Capítulo 8

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Recuerdos, dolor y boda

Regina☄

La luz se filtraba por las ventanas y como me molestaba, al parecer se me había olvidado correr las cortinas antes de caer rendida.

Quería, juro por lo más sagrado que quería seguir ahí acurrucada en mi cama, me sentía agotada, la boca pastosa por la sed, ahora lo que más quería era un poco de agua así que me obligue a abrir los ojos y fue cuando todo lo sucedido pasó por mi mente justo como lo hacen en las novelas y las películas.

No pude evitar exaltarme y que mis ojos se llenarán de lágrimas me senté en la cama como un resorte, justo cuando iba a estallar en llanto mis ojos se fijaron en aquel cuerpo acostado en mi sofá.

No parecía nada incómodo en aquella posición, al contrario se veía muy a gusto y fue cuando mi cerebro hizo click ¿cómo llegue a mi cama y quien me había puesto mi pijama?

Estaba segura de que no quería saber las respuestas a todas las preguntas que ahora se cruzaban por mi cabeza, porque sé de sobra que Margaret no había sido. Ella sabía que por nada del mundo y bajo ninguna circunstancia tenía el permiso para hacerlo.

No sabía que hacer si salir de mi propia habitación corriendo como si hubiese cometido un delito o llamarlo para que saliera él, me deshise del edredón y camine hacia él, se veía tan frágil, tan angelical, tan....hermoso.

Y una mierda en realidad algo en mi cerebro estaba haciendo un gran corto circuito y ya me estaba volviendo loca sólo pienso estupideces.

Salí de aquella habitación sin pensarlo nuevamente, me dirigí a la cocina, pero aquel espacio llamo mi atención la puerta aún estaba tirada en el suelo y sentí toda aquella repugnancia de la noche anterior al sentir como Federico me tocaba. Mi vista se había empañado y estaba demás decir que aquellas lágrimas luchaban por salir, pero no las dejaría.

No lo haría porque no me vería nuevamente frágil, débil como un cachorrito asustado, salí de allí y llegue a la cocina Margaret como siempre preparaba aquel delicioso desayuno que a diario degustaba antes de ir a la oficina.

— Buenos días Margaret

—Buenos días señorita, ¿quiere que le sirva el desayuno?

—No, sólo quiero un vaso de agua por favor, desayunare luego de tomar un baño.

—Como guste señorita.

Tome aquel vaso con agua y me dirigí nuevamente al despacho, aún no eran ni las siete de la mañana y ya tenía mil pendientes, hoy era mi boda y no habia marcha atras ni siquiera lo sucedido anoche me detendria. Ademas el tiempo se agotaba y ya estaba todo organizado, las invitaciones habian llegado todas y cada una a cada invitado, el salon para la fiesta ya habia sido apartado y lo mas probable que ya decorado y yo estaba sana y salva asi que no habia motivo suficientemente grande para cancelar.

—¿Si quieres podemos cancelar la boda hasta que resuelvas el problema con tu socio?

A caso este hombre estaba loco o me estaba leyendo la mente.

—No cancelare nada y me encargare de lo sucedido con Federico por eso no debes preocuparte.

—No estoy preocupado solo pense que necesitarias algo de tiempo para acomodar ideas y recuperate de lo sucedido anoche.

Respire profundo y escondi todo rastro de lagrimas o debilidad y me gire para verlo a la cara.

—No tengo tiempo y lo sabes ademas ya todo esta organizado para la boda y cancelar significaria dar una explicación a la prensa y a los invitados y esa no es una opción, por nada del mundo dejaria salir precisamente hoy lo sucedido anoche. 

Marido por contratoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora