Lo Siento

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Llegó al auto después de un momento, su mirada estaba pérdida, sus pensamientos jodidos, nada cruzaba en ese momento en su mente.

Estaba roto.

Veía como Mangel no decidía poner el auto en marcha, y aunque doliera saber en el lugar donde estaban, no reprendió nada.

Sabía también el dolor que sentía su mejor amigo en ese momento.

Miguel hace un buen rato había dejado de llorar, aún había rastros de lágrimas, sus ojos seguían rojos y sus pestañas mojadas, pero ya no había lagrimeo y ya no se escuchaba el sonido roto de los sollozos.

Parecía que en ambos solo quedaba el dolor.

El de lentes este dio un sobre al otro, sin contacto visual, sin reacción.

—Samuel la escribió para ti— le dijo cuándo Rubén la tomo, aún perdido en sus pensamientos, sin saber que era.

— ¿Tú... Tú sabías cuando sucedería?— pregunto cuando vio el sobre en sus piernas, su mirada estaba gacha, sus ojos soltaban más lágrimas, sus pensamientos llegaron a todos los días atrás.

—Yo le di la noticia, pero no sabía bien cuántos días faltaban— vio para afuera de la ventana, no quería que su amigo lo viera tan débil, y aunque quería romperse en ese momento, tenía que ser fuerte, por él, por Rubén, por Samuel.

—Se tomó muy mal lo de la enfermedad— afirmó viendo la perfecta caligrafía en, el sobre.

Para Rubén.

—De hecho, le daba más miedo dejarte solo— le respondió, el auto se encendió por manos del oji negro.

No dijo nada, simplemente se quedó callado, esperando el llegar a casa para leer aquello que Samuel le había dejado en ese sobre.

Al llegar la casa estaba sola estaba fría y todo el aire estaba tan pesado, costaba respirar, los gatos parecían que esperaran a alguien más, Rubén al notarlo soltó más agrias lágrimas.

—Creo que debería irme— soltó Mangel, jugando con sus llaves.

Rubén rápidamente lo detuvo, negándole la salida.

—Por favor quédate, no tengo un consuelo, solo por favor... Quédate— le rogó, sin prisa Mangel acepto, era su mejor amigo, y estaba llorando porque había perdido al amor de su vida, no podía dejarlo ahí como si nada.

—Hare té, tú lee lo que él te dejo— se dirigió a la cocina, el ojiverde miro las escaleras, con lágrimas en los ojos y dirigió sus ojos a el sobre.

Era él o tenía un temor por saber que era lo que tenía ese sobre.

Sin pensarlo más, y mecánicamente empezó a ir hacia el piso alto, donde estaba la habitación principal.

Se sentó en la cama, aún olía a él.

Horas que había pasado y ya no podía con el peso de la vida.

Habría el sobre.

Viendo la perfecta caligrafía de la persona que más amaba, empezó a leer.

Y los sollozos empezaron a escucharse con fuerza.

Mangel lamentaba tanto la pérdida de su mejor amigo, lamentando la pérdida de un gran amigo cómo lo era Samuel, lamentando que no podría enamorarse de Rubén porque siempre supo que era de Samuel.

Y empezó...

Para Rubén:

Lo siento por lo que vas a leer.

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