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Pasados exactamente veinte días del cumpleaños número dieciocho de la princesa, durante todo ese tiempo, empezó a empacar lo necesario; bueno, las criadas en sí junto a la supervisión de la azabache quien se mudaría. La boda con el príncipe Todoroki se realizaría en el Imperio Eclipse, faltaban cuatro días para el gran día, y en menos de dos horas viajaría al mismo castillo de la realeza vecina. Algunas de sus pertenencias ya habían sido enviadas a las tierras que, básicamente, eran su nuevo hogar. Lo sabía gracias a los mensajes que recibía del bicolor con quien estaba comprometido.

Kirishima seguía los pasos de la princesa, cuales resonaban por las amplias paredes de mármol decorados con preciosos detalles, los jarrones de porcelana con bordes dorados y la cantidad de flores que poseía el mismo. Las ventanas que reflejaban el sol que aún se mantenía en el alto del cielo tan despejado y celestino. 

Veía cómo los cabellos de la fémina que tenía a unos metros de él se movían gracias a la brisa que sentía cuando caminaba por el largo pasillo, el silencio entre los dos era visible, desde el accidente de Kaminari, Hanabi no volvió a hablar del tema, y el azabache de ojos rubí tampoco lo hizo, porque imaginó que no sería de su agrado.

Desde un comienzo, el joven supo que viajaría con ella hacia el Imperio Eclipse, era el encargado de cuidarla, muy aparte de que era la persona en la cual más confiaba, por eso siempre contaba con él, incluso para lo más insignificante. Pero sobre todo, era su mano derecha desde que él se le fue asignado como guardaespaldas personal.

Eijirō colocó su dedo índice al auricular que tenía puesto.

—Kirishima, qué sucede. —preguntó su menor, siguiendo su camino sin girar a verlo.

—Majestad, el rey está en el vehículo que la llevará hasta el aeropuerto. —indicó con voz firma, acercándose a la derecha de la chica.

—Entiendo. —fue lo único que respondió sin quitar la mirada del camino.

Las muchachas que servían en el castillo estaban ahí, reunidas todas en filas para despedir a la princesa, junto a unos pocos guardias, pues el resto aún seguía en turno de vigía. Jirō también estaba ahí, ella la acompañaría en hasta el jet real para luego seguir con sus labores como la asistente y mano derecha de Jun.

Una sonrisa melancólica se dibujó en la muchachas, pues Hanabi no era una mala persona, no era aquel estereotipo de princesa estirada y creída. Era respetada y querida mucho por su gente, al salir a conferencias o a pasear por ella misma, era muy amable con todos. Todo un ícono la joven, cual hoy partiría de sus tierras natales a unas nuevas.
Las chicas vestidas de negro, hicieron una reverencia y luego se acercaron a ella formando una media luna, la cual se llenó de sollozos, más reverencia y muchos buenos deseos para el futuro, también para su futuro matrimonio. Que tuviera una próspera, feliz y tranquila vida.

Los demás guardias también se acercaron, pero menos sentimentales en sí.

—Muchas gracias todos por sus servicios en mi presencia, nunca han defraudado a la familia real. — Hanabi habló con nostalgia en su voz. —Por favor, sigan cumpliendo su trabajo, estoy honrada de haber conocido a personas como ustedes. —miró a todos e hizo una reverencia.

Todos aplaudieron con entusiasmo; minutos después la pequeña multitud se disipó por todo el palacio, volviendo a sus actividades cotidianas.
Kirishima también tuvo una amena despedida con sus subordinados, ya que él al ser el jefe de la guardia, también era bastante querido por su disciplina.

—Princesa, es hora de irnos. —al girarse, pudo notar la firme mirada del pelinegro

—¿Puedes dejar de ser mi guardia por un rato?— comentó la azabache desde la gran entrada del castillo.

eternal; todoroki shōto CANCELADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora