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Hanabi dejó caer sus brazos de acuerdo a cómo le acomodaban las prendas de ropa. Las criadas siendo muy cuidadosas con la fina seda color rosa pastel, color cual se confundía fácilmente con blanco.

Colocándole un par de joyas bastante finas, no eran escandalosas a la vista, pero le daba ese complemento a su atuendo.
Caminó hacia el tocador que estaba detrás de su persona, sentándose para que procedieran un ligero y natural maquillaje.

—Su alteza, la familia Todoroki está en camino al palacio. El rey la está esperando en el salón principal —comunicó el pelinegro que se encontraba a un lado del salón.

—El príncipe estará maravillado al verla, majestad. —comentó la castaña de cabellos cortos, quien, aplicaba el brillo en los rosados labios de su contraria.

La de ojos color sol se observó en el espejo con detenimiento, acomodando por sí misma su corto cabello. Era algo criticada por llevarlo tan corto; hasta la altura de la nuca para ser exactos, pues no mostraba "toda su belleza" con una melena larga cual lucir.

Y es que los medios de comunicación son tontos.

La servidumbre que trabajaba en el palacio, sabía que hasta con las peores prendas o el más terrible peinado en aquella joven princesa, aún así se seguiría viendo simplemente preciosa.

Dotada de una belleza natural como su madre. Esa gracia al caminar, al hablar, cada paso era como si una canción se estuviera componiendo con su mismo nombre y apellido. Sus manos eran tan delicadas, ella se veía tan delicada, angelical. No la veían sonreír muy seguido, pero aún así, con su semblante neutro, fascinaba a cualquiera que la pudiera ver.
Era una perla preciosa, única con su presencia que te provocaba adorarla cuando la tenías frente a tus ojos. Para sus aún diecisiete años, casi dieciocho, era envidia de algunas soberanas mayores, que se sentían opacadas por una niña que no sabía nada de la vida.

Es que Hanabi no solo era imagen y cara, era mucho más que eso.

La misma castaña con ojos del mismo tono, se dispuso a rociar un poco de perfume en su majestad, haciendo que esta misma asintiera como agradecimiento, poniéndose de pie lentamente.

—Kirishima. —el mencionado la miró al instante.— Hazle llegar a mi padre que una dama se hace esperar.

Musitó girando sobre sus talones, el de ojos rubí no sabía qué hacer.

—Pero, su alteza, el rey la quiere consigo para recibir a los invitados. —Eijirō se paniqueó un poco por la drástico cambio de planes.

—También tendrá que esperar, mi futuro marido deberá aguantarse las ganas de verme, un suspenso no hace daño a nadie, es más. —le sonrió al guardia.— Hace que las cosas sean más interesantes.

Ni bien terminó de hablar, salió de la habitación en donde se había preparado para aquella visita, como decía el pelinegro, seguida de dos criadas y el mismo con quién estaba hablando, el cual se comunicó con los demás guardias para que el pedido de la princesa llegar hasta el rey.









(人 •͈ᴗ•͈)












En la puerta principal, se encontraba Jun, junto a Jirō que se mantenía firme al lado del rey. El mismo se veía bastante tranquilo, aunque veía cada tanto hacia sus espaldas, esperando que resonaran los pasos de su retoño.

Jirō puso la mano en el auricular que llevaba puesto.

—Su alteza, la princesa no quiere presentarse, no aún.

eternal; todoroki shōto CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora