Prólogo

92 12 0
                                    

La luna llena brillaba por encima de las techos de las guaridas Dos Patas, las artificiales luces amarillentas de los árboles brillantes que había sobre la roca gris que bordeaba el Sendero Atronado iluminaban fríamente el pelaje de dos gatos que caminaban silenciosamente pegados al seto del lado derecho del Sendero Atronador.
—¿Para qué quiere vernos Sombrío a estas horas? Ni siquiera he podido comerme el condenado ratón que encontré. —gruñó un gato de gris oscuro, su chamuscada oreja derecha se sacudía bajo el ruido de un monstruo que pasaba iluminando  todo con sus muertos ojos brillosos.
—¿Encontraste un ratón o una rata? Hace lunas que no me como un ratón en condiciones... —contestó su acompañante, un gato atigrado amarillo con el pecho blanco, su rostro estaba cubierto de cicatrices y sus ojos ámbar relucían bajo las luces Dos Patas.
—Es por que eres idiota y solo buscas en basureros, si supieras cazar no comerías ratas y lagartijas —se burló el gato gris oscuro, deteniéndose frente a una valla de madera, vieja y partida—, ya, guarda silencio.
Ambos gatos atravesaron un agujero en la cerca y se adentraron en la sobrecrecida maleza de aquél jardín.
Frente a ellos, la silueta de un hogar Dos Patas se dibujaba contra el cielo nocturno, resaltando contra las pocas estrellas que se podían ver en aquél lugar.
Aquél hogar Dos Patas estaba derruido, aún conservaba la puerta pero un agujero en la ventana les permitía escabullirse al interior.
Adentro, el aroma de varios gatos llenaba el ambiente y decenas de pares de ojos se giraban en torno a ellos con miradas interrogativas.
—Nunca me acostumbro a esto. —siseó el proscrito gris y acompañado por el otro gato, atravesaron los grupos de gatos formados en las distintas habitaciones.
El suelo de la guarida Dos Patas estaba recubierto de un musgo sin vida pero igual de suave, de color cremoso y manchado.
Los grupos de gatos se giraban en torno a los dos proscritos conforme estos se dirigían a las escaleras de madera, toda la guarida tenía gatos alrededor, algunos recostados sobre lechos sintéticos que usaban los Dos Patas en sus propias guaridas. Gatos de todas la edades y colores, viejos, cachorros y adultos se reunían en torno a los suyos, varios compartiendo presas o noticias sobre el día.
—Bienvenidos sean, Borrajo y Arañado. —maulló el líder de aquellos gatos, sentado sobre la orilla de una ventana en cuanto los dos proscritos llegaron a la habitación aquella del segundo piso.
—Espero que esto sea importante, Sombrío. Hay un ratón muy apetitoso esperando en mi guarida. —gruñó Borrajo al acercarse, sentándose en el suelo frente a la ventana. A su lado, otros cuantos gatos yacían sentados y conversando pero levantando la mirada al escuchar el llamado de Sombrío, un gran gato siamés con el pelaje más oscuro de lo normal.
—Si lo que deseas es comer más ratones de los que has comido en toda tu vida, entonces esto te concierne —dijo el proscrito siamés con voz seria y fría, el gato gris oscuro no replicó y se quedó observando en silencio—. Ahora que todos estamos aquí, es momento de planear. 
—¿Planear qué? Ese estúpido gato con cerebro de ratón del Clan de la Sombra está haciendo nuestro trabajo por nosotros. —respondió con voz aguda y ronca alguien de los reunidos, un gato siamés atigrado con el medio de la cola pelado.
—No tenemos por seguro que se matarán entre ellos, por eso debemos asegurarnos de poder dar el golpe final en cuanto estén debilitados. —maulló otro gato, un enorme atigrado oscuro. Sus patas y su cola se mezclaban con la oscuridad de las sombras pero sus ojos verdes relucían bajo la luz de la luna que entraba por la ventana.
—No podría haberlo dicho mejor, Paso Oscuro —aprobó el siamés desde la ventana, volviéndose al grupo de gatos reunidos—, si todo sale cómo esperamos ese lago será nuestro antes de que llegue la siguiente luna llena y nadie volverá a recordar el nombre de un solo gato de clan mientras nosotros vivamos.
Un coro de maullidos y gruñidos aprobatorios llenó la habitación y el gato siamés volvió sus fríos ojos azules hacia la luna con una tenebrosa determinación dibujada en la mirada.
—Me aseguraré de que ni un solo gato del Clan Estelar vuelva a ser reverenciado aunque tenga que vivir mil lunas. —murmuró y se volvió hacia sus gatos, saltando de la ventana para comenzar a planear la caída de sus enemigos declarados.

Los Gatos Guerreros: La Estrella del Alba - 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora