Diez Mil Porqués

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El sepultó fue rápido, la gente que asistió poco a poco iba dejando el cementerio, para después de unas horas los únicos que quedaban ahí fueran Rubén y Mangel, que aun llorando, ambos se negaban a abandonar el lugar.

Uno no quería dejar a su amigo ahí, y el otro no quería dejar a su amado ahí.

—Tenemos que irnos Rubén— le dijo, no quería que Rubén se hiciera más daño.

—Vete— le respondió, no de mala gana, pero si quería despedirse, solo, sin necesidad de tener a alguien ahí.

—No quiero dejarte solo—

— Solo quiero despedirme, en un momento te alcanzó en el coche— dicho esto Miguel se dio la media vuelta y se fue, no quería hacer mal ahí, sabía que Rubén tenía que despedirse.

Por el rabillo del ojo vio como Miguel se retiraba, y cuando ya no lo pudo divisar su mirada regreso a la tumba que yacía bajo sus pies.

Una lágrima callo otra vez y mil más.

Otra vez eran solo ellos dos, uno libre y el otro encarcelado...

Quería que regresara, que estuviera con él, que todo era una mentira, que estaban soñando, que la noche increíble si paso y que ahora ya eran prometidos, la última petición sobre Samuel de Rubén fue que pusieran el anillo de compromiso en su mano, que lo pusieran en su dedo.

Que se lo llevará con él.

—El caso no es volverte a ver si no ver como vuelves —limpio una lágrima traidora que bajaba por su mejilla —Si merece la pena ya perderme o no perderte, no sé— voltio su mirada para otro lado, dolía bastante el hecho de ver aquella lapida.

Samuel de Luque

12/04/1989
02/08/2014

Porque aunque no ganaste la batalla,
encontraste la victoria en la libertad.

—Si las historias las escriben aquellos que ganan siempre, nosotros que hemos perdido que diremos de aquello que mataba pero nos hacía más fuerte— ¿qué dirán? ¡¿Qué putas dirán?! Si las cosas ahora estaban mal, estaban bastantes mal, él no estaba, Samuel se había ido.

—Como echarnos de menos y después a la cara diez mil porqué —

Las lágrimas seguían cayendo de sus ojos como dos lagos profundos.

—Los mejores puzles son los que no encajan, pero con el tiempo si, por eso mis brazos te sientan bien— la frase esa fue la que Samuel repetía una y otra vez, cada que podía, cada que le recordaba lo mucho que lo amaba.

—y "no sé", era la respuesta favorita del destino pa' matarnos sin hacernos bien— más lágrimas salían de sus verdes ojos, recordando lo que eran, lo que fueron, lo que querían ser— ya que no existe peor camino que no saber ni donde correr — ¿Enserio todo había acabado de la noche a la mañana? ni un adiós, ni siquiera un buenas noches, nada, no había quedado nada.

—Ni peor suspiro, que mirarte y ver...Que nada va cambiar— nada lo haría, después de todo, Rubén sabía que aunque Samuel muera miles de veces su amor no cambiará por él, que nunca lo haría. —Que tienes que hacer lo que debes por necesidad, a pesar de que lo que quieres se va — sin querer aceptarlo, Samuel se había ido. —Que has pasado media vida buscando tu otra mitad... Para pasar la otra media intentándolo olvidar— las palabras atropelladas que soltaba el viento de las llevaba, no había nadie que lo escuchará, no había nadie para consolarlo, los había apartado, alejado para que estuvieran ellos dos, él y Samuel, uno en cuerpo el otro en alma.

Suéltame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora