Los Gatos Guerreros: La Estrella del Alba - 2

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—¿Qué fue lo que sucedió con Garra Soleada ayer?
—Parece que una manada de armiños atacó a Ala de Golondrina y otros aprendices, Garra Soleada vino a ayudar y una patrulla del Clan del Viento los ignoró cuando pasó por la frontera. —respondió Sinsajo.
—Vaya, no creí que se tratara de eso... —maulló Robliza al escuchar al gato claro.
El sol se elevaba por encima de las copas de los robles, las noticias de ayer aún hacían eco en las paredes del campamento, pues muchos gatos cotilleaban sobre lo que había pasado en la frontera con el Clan del Viento.
Sombra Diurna caminaba detrás de la atigrada y el gato claro, con expresión pesarosa ante su familiaridad, que para el siamés parecía tan lejana con su vieja amiga.
Desde su discusión en el lago, él y Robliza apenas habían compartido palabras y no parecía que su amistad se fuese a recuperar pronto.
Absorto en sus propios pensamientos, la conversación de la atigrada y Sinsajo se ensordecía con el murmullo de su mente, aún recordando con detalle el sueño que había tenido la noche pasada.
El siamés había salido a cazar con ambos pues Humoso salió temprano con la patrulla del alba y Garra Soleada parecía enfrascado en salir a solas del campamento después de despotricarse contra el clan entero la tarde del día anterior.
Repentinamente, las fosas nasales de Garra Soleada se llenaron con un hedor conocido; Clan de la Sombra.
Levantó las orejas y agudizó la vista, fijándose en cada arbusto que cruzaba su mirada conforme seguía a los dos gatos que al poco tiempo reaccionaron ante el olor.
—Clan de la Sombra —maulló Sombra Diurna rompiendo el silencio, adelantándose a sus compañeros de patrulla siguiendo el rastro oloroso—. Parece que estuvieron aquí hace tiempo.
—Tal vez sea Estrella Escarlata y el resto de los proscritos. —respondió Sinsajo, deteniéndose a olfatear un helecho.
—Tal vez.
Sombra Diurna apenas podía estar de acuerdo con el gato, pero sabía que tenían que seguir el rastro oloroso hasta donde los llevara pero si era una patrulla tan pequeña enfrentándose al grupo de proscritos probablemente terminarían hechos trizas.
—Yo seguiré el rastro oloroso —maulló Sinsajo al cabo.
El siamés se preparó para protestar, pero prefirió contenerse y asentir mientras veía sus claros ojos azules.
—Yo iré a avisar al clan por si necesitan apoyo. 
Sombra Diurna supuso con facilidad que la gata preferiría seguir a Sinsajo y así fue, en un parpadeo, Robliza y Sinsajo trotaban con agilidad en dirección del rastro oloroso, dejando a solas al guerrero bicolor, quién dio media vuelta y se dirigió de vuelta al campamento. 

En poco tiempo Sombra Diurna volvió a la hondonada rocosa, respirando de forma agitada por la prisa. 
De su hocico colgaba una urraca y un ratón que sacudía su cola con cada movimiento del siamés conforme se acercaba a la entrenada del campamento, donde se detuvo de golpe frente a la lugarteniente.
La enorme gata sobresalía por encima de Sombra Diurna, a veces le era fácil olvidar lo imponente que Arce se veía de cerca.
—¿Donde está tu patrulla, Sombra Diurna? —gruñó la gata con tono indiferente, mirando fijamente al guerrero siamés.
Sombra Diurna dejó sus presas en el suelo y escupió un par de plumas que se le pegaron a la lengua antes de responder.
—Es justo eso por lo que volví antes que ellos. Encontramos un rastro oloroso y creemos que se trata de los gatos expulsados del Clan de la Sombra.
Arce no respondió, tan sólo atravesó al guerrero con la mirada y asintió al cabo.
—Me encargaré de enviar una patrulla en su dirección —maulló, girando la cabeza en dirección a un tronco—. Estrella Escarchada quiere hablar contigo, acompáñame. 
Sin esperar respuesta alguna, la gata se giró y entró al campamento, Sombra Diurna se quedó estupefacto unos cuantos segundos pero terminó tomando sus presas y siguiendo a la lugarteniente al claro.
Ya entre las paredes rocosas del campamento, dejó el botín de su caza en el montón de carne fresca y como un conejo llegó hasta la guarida del líder en unos cuantos pasos apresurados, donde Arce le esperaba en la entrada.
—Adelante. —ordenó la gata y entró en la cueva.
Sombra Diurna le siguió con obediencia y no pudo evitar sentirse relajado en el cálido interior de la cueva. Los últimos días se habían convertido cada vez en mañanas más frescas y atardeceres más frecuentes. 
—Sombra Diurna —maulló el gato blanco con su típico tono frío, haciendo que el siamés erizara un poco el pelo, algo que Estrella Escarchada notó con facilidad—. No te preocupes, no estás en problemas. 
Aunque prefería no mostrarlo, sintió alivio en cuanto el líder dijo aquello.
—¿Qué pasa Estrella Escarchada? 
—Tengo una misión para ti. —contestó el gato al cabo, fijando sus verdes orbes brillantes en los azules ojos de Sombra Diurna.
—¿De qué se trata? —respondió el siamés con nerviosismo marcado en su voz.
—Quiero que acompañes a una patrulla al territorio del Clan del Viento y que pidas una audiencia con Estrella Gris.
—¡Una audiencia con Estrella Gris! ¿Por qué me necesitas a mí? —preguntó el guerrero con asombro ante la orden de Estrella Escarchada.
—Ya has visitado el territorio del Clan del Viento en una ocasión pasada y tu ayuda nos evitó una batalla innecesaria ese día —explicó Estrella Escarchada—, es por eso que tal vez algún guerrero del Clan del Viento actúe de forma menos hostil contra ti si intentas hablar con su líder.
—Yo.. yo... yo no sé qué decir.
—Si es mucho para ti por ser no un guerrero experimentado, podría pedírselo a Ala de Golondrina. —gruñó el gato blanco, pero Sombra Diurna se levantó de golpe, negando con la cabeza.
—¡No! ¡Yo puedo hacerlo!
—Bien. Entonces llévate a Canto de Azulejo, a Pluma de Águila y a Humoso, debe estar cerca de la frontera con el Clan del Viento o tal vez ya esté de vuelta.