Capítulo 7

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Regina
Casualidades, deudas y algo más.

Era él sin duda alguna, aquel hombre sentado en aquella lápida del cementerio era William no tenía dudas de eso, pero ¿a quién había enterrado allí? Aquel pensamiento no abandonaba mi cabeza, coincidir en los lugares con él se estaba volviendo una rutina.

Porque eso había sido una coincidencia sólo fui a ver a mamá para hablarle, contarle como estaba. Desde que descubrí que su cuerpo descansaba en aquel cementerio, siempre que podía pasaba por allá con algunas rosas y me sentaba a hablarle de mi vida.

Y hoy no podía ser la excepción ya que prácticamente estaba a ley de horas de cambiar mi vida casándome con un total desconocido, porque si algo he aprendido a lo largo de los años es que los papeles sólo muestran lo que las personas queremos ver. Sabía que me estaba entrando en terreno peligroso porque él mismo me lo había advertido,

"No debes saber nada de mi vida personal al menos de que yo decida contarte lo"

¿Al menos de que ocultes algo verdaderamente grande no te importaría que los demás sepan de tu vida o no?

Aunque si fuese justa no es como si yo fuese un libro abierto ¡vamos! Si fui yo quien puso cada regla en ese contrato y no era apropiado romperlas por más curiosidad que sintiera. Lo mejor era dejarlo pasar y sacar de mi cabeza aquel hombre y continuar con lo mío.

Estos días no fueron los mejores había discutido más de lo normal con Federico es que estaba convencido de que mi matrimonio era una falsa y se estaba volviendo muy molesto, aún no se creía aquella historia de que había conocido a William en uno de los últimos viajes que había hecho a Europa y desde entonces había ocultado nuestro romance de todos incluyendo a papá.

Luego surgió aquel problema, llegar a casa de Elizabeth y encontrar a William muy golpeado aquello me preocupó en demasía y desde ese día, aunque no lo quiera reconocer algo cambio, pero es algo que sólo yo lo sé y que él por supuesto no debe saber bajo ninguna circunstancia.

Aquel hombre guardaba muchos secretos y eso no es bueno yo también tengo los míos, pero estoy más que segura que no son nada al lado de los de él.

— Daría cada dólar de mi fortuna por saber que pasa por esa mente tuya preciosa.

Salte en mi lugar del susto que me había llevado al escuchar la voz de Federico a mis espaldas.

— ¿Quién te dejo entrar y que haces aquí Federico?

— Tu criada me dejó entrar y estoy aquí porque necesito hablar contigo Regina.

— Ahora de que quieres hablar, creo que ya nos hemos dicho lo suficiente en estos días como para que vengas a mi casa a esta hora para "hablar" ¿no lo crees?

—No, no lo creo es que... no sé qué tengo que hacer para hacerte entrar en razón no puedes casarte, no al menos con ese tipejo.

—Sabes que eso no está en discusión Federico y que no es de tu incumbencia ese tipejo es el hombre que amo y con el cual pasaré el resto de mi vida ¡entiéndelo de una vez y por todas por el amor de Dios!

—¡No lo entiendo ni lo acepto Regina, tú eres mía y de nadie más!

Aquel hombre se abalanzó sobre mi como León hambriento, pude percibir el alcohol junto al nefasto olor de esos puros que le encantaba fumar a la hora de tomar su whisky favorito y aquello me alarmó, sus labios aprisionaron los míos con un salvajismo indescriptible mi fuerza era nula comparada con la suya.

—¡No hagas esto Federico por favor vamos a hablar!

— Ya no deseo hablar Regina te deseo a ti, siempre te he deseado y hoy serás mía quieras o no, ya me cansé de esperar, me cansé de hacer las cosas bien contigo y al final ¿de qué me sirvió? ¡¡Si te vas a casar con un recién llegado Regina dime!!

Marido por contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora