipiente y, sin mediar palabra, volvió a tirar de la correa, haciéndole andar a gatas. No sabía el rato que había estado andando, ya le dolían las rodillas del roce contra el parquet. Quería decírselo a la Sra., pero sabía que un buen perro no hablaba y él no quería defraudarla. De pronto, notó una alfombra bajo sus rodillas y que la correa empezaba a tirar de su cuello hacia arriba. Se puso de pie. La Sra. entonces le quitó la correa, pero no el collar. Le dijo que pusiera sus manos hacia adelante y él se apresuró a obedecer. Oyó un tintineo y luego sintió cómo una esposa se cerraba en una de sus muñecas y luego en la otra.
Después lo hizo levantar las manos por encima de su cabeza y sintió que enganchaba las esposas a algo. Y se alejó de él. Oyó un nuevo ruido, como si estuvieran desatando cuerdas y entonces sintió que algo tiraba de sus esposas hacia arriba, más y más, estirando de él hasta que estuvo casi de puntillas. De nuevo ruido de cuerdas. De repente silencio. Silencio total. No sabe cuántos minutos estuvo así, le parecieron una eternidad, pero seguro que no habían sido más que unos minutos.
Ya no oía ruido de tacones, la alfombra debía ser mullida y los amortiguaba. Sintió el roce de algo sobre su pezón. No sabía que era pero era agradable. Ese algo se movía por su pecho, de un pezón a otro, acariciándolos, rozándolos, bajaba y subía cosquilleando en su piel. Él sentía que se excitaba más aún. Y más todavía cuando sintió que eso bajaba por su ombligo y llegaba a su pene, que respingó levemente. Sintió la caricia de eso por su polla, por sus testículos, por sus muslos...
Se notaba agradable, pero empezaba a estar un poquito incómodo de estar colgado. Sin embargo, aguantó. La Sra. lo rodeó y comenzó a acariciar sus nalgas, su espalda. El había ido pensando que iba a ser azotado, no estaba preparado para esas caricias. Sin embargo le gustaban, y mucho. Sintió una leve decepción cuando la mujer paró y la notó alejarse de él. Nuevamente se hizo el silencio. Odiaba ese silencio. Se le hacía eterno. Pero por fin oyó de nuevo las cuerdas y por fin empezó a ceder lo que empujaba sus muñecas hacia arriba. Consiguió volver a pisar el suelo. Al principio era un poco molesto y sentía como pinchacitos en los pies. Se le habían dormido de estar tensos al estar de puntillas. Pero poco a poco la sangre volvió a circular y se sintió mejor. Notó acercarse a la Sra. Notó su olor. Era muy agradable. Notó un dedo recorriendo sus labios. Quería abrir la boca y lamer ese dedo, chuparlo. Pero no podía mientras ella no se lo ordenara.
- Chupa!
Oh! Era como si ella le hubiera leído el pensamiento. Abrió los labios y chupó esos dedos con fruición. Sabían a gloria. Retiró esos dedos de su boca y los llevó a uno de sus pezones, rozándolo, haciendo que se erizara por el contraste entre el frescor d la saliva y lo caliente de su piel. Lo rozó, lo apretó, lo pellizcó, tiró de él y entonces sintió dolor. La Sra. acababa de ponerle una pinza. Y la golpeó con sus dedos haciéndola vibrar en su pezón. Volvió a meter sus dedos en la boca. Le ordenó chupar de nuevo y repitió todo lo anterior en el otro pezón. Tenía las dos pinzas presionando sus pezones  pero ya no sentía apenas el dolor. La mujer recuperó lo que fuera que tenía antes y volvió a acariciar su cuerpo con él. Parecía una fusta, pero la movía con tanta suavidad que le hacía dudar. Cuando llegó a las pinzas, les dio un pequeño azote, haciéndolas vibrar, primero una, ahora la otra. Volvió a sentir ese dolor pero al mismo tiempo, sentía placer. Sentía que su polla babeaba, aún sin estar completamente empalmada. Y de repente la fusta silbó en el aire y zassss! Golpeó una de las pinzas arrancándola. Un gemido/ gritito se escapó de su boca. Silbó una vez más la fusta y, de nuevo, zassss!!! Y la otra pinza saltó en el aire. Cuando el dolor llegaba a su punto álgido, se transformaba en un maravilloso placer. Estaba encantado con las sensaciones que estaba viviendo, sólo que empezaba a estar cansado de tener los brazos en alto. De nuevo la Sra. se arrimó a él. Se dispuso a desenganchar las esposas. Casi sentía su aliento en el cuello. Le soltó y le bajó los brazos con cuidado. Se los frotó un poco para restablecer la circulación. Le gustó la caricia de esas manos. Moría de ganas de tocarla a su vez, pero sabía que no, que eso estaba totalmente prohibido. Notó que nuevamente enganchaba la correa y tiraba de ella hacia abajo. Se arrodilló. Sintió una caricia en su cabeza y una palmada en su nalga derecha.
- Buena perra!
Echaron a andar. Le costaba un poco ya que no le había quitado las esposas, menos mal que no eran las típicas dela policía sino que estaban más separadas y le permitían una cierta libertad de movimientos. El taconeo volvió. Le parecía un sonido maravilloso. Se detuvieron y notó que  ella se sentaba en alguna especie de sillón.
- Lame mis zapatos zorra inmunda!
Le acercó la puntera del zapato a la boca. Lo agarró con sus manos y empezó a lamer. Sintió moverse a la mujer en el sillón y al cabo de un rato ruido de hojas al pasar. Supuso que estaba mirando alguna revista. El siguió a lo suyo, lamiendo el zapato. Le lamió la punta y el tacón, se lo metió en la boca y lo chupó. Al cabo de un rato ella le pidió que le quitara el zapato y le masajeara los pies. Intentó hacerlo lo mejor que supo.
- Ya vale. Límpiame el otro zapato!
Se apresuró a obedecer. No había otro ruido que el que hacían su boca y su lengua, así como las páginas al pasar. Le ordenó lo mismo que en el otro pie, que le quitara el zapato y le masajeara el pie. Le gustaba eso, cumplir los deseos de la Sra.
- Suficiente x hoy, perra. Siéntate sobre tus rodillas con las piernas abiertas y tus manos en la nuca.
Obedeció. De repente, sintió algo tocar la base de sus testículos. Era el pie de la Sra. Qué gusto! Ella le acariciaba y era un auténtico goce sentir la suavidad de la media. Las caricias dieron paso a una presión suave, su polla respondía a ella, se hinchaba por momentos. La presión se hizo más intensa. Pero no le provocaba dolor sino placer. Apretó un poco mas. No pudo retener el gemido que se escapó de su boca.
Sintió como su polla rezumaba humedad. Ella pasó el pie por dicha humedad y lo llevó a su boca.
- Chupa para que veas a qué saben las zorras como tú.
Abrió la boca y chupó con fruición, casi con avidez, no ya tanto por el sabor de sus jugos sino porque era el pie de ella. Ella se movió un poco en el asiento y tiró de la cadena indicándole que siguiera lamiendo y él no se hizo de rogar. Fue dejando un reguero de babas allá por donde pasaba su lengua. Ella tiró aún más arriba. Obedientemente lamió esos muslos. Un olor llegaba a sus fosas nasales. Era su coño, que seguramente estaría húmedo. Deseó lamer ese coño, pero ella agarró sus pelos y empotró su cabeza entre sus piernas, de modo que lo único que podía hacer era oler ese delicioso coño y notar su humedad. Ella no le permitía despegarse, por lo que no podía saborearla. Entonces, la Sra. le retiró la cabeza y la alejó de ese embriagador perfume. Una pequeña decepción pasó por su mente. Sintió que ella se levantaba y dejaba caer la cadena. Por lo que se quedó quieto e inmóvil ahí. Ya no oyó los tacones por lo que intuía que la Sra. iba descalza. Nuevamente oyó ruido de puertas abriendo y cerrando. Y el borbotar de un líquido en un vaso o copa. Porque esta vez era cristal, claramente. Ella volvió y se sentó de nuevo.
- Túmbate en el suelo con la cabeza hacia mí y abre la boca. Mantenla abierta todo el rato.
Nuevamente oyó el maravilloso sonido de su voz. Cada vez le gustaba más. Cumplió la orden e hizo lo que ella pidió. Qué iría a hacer ahora? Se preguntó en su mente? Sintió movimiento por parte de ella y notó que se aproximaba a él, como si se inclinara hacia él desde el asiento. Y de repente nota que un líquido fresquito entra en su boca y resbala por la comisura de su boca. Vino! Ella estaba echándole el vino de su boca a la suya. Paraba para dar un sorbo y volvía a echarlo en su boca, en su cuello. Un sorbo más y esta vez la Sra. lo echó sobre su torso desnudo. Sintió que ella se levantaba una vez más y volvía a tirar de la cadena. Volvieron a desplazarse. El seguía con los ojos vendados. Como un perro fiel, siguió a su Ama. Echaba un poco de menos el ruido de sus tacones, pero bueno, la Sra. hacía lo que más le convenía y él no era nada ni nadie para opinar sobre eso. Pararon de nuevo, no sabría decir si habían ido al mismo sitio de antes u otro distinto. Al no ver, no podía saberlo, estaba como muy despistado. Solo sabía que no habían ido donde la alfombra. Lo hizo levantar con un nuevo tirón de la cadena.
- Extiende las manos.
Lo hizo y ella le quitó las esposas. Acarició sus muñecas y depositó un beso en el interior de cada una de ellas. Este gesto le sorprendió. Estaba acostumbrado a otros Amos, eran más fríos, más distantes. Pero el trato que su Ama le estaba dando era exquisito. Deseó entregarse a ella en cuerpo y alma. Pero ahora no era el momento, se lo diría al terminar la sesión.
- Recuerdas lo que hablamos de los dedos?
- Sí Sra., lo recuerdo
- Ahora vas a tumbarte sobre este potro, tu vientre sobre él, las manos una a cada lado de las patas delanteras y las piernas lo más abiertas que puedas.
Así lo hizo con ayuda de ella, que lo guio para que no se tropezara con nada, ya que él no podía ver. La verdad es que imaginarse así, completamente expuesto a ella con las piernas abiertas, le hizo sentir mucha humillación, pero también una enorme excitación. Sintió una de las manos de la Sra. por su espalda, bajando hasta su nalga. Estaba fría, imaginó que por la copa de vino de antes. Le hacía cosquillas, acariciaba sus nalgas con suavidad. Primero una, luego la otra... zasss!!! El impacto de la mano en su nalga le hizo respingar más por la sorpresa que por otra cosa, porque no era fuerte.
- Shhhh! Ni te muevas, perra!
Sintió de nuevo la mano acariciando justo donde le había dado el azote. Zasss! La otra nalga recibió lo mismo. Nueva caricia y zassss!!! zassssz!!! Esta vez fueron dos azotes seguidos , cada uno de ellos, más fuertes que el anterior. Caricias fresquitas de esas suaves manos y zassss!!! zassss!!! La otra nalga recibió lo suyo. Y así estuvo un rato dándole azotes cada vez más fuertes en una y otra nalga, ahora si dolían, pero le gustaba ese dolor. Y entre azotes, pasaba sus manos cual caricias de alas de mariposas. Oh! qué agradable sensación. Al cabo de un rato sentía calor en sus nalgas. Ella paró. Unos minutos de silencio. Un ruido lejano como de buscar algo en algún cajón. Nuevos ruidos que fue incapaz de identificar, que sería lo que estaba haciendo el Ama? Qué vendría ahora? Fuera lo que fuese estaba seguro que le iba a gustar. Estaba pensando en ello cuando sintió de nuevo la mano fresquita del Ama en sus nalgas.
- Separa las nalgas para mí, perra!
No se hizo de rogar al oír de nuevo su voz y llevó sus manos cada una a una de sus nalgas, separándolas un poco. En su mente se vio así, tumbado sobre su estómago, las piernas en el suelo, separadas y ahora abriendo sus nalgas para ella. Un ramalazo de humillación y vergüenza recorrió todo su cuerpo, transformándose en una grata excitación al llegar a su polla que ya estaba bastante babeante.
- Más, perra, abre esas nalgas más, muéstrame tu ano!
Las palabras de la Sra. incrementaron aún más su excitación. El deseo que sentía de servirla, de ser suyo, aumentó. Como pudo separó más sus nalgas, hasta el punto que casi se hacía daño. Aguantó. Sintió que el Ama se acercaba y que algo frío rozaba su ano. El dedo se movió untando lubricante, porque eso le parecía que era, por todo su ano, presionando de vez en cuando sobre ese nudo de músculo al pasar por el, hasta que una de las veces el dedo penetró dentro, abriendo, untando más para salir y entrar entonces dos dedos. El placer q sentía iba aumentando gradualmente. Deseó que siguiera, que no retirara esos dedos de ahí sino que siguiera entrando y saliendo más y más adentro cada vez. Pero el Ama esta vez no leyó su mente ya que tras un par de entradas y salidas de sus dedos, los retiró. Nuevamente la oyó trajinar con algo y entonces sintió de nuevo algo frío que presionaba su ojete. Pensó si lo iba a sodomizar con algún dildo, pero justamente en ese momento el objeto presionó más y se hizo paso en su interior abriendo su ano, entrando todo hasta que sintió un tope. Era un plug, el Ama le había puesto un plug. Sintió como se retiraba de nuevo y luego el ruido de alguna papelera metálica al abrirse y cerrarse su tapa. Ya supuso lo que había hecho el Ama, se había quitado el guante que había utilizado para lubricar su culo y lo había tirado a la papelera. Ella regresó, acarició un poco más sus nalgas y le dijo que ya podía soltar sus nalgas y volver a poner sus brazos como antes. Y mientras él estaba disfrutando de la caricia, no se dio cuenta que ya había retirado su mano hasta que sintió cambiar el aire por un movimiento y sintió como sus nalgas eran azotadas por lo que imaginó un gato o un flogger. Le gustó.
- Cuenta, perra, cuenta los latigazos que t doy.
- Uno, dos...
Y el Ama siguió fustigándolo. Zassss! Zassss! Cada latigazo iba dejando una señal rojiza en sus nalgas y elevando su calor corporal. Zasssss! Zassssss! Cada latigazo era más fuerte y penetrante que el anterior...
- Nueve, diez...
Cesaron los latigazos y la mano suave del Ama acarició su rosada y caliente nalga.
- Cuenta de nuevo...
Y volvieron los latigazos, esta vez en su otra nalga. Fue contándolos uno a uno hasta llegar a diez y ella paró para volver a acariciar su nalga...
- Otra vez!
Y nuevamente repitió la tanda de diez latigazos en cada nalga. El jadeaba, gemía muy flojito. Sentía su cuerpo excitado, tembloroso, dolorido pero aún deseoso de más. La Sra. aún le dijo que contara una vez más y así estuvieron repitiendo los latigazos y caricias.
- Enséñame los dedos.
Él le enseñó dos dedos, porque la verdad es que ya la última tanda de latigazos le había elevado el umbral del dolor y no estaba seguro de poder aguantar mucho más. Sintió cómo ella se movía y hacía ruido al dejar el flogger donde lo cogió. Luego silencio una vez más. Las nalgas le ardían. Oyó ruidos ya familiares, la Sra. había vuelto a ponerse sus zapatos y resonaban sus clap, clap de nuevo por el parquet, alejándose. Por su mente pasó la idea si habría defraudado al Ama al mostrar dos dedos, igual ella esperaba que aguantara alguna tanda más. Se preocupó e incluso se sintió molesto consigo mismo. De lejos le llegó un ruido que le parecía recordar como de las puertas de la nevera. Ya no estaba totalmente seguro porque era más lejano y le llegaba mas tenue. El ruido de los tacones se fue acercando y cada vez sonaba más fuerte. Regresaba el Ama. Y antes que él tuviera tiempo de pensar nada, algo muy frío y mojado empezó a pasar por sus ardientes y enrojecidas nalgas. Hielo! Ella había ido en busca de un cubito de hielo que estaba pasando por sus enfebrecidas nalgas. Sintió alivio. Agradeció ese fresquito. Ella retiró el hielo y lo dejó en un vaso, a juzgar por el ruido que hizo al chocar contra el cristal. Entonces volvió a alejarse. Seguramente iba a dejar el vaso en su sitio. Los tacones resonaban en la distancia. También un ruido que no supo identificar. Era muy, muy tenue. Qué sería? Y por qué tardaba tanto la Sra.? Volvió a preguntarse. Le había dejado ahí con sus nalgas enrojecidas y mojadas y ahora empezaba a sentir frío y que su piel era recorrida por leves escalofríos. Su polla, que había alcanzado cierto grosor antes, se empezaba a ir desinflando poco a poco, lentamente como un globo. Por fin volvió a oír el taconeo acercándose. Volvía el Ama. En su mente se empezó a preguntar por lo que podría esperarle a continuación. Esa incertidumbre hizo que volviera a excitarse y su polla empezara a empalmarse de nuevo. Notó al Ama rodearle hacia su cabeza y luego sintió de nuevo el tirón de la cadena en su cuello (se había olvidado de ella!), instándole a levantarse. Como pudo se levantó, era un poco difícil con los ojos tapados. Se preguntó si liberaría en algún momento sus ojos. La verdad es que le gustaría verla. Conocer a la persona que le estaba dando tantas sensaciones. Pero no tuvo mucho tiempo para pensarlo. El Ama tiraba de la cadena hacía ella y le obligaba a caminar. Esta vez no le hizo andar a gatas. Caminaron un poco hasta que frenaron una vez más y ella le dijo que se subiera a cuatro patas. Parecía una especie de cama enorme. Sintió que se hundía un poco bajo su peso y luego bajo el peso de la Sra. al subirse. Ella no soltó la cadena en ningún momento. Sus manos fueron a sus nalgas, y rebuscaron el tope del plug entre ellas sacándolo sin más dilación. Dios! qué gusto sintió al sentir el movimiento de salida de dicho plug y qué desamparado quedó su culo al sacarlo.
- Abre la boca, perra!!
Eso hizo y notó que algo caliente empujaba en ella. El Ama no tuvo compasión y lo metió entero, hasta que el tope del plug tocó sus labios, porque eso era precisamente: el plug anal que le acababa de quitar.
- Ni se te ocurra escupirlo, perra!
Joder! Le llenaba toda la boca y le costaba tragar la saliva que se formaba e incluso respirar. Pero asintió. Ahora el Ama se apoyó con una mano en su cadera y con la otra abrió camino entre sus nalgas al strapon que se había colocado en un arnés, esto explicaba su tardanza de antes. El strapon estaba un poco frío al tocar su ano, supuso que por el lubricante, y gracias al mismo y a que su culo ya estaba dilatado por el plug, empezó a abrirse camino en su interior. El no sintió dolor. Tan solo un agradable placer al sentir el frío tronco del strapon abriéndose camino poco a poco dentro suyo, ensanchando su culo con su grosor. Se sentía muy puta. Una perra en celo. Deseó ser follada por su Ama, ser suya. Una vez entró todo, ella agarró sus caderas con sus manos y comenzó a entrar y salir de su culo de perra. Primero despacio, cada vez más adentro. Cada vez sentía más abierto su culo. El placer aumentaba por momentos. Ella entraba y salía, agarrándose fuerte a sus caderas, casi clavándole las uñas, impulsando el strapon con la fuerza de sus propias caderas. La cadena que agarraba en su mano golpeaba su muslo con cada envite. Se lo folló como la perra que era. Le rompió el culo literalmente. El plug en su boca le impedía gritar de placer, sólo podía dejar escapar gemidos ahogados y las babas que resbalaban de las comisuras de su boca. Era una perra babeando y gimiendo completamente desatada al creciente placer que crecía. Sintió un tirón de la cadena que le obligaba a echar su cabeza hacia atrás. El Ama seguía follándola. De vez en cuando le soltaba una fuerte palmada de su mano totalmente abierta contra su nalga. Entraba y salía de él cada vez más rápidamente, cada vez con más fuerza, cada vez tiraba más de su cabeza hacia sí misma. Sin darse apenas cuenta, le sacó el plug lleno de babas de la boca.
- Gime perra! Gime! Gime para mí como la perra que eres!! Dame tu orgasmo!!
Esas palabras entraron en sus oídos abriéndose paso hasta su cerebro. Su culo cada vez más abierto, las sensaciones se incrementaban cada vez más. El Ama le daba más y más cada vez y él sintió que se rompía en mil pedazos y que le faltaba aire, que no era capaz casi de respirar, solo boqueaba hasta que un fuerte grito escapó de su garganta. Su orgasmo fue lo más bestia que había sentido nunca. Y sin eyacular! Su polla estaba babeante por la excitación pero no había eyaculado. Poco a poco el ritmo de la follada se redujo, hasta que ella sacó el strapon.
- Túmbate boca arriba, perra y saca tu lengua.
Así lo hizo. Sintió el movimiento del colchón al moverse el Ama para colocarle un pie a cada lado de su cara. Sintió cómo se agachaba y ese coño exquisito que había olido antes rozaba su lengua. Mmmm!!! Estaba empapado y sus jugos sabían a gloria. Supo lo que quería y empezó a lamerla como perra que lleva el diablo. Nunca había probado cosa tan rica. Ella se movía encima de su cara, guiando su lengua, diciéndole e indicándole cómo lo quería. Su lengua entraba y salía de la mojada cueva de la mujer, hasta que en uno de los movimientos ella consiguió llevar su clítoris a la punta de su lengua y se quedó quieta, sentada prácticamente en su cara. Aprovechó para lamer ese clítoris, con su lengua le daba golpecitos. Adelante, atrás, un lado al otro, incluso en círculos. Ella gemía, temblaba toda estremecida encima de su boca. El siguió y siguió hasta notar cómo se hinchaba y se abría ese clítoris soltando su delicioso jugo en su boca a la vez que ella soltaba un grito desgarrador y se puso a temblar y tener espasmos encima suyo. Se levantó y se tumbó a su lado, cuerpo con cuerpo, ambos jadeantes y sudados. Era lo mejor que había sentido hasta ahora. Se sentía orgulloso de haber llevado a su Ama a ese orgasmo. Poco a poco, las respiraciones fueron acompasándose, relajándose. Ella entonces se giró hacia él y depositó un suave beso en sus labios. Entonces la sintió moverse y alejarse de él. Sintió de nuevo la cadena que le indicaba que se moviera, que se bajase de la cama. Lo hizo, se puso en pie y volvieron a caminar. Lo llevó hasta una sala, y le dijo que se sentara en el suelo en la posición de obediencia y esperase. Así lo hizo. Oyó un timbre y los tacones de ella yéndose. Luego voces. Ella hablaba con un hombre.
- Gracias Alberto. Ha ido todo muy bien
Era la voz de ella entrando en la sala donde él estaba.
- Ahora voy a ducharme mientras mi perrita se queda aquí esperando. Puedes pasar e ir limpiando y preparando las salas para la próxima sesión.
Y luego ya el sonido de una puerta al abrirse y cerrarse. Ruidos del hombre moviéndose libremente por el piso. Supuso que recogiendo y limpiando las señales que hubieran dejado de su sesión. Ruido de agua cayendo, seguramente ella duchándose. Y él nada, ahí sentado y esperando. Se sentía solo e incluso desolado. Pero al mismo tiempo estaba muy feliz. Su mente divagaba reviviendo las escenas vividas. Se paró el ruido del agua. Minutos después se oyó abrir y cerrar d nuevo la puerta. Él se animó, se puso tan contento que se imaginaba incluso como una perra moviendo su cola d alegría. De nuevo oyó la voz de ella
- Alberto, dile al Ama Kassia que le dejo el dinero de la sesión, así como el de una copa de vino y un agua que hemos consumido. Dale las gracias de mi parte.
Y luego se puso ante mi, no la podía ver pero sentía su presencia. Tiró de la cadena y me hizo levantarme. Se acercó a mi y desenganchó la cadena del collar.
- Has sido una buena perra, Manel. T dejo este collar para que me recuerdes y te lo pongas cada vez que volvamos a encontrarnos. Ahora Alberto te indicará donde están las duchas y t limpiarás. Hoy lo dejo yo todo pagado. La próxima sesión ya lo pagarás tú. No te destapes los ojos hasta que yo haya salido. Seguiremos en contacto por wasap y hablaremos de esto.
Él quiso abrir la boca, pero ella puso dos dedos en sus labios instándole a seguir callado.
- No digas nada, perrita. Luego hablaremos x wasap y repasaremos todas las cosas. Ahora deja que me marche, luego Alberto t dirá cuándo quitarte tu venda y t indicará las duchas. Dúchate, relájate e incluso tómate una copa al terminar. Ha sido un placer contar con tu entrega.
Y dicho esto, ella depositó un nuevo beso y… se fue!!!
Fin…

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⏰ Última actualización: May 02, 2020 ⏰

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