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Largas sombras se dibujaban contra el suelo gris y pelado del poblado Dos Patas, y el sol del atardecer coloreaba el cielo de un anaranjado con tonos rosáceos mientras Sombra Diurna caminaba, evadiendo por poco a un Dos Patas distraído.
Había pasado todo el día recorriendo la ruta que creía más rápida hacia las montañas, aunque seguían siendo un borrón gris en la distancia, ahora veía que su tamaño no era una simple ilusión; de verdad se estaba acercando al sitio donde podrían estar sus compañeros de clan.
Se imaginó que el resto de la patrulla también estaría acercándose, y que estando en la misma área se podrían encontrar con más facilidad.
"No puedo esperar a verlos de nuevo, incluso al patán de Sinsajo", se dijo en silencio continuando la ruta.
Sombra Diurna miró el cielo, cada vez más ennegrecido conforme la noche se acercaba y soltó un suspiro al pensar en que tenía que volver a buscar refugio.
Las noches en el poblado Dos Patas se sentían tan frías que añoraba recostarse en la guarida de los guerreros y hacerse un ovillo junto al espejo pelaje de Humoso, una punzada de envidia lo recorrió al pensar en que su mejor amigo no estaría sufriendo tanto por el frío tanto como él.
Acercándose a un callejón a oscuras, sintió un viento gélido desde las últimas paredes del final, era un callejón sin salida pero era mejor que dormir a la intemperie.
—Por el gran Clan Estelar, no más de esto... 
Con gruñido cansado, se adentró entre las sombras de las altas paredes; tenía que buscar un sitio que no estuviera muy húmedo por la nieve derretida y esos eran difíciles de encontrar últimamente. Una parte de él pensaba en volver a la vivienda Dos Patas donde vivían Giggles y sus amigos, pero ya estaba muy lejos como para intentar volver y el final de su misión estaba relativamente cerca.
Obligándose a acallar un rugido de su estómago, el guerrero rebuscó en el callejón hasta dar con una pequeña cueva rectangular, parecía que incluso había un lecho dentro, hecho con cosas suaves de los Dos Patas.
"¿Alguien estaba viviendo aquí?"
Olfateó a los alrededores pero no detectó nada más que el olor de una gata que apenas pudo distinguir, era rancio y se entremezclaba fácilmente con el resto de olores en el callejón.
—Si estuvo aquí, no creo que vaya a volver...
Supuso que sería una proscrita, la mayoría de gatos descarriados solían deambular por ahí, así que seguramente no le molestaría que pasara la noche en aquél derruido refugio.
—Este sitio es un desastre, ¿cómo pueden vivir así los proscritos? —refunfuñó al ovillarse bajo el techo plano de la guarida, era obvio que su antigua ocupante no se preocupaba demasiado por el sitio donde dormía.
Para pasar los últimos momentos del día, Sombra Diurna decidió ordenar un poco el montón de objetos Dos Patas del interior, además de otras cosas que poco a poco empezaban a parecerse más a una guarida decente, dándole un poco de privacidad al único lecho del interior.
—Eso deber ser suficiente.
Sombra Diurna soltó un maullido satisfecho en cuanto terminó de acomodar tanto como pudo, en la guarida de los guerreros normalmente solo se preocupaba por ordenar su lecho y tapizarlo con objetos suaves que encontraba durante las patrullas fronterizas, pero aquí no tenía mucha libertad para hacer tal cosa.
Un repiqueteo se escuchó haciendo eco por el pasillo, un corto chillido seguido de un muy tenue crujido culminaron en pasos apresurados por el agua.
"¡Alguien viene!"
El siamés se giró en redondo y sacó las garras, listo para defenderse si tenía que hacerlo. Hasta que se dio cuenta que el olor de aquél desconocido era el mismo que apenas había notado en el lecho.
—¿Qué es esto?
Un gruñido brotó de la garganta de aquella gata sin rostro, oculta entre las sombras.
—¿Quién está ahí? —continuó la desconocida con voz apagada, emergiendo de la oscuridad hasta un pequeño charco de luz estelar frente a Sombra Diurna, dejando caer un cuerpecillo negro de larga cola en el suelo mojado—. ¿Quién eres tú?
Sombra Diurna notó un pelaje crema, un rostro perfilado con una pequeña mancha blanca en la boca y unos ojos bicolor; uno de hermoso azul cielo y el otro de un ardiente color ámbar.
—Te vuelvo a preguntar, ladrón. ¿Quién eres y qué estás haciendo aquí? —bufó la gata al instante, casi escupiéndole las palabras con rabia.
—Yo sólo...
—¡Sólo estabas robándote mi refugio! ¿No es así?
—¡No pretendía robar nada, ni siquiera pensé que alguien fuese a reclamarlo! —se defendió Sombra Diurna con un gruñido, arqueando el lomo y levantando la cola.
—¡Adelante, sarnosa excusa de felino! ¿Qué piensas hacer? ¿Abrirme la garganta como el resto de tus amiguitos? ¡Seguro les encanta callar a cualquiera que los señala por lo que son! —bramó la hembra color crema, acercándose amenazante—. ¿Crees que te tengo miedo solo por pertenecer a esos comedores de carroña con corazón de zorro?
—¿De qué estás hablando, gata chiflada? ¡No te conozco! —Sombra Diurna empezaba a sentirse cada vez más confundido y tan extrañamente amilanado ante su atacante, que pegó las orejas al cráneo y retrocedió con un bufido.
—Sabes perfectamente bien de lo que te estoy hablando, gato de clan. Tú y tus mentirosos guerreros deberían permanecer donde pertenecen —continuó la desconocida, Sombra Diurna notó que sus palabras estaban cargadas de un rencor venenoso y profundo—, ¿te atreves a venir hasta aquí después de lo que hicieron? ¡Conozco a los de tu calaña!
—¡Yo no estoy aquí para hacerte daño! —bufó Sombra Diurna al cabo, interrumpiendo a la despotricante solitaria—. ¡Necesitaba un lugar donde dormir! ¿Piensas que mi idea de una victoria es quitarle su hogar a una vieja gata loca? ¡Pues si vas a atacarme, hazlo! ¡Todo esto no han sido más que patrañas desde que abandoné a mis Dos Patas! 
El guerrero relajó la postura y dejó caer los hombros con pesadez, ya estaba cansado de encontrarse con un problema tras otro en aquél condenado lugar, si hubiese sabido que el Clan Estelar lo abandonaría de aquella manera ni siquiera habría aceptado ir en primer lugar; habría preferido el exilio antes que soportar un minuto más de tanto tormento.
—Sólo hazlo, ¿quieres? —murmuró un derrotado Sombra Diurna.
¿De verdad estaba entregándole tan fácilmente su vida a una proscrita? ¿Estaba dispuesto realmente a abandonar a sus compañeros de clan? ¿A fallarle a la profecía que lo había arrastrado por una luna hasta el lago? No se sentía capaz de responder, y el silencio repentino de la agresiva gata tampoco estaba ayudando.
Después de unos eternos latidos de silencio que parecieron lunas, la gata habló, un poco más relajada:
—¿Quién eres, gato? ¿Por qué viniste hasta este sitio tan lejos de tu querido Clan Estelar y tu código guerrero?
Sombra Diurna se sintió de repente demasiado cansado para responder y arrastrando la cola se alejó del refugio hacia el interior del callejón, en la parte más oscura donde ni las luces Dos Patas ni las estrellas alcanzaban a iluminar.
Con un escalofrío cansado y adolorido, se dejó caer justo encima de un pequeño objeto que lo mantenía al ras del suelo húmedo, y sin siquiera reparar en lo que la gata podría hacer o no hacer, terminó sumiéndose en la oscuridad profunda de sus sueños.

Los Gatos Guerreros: La Estrella del Alba - 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora